Hoy pensaba hablar de otra cosa, la continuación del escrito anterior, pero el jueves por la noche vi por TV3 la entrevista que Andreu Buenafuente le hizo al president Carles Puigdemont y, como la actualidad manda, no me quiero reprimir, así que lo pensado para hoy lo dejo para la próxima...

Hace muchos años que veo al humorista de Reus y no recuerdo haberlo visto nunca tan incómodo en una entrevista. No por culpa del entrevistado, que congeniaron de inmediato por la vía profesional: los dos han vivido del periodismo sin haber pasado por la facultad. No es un inconveniente, para ejercer esa profesión hay que tener un gen natural que no se expide en la universidad.

Buenafuente ya no se traga el cuento del president Puigdemont, la cantinela que contó para consumo interior de los convencidos con su discurso de que España no nos quiere

Buenafuente estaba incómodo porque sabía que no jugaba en su terreno: conoce TV3 pero ya está lejos de la melodía política de la Casa Nostra, sabe que tres cuartas partes de los telespectadores de este canal de agitación y propaganda son separatas y él, desde Madrid, no es que quiera menos a su Reus o a Cataluña, sino que ya la ve con un gran angular. Tiene una perspectiva general del paisaje, así que ya no se traga el cuento del president.

¿Qué cuento? La cantinela que contó para consumo interior de los convencidos con su discurso de que España no nos quiere. Con un tono tan afable y de buena gente como Artur Mas le explicó la salmodia de que España no nos deja ser catalanes, y por eso Cataluña se irá; que el Estado sigue persiguiendo el uso del catalán y que como ya estamos hartos no podemos esperar un año más a la independencia. Eso sí, no contra España porque, aunque no nos entienda, la queremos mucho.

Y lo rubricó diciendo que la Independencia no triunfaría por los indepes de piedra picada como él, sino por los que no lo habían sido. Buenafuente dijo entonces que era un charnego, y Puigdemont, que si hay que subirse a un bombardeo se sube, soltó que también lo era; que todos los catalanes lo éramos, y se quedo tan pancho.

Puso un ejemplo histórico para demostrar lo que sabe de la historia: nos comparó con Cuba, que cuando el Estado quiso reaccionar ya la había perdido. No hace falta ser historiador para saber que el cabreo final de la colonia de ultramar con la metrópoli (y también la mano ejecutora de los EEUU), fue el monopolio que la industria textil barcelonesa exigió al Gobierno de Madrid con la aprobación de un arancel que doblaba el precio de las importaciones extranjeras a la Perla del Caribe… Es sabida la fijación del nacionalismo de principios del siglo pasado con Cuba. El símbolo está en la copia de la estelada.

Buenafuente estaba acomplejado porque no jugaba en su campo, TV3 ya no es su casa. Así que la táctica para quitarse la presión de encima fue sacar al president de su Palau, llevarlo a territorio enemigo, a la zona de Estopa (Cornellà) y acabó la entrevista en el mirador de Collserola, que Puigdemont no conocía. Era una metáfora de una perspectiva diferente de la capital de Cataluña.

El talón de Aquiles de su discurso indepe no está en lo que dijo, sino en lo que no piensa, o calla. Sí, acepta que existen muchos catalanes que se sienten españoles, ¡pero que se joroben!

Estos tropos tácticos le dejan indiferente al delegado de Mas, que es una persona que tiene una mirada petrificada de la realidad. Que con 51 años lleve el mismo peinado que cuando era menor de edad es un síntoma de eterno adolescente. Hay quien ve mérito o virtud en pensar lo mismo que pensabas cuando eras barbilampiño, cuando es inmadurez.

El talón de Aquiles de su discurso indepe no está en lo que dijo, sino en lo que no piensa, o calla. Sí, acepta que existen muchos catalanes que se sienten españoles, ¡pero que se joroben! Él ha estado toda la vida no sintiéndolo pero con la nacionalidad española, y no le ha salido ninguna joroba. Si no le ha salido, tampoco les saldrá a los que no piensen como él. ¡Que aprendan a sentir esa incomodidad íntima!

Lo que no dijo, porque no lo siente, es la completa falta de empatía hacía lo que piensan el resto de los españoles; si a los catalanes no indepes nos quiere administrar su quina, a los otros que les zurzan.

No le entra en la cabeza de mocho que ningún español que ame a España aceptara que su nación se convierta en Expaña. Como yo no reconozco el derecho de autodeterminación del País Vasco, porque considero que esa tierra forma parte de mi patria.