Como no encuentro adjetivo para encabezar esta carta, lo obviaré para ir directo al cuerpo del texto. Vais todos igual vestidos y disfrazados para camuflar los rostros sin que se sepa muy bien si es para ocultaros de la policía o de vosotros mismos. Bajo ese cobarde uniforme escondéis si sois jóvenes de casa bien descontentos con el lujo y bienestar que vuestros padres os han proporcionado con su esfuerzo, si por el contrario sois del sector de pobreza vulnerable que lucha por sobrevivir en el cruel mundo del desempleo y la inactividad, o quizás pertenecéis al sector adolescente que rehúsa conocer la cultura del trabajo y del esfuerzo tomando por que sí o por la fuerza lo que se os pone por delante al considerar vuestro derecho al uso y disfrute de todo aquello que han conseguido los demás.

Ya vuestros antepasados los trogloditas tomaban aquello que encontraban, asesinando a garrotazos a los legítimos propietarios de cualquier cosa, violando a las hembras por dominio y fuerza física y atacando como energúmenos animales a familias y tribus vecinas, pero parece ser que esas ancestrales actitudes para vosotros son todavía vigentes.

Soy consciente que no se os puede pedir demasiado razonamiento pero no puedo entender qué satisfacción os puede producir el fuego en las calles, lanzar adoquines y todo tipo de objetos dañinos a la policía, reventar todos los escaparates posibles de comercios que contribuyen a la vida de la ciudad, amedrentar a la gente sin distinción de sexo o edad y cortar las vías de circulación impidiendo a los ciudadanos corrientes acceder a sus puestos de trabajo. Quizás es el primitivo placer de sentirse alguien fuerte y poderoso con un garrote o una piedra en la mano.

Pero lo que más me preocupa es que sois en realidad una simple comparsa, un ejército de mercenarios que actúa gratis al servicio de unos terroristas de la calle profesionales que recorren los circuitos de violencia por el mundo sirviéndose de un conjunto de idiotas como vosotros a los que manejar cual marionetas del guiñol. Y todo eso sin enteraros de la verdadera maldad de quienes os mueven, porque si pudiera sospechar que encima los sabéis es que vuestra deficiencia debería estar controlada y confinada en centros especiales.

La ropa que lleváis, los teléfonos que utilizáis para comunicaros por redes sociales, la comida que coméis y las casas que os acogen y protegen, son producto del esfuerzo de generaciones de familias que han peleado duro en la vida para que vosotros hoy podáis beneficiaros del resultado del desarrollo y la tecnología, pero claro, posiblemente vuestro elemental poder de razonamiento quizás no pueda reparar en todo ello.

Podría entender que para encontrar vuestra libertad buscarais cobijo en la  amazonia a orillas del rio Branco o el Tapajós viviendo de lo que realmente os ofrece la naturaleza, pero la libertad en casa de mamá y papá es simplemente una cobardía o una anomalía mental.

Pero vuestra idiocia alcanza niveles preocupantes cuando la violencia que alcanzáis solo sirve para que los verdaderos instigadores ganen dinero y se forren, o los políticos os utilicen para despreciaros por extremistas ya sea de izquierdas o de derechas. Y vosotros tan contentos encendiendo mechas, asaltando establecimientos, robando bicicletas y lanzando vallas contra la policía acobardada por orden de los  cobardes superiores.  Tan solo que os retorcieran un brazo o las orejas u os dieran un capón gritaríais como gallinas a punto de ser desplumadas. Ese es vuestro valor auténtico.

Ahora ya sabemos quiénes idearon e inspiraron el lamentable espectáculo llamado tsunami democrático que ha hecho un incalculable daño a la ciudad de Barcelona, su comercio y atractivo turístico aunque vosotros sigáis viviendo de los papás, que ha dividido y violentado a la sociedad catalana y ha puesto a Cataluña en tercera regional, pero mientras vosotros y vuestras familias sufren las consecuencias del paro o el cierre del negocio, los ideólogos que ya tienen nombre y apellidos conocidos, aunque no están todos los que son, siguen en el mundo de la extorsión y la corrupción generalizada desde sus sillones y coches oficiales, riéndose de vosotros, esos pobres desgraciados a los que engañados como a los tontos de feria se les puede sacar a la calle a que se desfoguen y sirvan de excusa para mientras, guardar el dinero a buen recaudo.

No me satisface en absoluto escribiros ésta carta pero alguien os tiene que decir que mientras vosotros hacéis el ridículo en la calle hay gente que tras las cortinas se fuma un puro y esconde los beneficios que obtiene a vuestra costa. De verdad que deberíais hacéroslo mirar aunque no tengo demasiada confianza en que lo podáis entender.

Con todo mi pesar.