Hoy en día se echa en falta en la política de las fuerzas de progreso los análisis estratégicos y vemos la práctica política como una sucesión de tácticas coyunturales, sin el necesario análisis de las correlaciones de fuerzas existentes que determinen los objetivos estratégicos prioritarios.

Si hacemos un análisis de la correlación de fuerzas podríamos observar, en primer lugar, que estamos inmersos en una situación internacional dominada por la globalización, fundamentalmente del capitalismo financiero, que actúa sin reglas al haberse liberado y haber superado los controles de las regulaciones estatales.

Todo ello ante la inacción de las organizaciones internacionales o de los espacios políticos supranacionales existentes, como podría ser la Unión Europea, que podrían intentar establecer o acordar con otras potencias económicas regulaciones básicas frente la globalización de los mercados. En vez de esto, se han limitado a repercutir sobre la ciudadanía los efectos de la globalización y de sus crisis.

También hay que remarcar la carencia de reacción de las fuerzas progresistas para hacer frente a la globalización y plantear alternativas estratégicas globales para intentar regular este fenómeno mediante normas lo más globales posibles. A la vez, ha surgido por todas partes una respuesta reaccionaria de movimientos que fomentan los nacionalismos excluyentes. Estos movimientos profundamente reaccionarios dan cobijo a todos los miedos de muchos sectores sociales que ven afectadas sus expectativas de futuro. Se trata especialmente de clases medianas que ven peligrar su "estatus actual", pero también de muchos sectores de clases trabajadoras o populares que, ante la carencia de expectativas, se acercan a posiciones que les prometen protección frente a enemigos externos o competidores laborales como pueden ser los migrantes.

En este momento, las fuerzas progresistas europeas tienen que definir como objetivo estratégico fundamental cómo hacer avanzar el marco europeo en un sentido de profundización federal que permita políticas conjuntas y coordinadas para afrontar la globalización en beneficio tanto de las clases trabajadoras como del conjunto de la ciudadanía de los países europeos. Es en el ámbito europeo donde las fuerzas de izquierda y de progreso tienen que establecer el centro de sus objetivos estratégicos. Ya hemos comprobado en el caso de Grecia que no es posible una salida rupturista en un solo país. Por cierto, hay que denunciar cómo el gobierno de Syriza --tan aplaudido en su momento por la izquierda alternativa-- ha sido abandonado y silenciado en el momento de gobernar la dificultad.

Bajando al ámbito español podemos decir que las fuerzas de izquierda están viviendo una situación coyuntural favorable pero muy débil con el gobierno de Sánchez. Es un gobierno que sobrevive gracias a fuerzas no estrictamente de izquierdas y algunas de ellas claramente de derechas. Factores coyunturales como (y especialmente) el miedo al advenimiento hegemónico de una derecha radical con sectores ultraliberales y otros nacionalistas reaccionarios radicales han hecho que apoyar el gobierno de Sánchez sea el mal menor. Pero no hay duda de que es un momento puramente coyuntural. Son más los contras que los pros lo que mantiene la circunstancial mayoría del Gobierno de Sánchez.

Sería preciso que las fuerzas políticas de izquierdas y de progreso y las organizaciones sindicales y sociales fueran conscientes del marco global en que estamos situados. No son momentos para aventurarse, sino para tratar de jugar la única carta posible.

Conseguir que se implante la agenda social en la parte que sea posible, se tiene que ser exigente con el gobierno para que no pierda el tiempo y actúe, pero sabiendo que no todos los apoyos en el gobierno son de izquierdas. Se tiene que actuar con solvencia y rapidez para poder llegar a las próximas elecciones generales en las mejores condiciones que puedan garantizar un futuro gobierno de progreso y el alargamiento de una coyuntura favorable mientras no sean posibles los necesarios cambios estructurales en el conjunto de Europa. Y todo esto, al azar de la evolución de la situación económica internacional.

Hay que evitar en el momento actual acciones políticas que ni son fundamentales ni potencian la unidad de las fuerzas de progreso. Hoy, la contradicción principal está en evitar la hegemonía de la derecha reaccionaría y del crecimiento de la ultraderecha xenófoba. Lo que hace falta es luchar para preservar y profundizar los derechos constitucionales y ampliarlos en el sentido de los valores republicanos de más igualdad, libertad, fraternidad y solidaridad. "La cosa" (los valores republicanos) es más importante que el nombre de "la cosa", y más en un momento de fuertes vientos de “fronda” reaccionaria.

Es muy importante que le demos toda la relevancia que tienen a las elecciones europeas del mes de mayo. Habría que repetir de nuevo que es en Europa donde se da la contradicción principal y donde se juega la posibilidad de abrir un espacio de cambio estructural. Pero, desgraciadamente, las expectativas no son las más favorables para el europeísmo de progreso. Y el incremento de fuerzas euroescépticas en el Parlamento europeo sería una muy mala noticia.

Sería positivo que, al margen de la batalla política cotidiana, las fuerzas de izquierdas y progresistas reflexionaran a fondo analizando el conjunto de la situación actual desde el ámbito más general al más concreto y las correlaciones de fuerzas realmente existentes. Todo ello para tratar de articular un "bloque de progreso" que tenga estrategias claras de actuación que nos eviten fracasos innecesarios. Tanto en el marco estatal, como europeo e internacional.