Pere Aragonès puso un ultimátum sobre la mesa el fin de semana pasado. El 1 de mayo debería estar cerrado un acuerdo de gobierno. No parece que lo haya conseguido. Es más, tuvo que ir presto a Lledoners a negociar con Jordi Sànchez en un nuevo episodio de ninguneo. O mucho me equivoco, o este primero de mayo tendrá manifestaciones a favor del empleo, más o menos virtuales, la campaña de Madrid seguirá por sus derroteros, el Gobierno habrá presentado su Plan a Bruselas y aquí, en Cataluña, seguiremos sin Govern. El ultimátum de Aragonès habrá sido tan efectivo como taponar una vía de agua en un barco con bolsas de papel.

Las negociaciones seguirán y seguramente los equipos negociadores nos explicarán que se avanza a buen ritmo, aunque del contenido sabremos más bien poco. Y seguirán hasta después del 8 de mayo, día en el que los de Junts per Catalunya dilucidarán quién tiene el poder dentro de la organización. Jordi Sànchez parece tenerlo todo controlado, pero Borràs y Puigdemont querrán poner sus piezas en casillas destacadas, Govern incluido. Por tanto, hasta mediados de mes con la luz roja del 26 de mayo encendida no tendremos fumata blanca.

Junts per Catalunya ha conseguido marcar el ritmo, las formas y ya veremos si también marcará el fondo. En este proceso, --estoy convencido--, nos irán diciendo que todo va bien y que cuajará un buen acuerdo, que se superarán las viejas rencillas y que el nuevo Govern nace con ímpetu y fuerza. Pero, visto lo visto, si fuera negociador de Junts daría una vuelta de tuerca en el último momento planteando alguna de las cuestiones más espinosas para arrinconar un poco más a ERC. No hemos de olvidar que ambas formaciones independentistas, además de lograr un acuerdo, quieren erosionar al contrario porque las espadas siguen en alto para liderar el movimiento independentista, para dilucidar quién lleva la batuta en la hoja de ruta.

Las últimas reivindicaciones pueden guardar relación con el Consell de la República, sobre la soberanía del Parlament, sobre las competencias de los departamentos o sobre el papel que jugar en el Congreso de los Diputados. Serán contundentes, porque Junts querrá visualizar la debilidad de ERC, su fragilidad y su escaso entusiasmo para implementar la República. Querrán forzar su negativa para que “el poble de Catalunya”, del que todos se arrogan su representación, vea cómo los republicanos no tienen el ardor necesario para avanzar hacia la independencia.

Este escenario no es una entelequia. Es una realidad que en ERC tienen bien presente. Si Junts fuerza la máquina, los republicanos tensionarán la situación, o al menos eso dicen. Y la situación solo puede forzarse pidiendo Aragonès a Borràs una nueva sesión de investidura aunque el acuerdo no esté cerrado por estas últimas peticiones. ¿Será capaz ERC de plantear este último pulso o dejará que Junts le vuelva a doblar el brazo? Esta es la gran incógnita. Hasta el momento, Jordi Sànchez ha controlado el proceso y ha hecho pasar a ERC por las horcas caudinas de votar a favor de Aurora Madaula o hacer ir a Aragonès a negociar a la cárcel de Lledoners dejando a Oriol Junqueras fuera de la negociación. No es un detalle baladí, porque sí estaba Sànchez como secretario general de Junts, pero no Junqueras como presidente de ERC. ¿Por qué no quiso Sànchez o por qué no quiso Aragonès? Tampoco lo sabemos, pero este detalle denota que las relaciones no son tampoco de “germanor” en el partido republicano porque Aragonès quiere marcar su propio perfil frente a la arrolladora personalidad de Junqueras. De hecho, otro detalle que convendrá saber es quién será la guardia pretoriana de Aragonès en el Govern. Los de Junqueras parece que se refugiarán en el departamento que dirija Laura Vilagrà, la persona de confianza del líder.

Como ven, hay demasiadas incógnitas todavía pendientes de resolución. El día 1 no pasará a los anales de la historia como el día del acuerdo y será otro “feo” al liderazgo de un president que no lidera en Junts y en ERC hace aguas. Parece que le quedan por pasar por varias horcas caudinas hasta llegar a su objetivo. Y eso si llega, porque Junts le ha demostrado como será su Govern en los próximos meses. Con este aperitivo, se hace difícil pensar en un gobierno para cuatro años máxime cuando Aragonès ha cerrado la puerta a cualquier acuerdo con Socialistas y Comuns.