Se acerca la Diada de la Marmota, el ritmo de inscripciones no es el esperado, a Partal se le apolillan las camisetas en La botiga de Vilaweb (¡y encima los chinos reventando los precios!), las masas enfervorizadas empiezan a estar hartas de empalmarse y no eyacular nunca y todo el asunto comienza a resultar de un cansino que exaspera. Afortunadamente para la causa, Jordi Sánchez, mandamás de la ANC, finge de maravilla un entusiasmo admirable y se prodiga por todos los medios de agitación y propaganda del Régimen, hasta el punto de que parece haber aprendido de Juan Cruz el difícil arte de la ubicuidad. Yo ya lo he visto varias veces por TV3, El Punt Avui Televisió y algún que otro canal local. Como no escucho la radio, no le he podido disfrutar en las distintas frecuencias de la CN (Cocomocho Network), pero estoy convencido de que se las ha pateado todas. Lo siento mucho por Pilar Rahola y sus paellas, pero en estos momentos el Prusés ES Jordi Sánchez.

Quién me lo iba a decir a mí cuando intentaba atravesar sus prolijos artículos en la edición catalana de El País, donde firmaba como “politólogo”. Luego pilló despacho con Rafael Ribó, el Defensor Eterno del Pueblo Catalán, y El País se quedó sin sus necesarias y enjundiosas opiniones (¡menos mal que el profesor Culla no se mueve de ahí ni con un seísmo de intensidad 9!). Hace un tiempo que lo tenemos al frente de la ANC y hay que reconocer que se gana su sueldo. Su discurso es el habitual en estos casos, pero lo interpreta con convicción. Suelta las trolas de costumbre --la independencia está al caer, solo seguimos el mandato del pueblo, somos la fuerza mayoritaria del país, los que no piensan como nosotros son pocos e irrelevantes…-- como si fuesen verdades que le han sido reveladas por el Altísimo y, sobre todo, no duda nunca, pues para algo es un fanático y la Cataluña que quiere es la que debemos querer todos, nos pongamos como nos pongamos.

No sé si le llaman de las radios y las televisiones o si él mismo avisa de que en diez minutos se planta donde sea a largar. Como invitado, hay que reconocer que le arregla la vida a cualquiera. No hace falta ni darle cuerda: tú lo sientas en la silla de al lado y él ya se apaña; y si tienes un día indolente, él mismo se pregunta y se contesta. Como siempre dice lo mismo y tiene facilidad de palabra al abordar su monotema, el discurso le sale de carrerilla.

Yo creo que al final llenará el Paseo de San Juan, aunque sea recurriendo al acreditado sistema franquista del autocar y el bocadillo. Solo le falta pedirle a El Corte Inglés que abra ese domingo para contribuir al éxito de su versión actualizada del viejo programa de radio La comarca nos visita.