Pese a la candidatura unitaria encabezada por Laura Borràs y Jordi Turull, Junts per Catalunya ha salido del congreso de Argelès-sur-Mer tan separado o más de lo que estaba antes, en la etapa presidida por Carles Puigdemont y en la que el secretario general, Jordi Sànchez, se vio incapaz de cohesionar el partido.

La primera premisa del mantenimiento de la división es la propia bicefalia que, en lugar de promover el unitarismo, provoca la división en dos bandos, como se ha visto en lo que ha ocurrido durante y después del congreso. El sector dirigido por Borràs està de los nervios porque sus principales candidatos, empezando por la presidenta del Parlament, han sido desautorizados por las bases al obtener menos votos que Turull y sus seguidores.

La participación solo alcanzó un tercio de los 6.000 militantes, Turull únicamente fue votado por un 30% (1.854 votos) y Borràs por un 29% (1.776), pero la nueva presidenta del partido quedó tercera, por detrás de la alcaldesa de Vic y próxima a Turull, Anna Erra (1.791 votos). El castigo mayor se concentró en otros cargos borrasistas, como el que debía ser secretario de organización, el mosso en excedencia David Torrents, defensor de teorías conspiranoicas sobre los atentados de agosto de 2017 en Barcelona y Cambrils, que sacó 919 votos, o Aurora Madaula, vicepresidenta del Parlament, que cosechó 918. Al no llegar al 50%, Torrents queda excluido, por el momento, de la ejecutiva, mientras que Madaula será vicepresidenta del partido porque se libra de la exclusión al votarse todas las vicepresidencias conjuntamente.

Aunque ambas corrientes son radicales y defensoras de la unilateralidad, hay unanimidad en que Turull representa a los restos de la antigua Convergència y a los partidarios de participar en las instituciones, mientras que Borràs encabeza a los “hijos del 1-O” que propugnan la confrontación sin tregua con el Estado. Se puede decir de manera más cruda, como ha hecho en Twitter la propia Madaula. “Hay quien ha cerrado la carpeta de la independencia y los que no lo hacemos, molestamos”, escribió. Una frase que tacha de autonomistas a los seguidores de Turull y expresa descarnadamente su enfado por las votaciones del congreso.

La división en el partido se manifiesta también en la ponencia política que debe aprobarse en la segunda parte del congreso, que se celebrará en L’Hospitalet el 16 y 17 de julio. En la ponencia, inspirada por el sector de Borràs, se propone una “segunda vuelta” del referéndum del 1 de octubre para culminar el proceso de independencia gracias a la desobediencia civil y al ataque a los intereses económicos del Estado, mediante una estrategia de “desbordamiento”, y en la que se abre la puerta a abandonar el Govern si no sigue esta dirección. Para ello se propone una consulta a la militancia una vez acabada la auditoría que el partido está haciendo sobre el cumplimiento de los objetivos del Govern.

El texto será sometido a enmiendas y es posible que al final no haya consulta. Es lo que desean los consellers de Junts, partidarios de seguir en el Consell Executiu. Pero la misma ponencia añade confusión a la división al proponer por una parte la posible salida del Govern e instar al mismo tiempo a los consellers a trabajar por la independencia y perjudicar los intereses económicos del Estado desde sus cargos gubernamentales.

La ponencia consagra también “el fracaso de la vía dialogada” promovida por ERC y afirma, mientras se mantiene el pacto en la Diputación de Barcelona con el PSC, que Junts solo participará en acuerdos con partidos independentistas. El texto considera que la mesa de diálogo no solo ha sido inútil, sino contraproducente, “desmovilizando al propio movimiento y señalando internacionalmente que el conflicto catalán está en vías de resolución”. Estas ideas parten del documento Preparem-nos, escrito por Puigdemont, que, pese a su retirada de la presidencia del partido, nadie duda que seguirá siendo su máximo referente, con lo que la bicefalia se convierte en tricefalia.

Aunque ERC ha reaccionado con cautela ante la contundencia de la ponencia de Junts, las críticas a los republicanos y el radicalismo verbal afectarán a un Govern ya profundamente dividido. Solo faltaba Gabriel Rufián llamando “tarado” a Puigdemont. Seguramente, ERC no ha querido ser más crítica porque no se acaba de creer el documento que, en el fondo, no deja de ser una rememoración nostálgica del unilateralismo del 1-O, sin entrar seriamente en las causas del alejamiento de parte de las bases independentistas del procés. La desmovilización, desde luego, tiene causas más profundas que el experimento de la mesa de diálogo y la independencia está cada vez más fuera de la agenda porque no se consigue solo “poniendo la directa”.

Ahora los nuevos señuelos son el segundo referéndum en Escocia, que no está decidido que se celebre; las sentencias europeas sobre Puigdemont, cuyo contenido se desconoce, y la situación económica española, que no es peor que cuando se inició el procés.