No hay que hacerse ilusiones, el líder de ERC no ha sido alcanzado por un rayo de luz como le sucedió a San Pablo de camino hacia Damasco, y no se ha caído del caballo de su fanatismo secesionista. No estamos ante la conversión de Junqueras a la democracia y al Estado de derecho. Su carta Mirando al futuro, que tanto ha dado que hablar desde el lunes, no es más que una reconsideración para ajustar el discurso a la praxis de lo que los republicanos vienen haciendo desde que facilitaron la investidura de Pedro Sánchez. No hay rectificación de fondo porque la renuncia a la acción unilateral es instrumental. Cuando Junqueras apuesta por el referéndum acordado y descarta las otras vías (aunque sin decirle cuáles, pero señalando que no son “viables ni deseables”) es solo, escribe, “en la medida que nos alejan del objetivo que alcanzar”. Y este objetivo no es otro que la independencia y solo la independencia. Digámoslo claro: la secesión es lo único que le importa. Nada más. A Junqueras le traen sin cuidado las consideraciones sobre los atropellos democráticos del procés o las contradicciones entre su discurso de antes, cuando afirmaba que con solo 68 diputados proclamaría la independencia, y ahora, en que sostiene que se requieren grandes y sólidas mayorías para lograr la secesión. Pero nada de eso le lleva a pedir perdón ni a sus engañados votantes ni a los otros catalanes que sufrieron sus lloriqueos.
El abandono temporal del unilateralismo, del que el presidente de ERC fue el principal abanderado desde 2012, prisas con las que atenazó a Artur Mas como este le reprochó anteayer al conocerse la carta, es por puro pragmatismo y no por conversión democrática. Sencillamente, porque sería absurdo meterse de nuevo en un callejón que solo conduce a la prisión. Lo que hay es una reconsideración estratégica, que no es nueva (se encuentra ya en el librito firmado con Marta Rovira), aunque en el contexto de los indultos aparezca como una gran noticia, sobre todo fuera de Cataluña. No obstante, pese a que no hay una rectificación de fondo y la mayoría de los párrafos de la citada carta de Junqueras siguen rebosando falsedades, hay un cambio de tono y se trata de un paso en la buena dirección.
Lo que importa es el mensaje de fondo. Por primera vez reconoce a la otra parte de la sociedad catalana, la que se sintió excluida y acudió a la gigantesca manifestación del 8 de octubre. Aunque Junqueras no hace una auténtica autocrítica, sus palabras son positivas porque desinflaman y pueden servir para abrir otro tiempo político. Se muestra a favor de los indultos que plantea Sánchez, cuando hace un año los había despachado de forma soez, con lo que sale en socorro del líder socialista frente a las duras críticas de entreguismo de la derecha. Con actitud contemporizadora también agrava las contradicciones y peleas dentro del separatismo, pues es evidente que la medida de gracia fortalece la imagen del Gobierno español tanto dentro de Cataluña como fuera de España.
En ERC se esforzarán estos días en afirmar --de cara a sus votantes de la Cataluña interior-- que no hay ningún cambio, que ellos no renuncian a nada, y que si el Estado sigue negándose a poner las urnas no tendrán más remedio en algún momento que buscar otro camino, a recuperar el famoso “ho tornarem a fer”. Pero ese es un discurso que solo persigue un efecto placebo. A medio plazo, los republicanos no tienen otra estrategia que mantener la posición. Preferiríamos, claro está, que dejaran de lado tanta doblez y asumieran el deber de acatar sin trampas las resoluciones judiciales, como la reciente del TSJC sobre las lenguas en la selectividad. Ahora bien, visto en perspectiva, menos da una piedra, y lo importante es la dirección del camino, si Junqueras sube o baja.