Le conocí en 1969, gracias a Jorge Semprún. Seguí tratándole con frecuencia en los años 70 y 80 del siglo pasado, siempre en París. Mi último encuentro con él fue en 2004, cuando acababa de recibir el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Mucho más que un periodista, incluso mucho más que un gran periodista, Jean Daniel ha sido, hasta su muerte este jueves, uno de los principales referentes intelectuales y morales de la Europa  contemporánea.

Nacido el 21 de julio de 1920 en Bilda, Argelia, en el seno de una familia judía, se licenció en Filosofía en la Sorbona y participó en la Resistencia, enrolado en las Fuerzas Francesas Libres; sargento mayor de la célebre división Léclerc, “la Nueve”, participó en la liberación de París, así como en las campañas de Normandía y de Alsacia, hasta el punto de ser condecorado con la Cruz de Guerra.

Reincorporado a la vida civil, con el apoyo de su amigo Albert Camus fundó la revista cultural Caliban, se dedicó a la enseñanza en París y luego en Orán, pero en 1954 decidió por fin dedicarse al periodismo, oficio en el que ha sido un maestro excepcional. Primero en el semanario L’Express y en Le Monde, y desde 1965 definitivamente ya en Le Nouvel ObservateurJean Daniel ha sido el cronista, analista, testigo y en no pocas ocasiones hasta el protagonista de la historia de las últimas décadas de nuestra historia desde finales de la Segunda Guerra Mundial hasta ahora, durante casi setenta años.

Sobre todo de la historia de Europa, como defensor apasionado que ha sido siempre de la unidad europea, pero también de la historia del mundo que vivió con gran intensidad y lucidez, desde su insaciable e insobornable conciencia crítica como un auténtico “maître à penser”, un humanista inequívocamente progresista y de izquierdas, enemigo de todas las formas de dogmatismo y de tiranía. Entre sus más directos colaboradores en Le Nouvel Observateur figuraron André Gorz/Michel Bosquet, Claude Perdriel o Giles Martinet, que con el mismo Jean Daniel como redactor-jefe y luego como director, hicieron de L’Obs el referente indiscutible del periodismo europeo progresista y de izquierdas.

Autor de más de una veintena de libros que por sí solos le convertirían ya en uno de los intelectuales más sólidos de las últimas décadas, Jean Daniel ha sido siempre una persona a la que no le ha importado en absoluto ir a contra corriente. Fue un crítico implacable de la política gubernamental de “la Argelia francesa”, y ello le llevó a sufrir inculpaciones judiciales y secuestros de la revista L’Express, pero fue asimismo muy crítico con aquellos que, desde posiciones supuestamente de izquierdas, defendieron las acciones terroristas del FLN, y se alineó con coraje en favor de la política de negociación que De Gaulle emprendió y que llevó a la definitiva independencia de Argelia, el país de origen de Jean Daniel.

Por su condición de ciudadano francés de origen familiar judío nacido en un país de tradición islámica, Jean Daniel hizo del republicanismo laico y progresista su única confesión. Ya en 1996 se interrogaba en el título de uno de sus libros ¿Dios es fanático? Ensayo sobre una religiosa incapacidad de creer. Sus trabajos sobre el sempiterno conflicto entre Israel y Palestina, sus reflexiones sobre el mismo Estado de Israel, en definitiva eran ensayos y estudios sobre él mismo. Lo definía a la perfección en el título de otro de sus libros: Este extranjero que se me parece. Y siempre, siempre, con Albert Camus presente, con la pesada carga de la ausencia de aquel gran amigo íntimo muerto tan joven, desaparecido de forma tan prematura. Otro título, este de 2006, lo recordaba así: Albert Camus. Cómo resistir al aire del tiempo.

Jean Daniel no solo resistió al aire del tiempo. Él mismo ha sido el aire del tiempo. Interlocutor e incluso emisario de grandes figuras de la política mundial, testigo privilegiado de grandes acontecimientos históricos y cronista siempre atento y lúcido de la realidad, con su muerte deja un vacío insondable. “Primero mediterráneo, después francés y después judío”, como se definía a sí mismo este undécimo hijo de una familia judía residente en Bilda, al pie del Atlas de la Argelia francesa, Jean Daniel ha vivido una vida casi tan extensa como intensa. Ha muerto casi a los 100 años de edad. Y lo ha hecho recordando como siempre a Albert Camus: “Pese a ella y pese a mí, moriré a la izquierda”.