Del triunfo de las candidaturas ecologistas en las elecciones municipales francesas se pueden extraer algunas lecciones determinantes para el futuro de la izquierda, y no solo en Francia. El partido Europa Ecología Los Verdes (EELV), que ya irrumpió en las europeas del año pasado, convirtiéndose en la tercera fuerza política francesa, gobernará ciudades tan importantes como Lyon, Marsella, Estrasburgo, Burdeos (en manos de la derecha desde 1947), Poitiers, Tours o Besançon.

Hasta ahora, los verdes solo dirigían una ciudad mayor de 100.000 habitantes, Grenoble. La ola verde ha alcanzado también a otras capitales, donde ha ganado el Partido Socialista (PS), pero coligado con EELV o con programas de alto contenido ecologista, como ha ocurrido en París, Rennes o Nantes.

Estos resultados significan que el segundo país de la Unión Europea sigue la estela de Alemania, con un partido verde muy fuerte desde que se convirtió al pragmatismo centrista, y auguran también un futuro distinto para los partidos de izquierda. La izquierda será ecologista o no será. Con una socialdemocracia en crisis en Alemania y en Francia, la izquierda no tiene otra opción que aliarse con los verdes para formar una coalición fuerte que haga frente a la derecha en unos tiempos en que la pandemia del covid-19 y la crisis del cambio climático van a ser determinantes en el inevitable cambio de prioridades en la política. 

Lo ha visto muy bien el líder de Mayo del 68 Daniel Cohn-Bendit, exdirigente de EELV y exeurodiputado por Alemania y por Francia, cuando ha declarado que “la matriz que estructura hoy la reunificación de la izquierda es la ecología política”. En Francia, la fusión es más necesaria porque el PS es un partido moribundo tras el fracaso de la presidencia de François Hollande. Por eso, el actual secretario general del PS, Olivier Faure, está dispuesto incluso a apoyar a un candidato ecologista –posiblemente, el eurodiputado Yannick Jadot-- en las elecciones presidenciales del 2022.

Otra razón para la alianza es que Emmanuel Macron, pese a asumir planteamientos ecologistas, no parece que vaya a variar sustancialmente su política, orientada hasta ahora más a la derecha que a la izquierda, tras haber prometido que no sería ni de derechas ni de izquierdas o que sería de derechas y de izquierdas a la vez. Macron acaba de nombrar un primer ministro, Jean Castex, que siempre ha militado en el partido de la derecha, Los Republicanos, y que fue colaborador de Nicolas Sarkozy en el palacio del Elíseo. Sucede a Édouard Philippe, que también procedía de la derecha. 

Ante el nuevo protagonismo de los verdes en los dos principales países europeos, sorprende la inexistencia en España y en Cataluña de un movimiento similar. Las causas son diversas. Una de ellas es la pervivencia hasta hace un lustro de un bipartidismo sin fisuras, con un partido socialista que había incorporado reivindicaciones verdes, pero siempre en tono menor, nunca como prioridad. Lo mismo ocurría con Izquierda Unida. Entre este enmascaramiento de la vía ecologista en los grandes partidos y las divisiones entre los verdes propiamente dichos, el movimiento se fragmentó en pequeños partidos sin influencia. Únicamente Equo ha alcanzado cierta relevancia, pero no la suficiente para competir en solitario y por eso ha tenido que refugiarse en coaliciones.

Otra de las causas de la irrelevancia verde hay que encontrarla en la menor sensibilidad ecologista en España, donde la líneas de fractura entre los partidos siguen siendo la social de izquierda/derecha y la nacional o territorial del centralismo/nacionalismo periférico. En este esquema, el mantenimiento por parte del PSOE de una fuerza considerable en el terreno de la socialdemocracia –a diferencia de en Francia y, en parte, en Alemania— ha impedido también el nacimiento de un ecologismo electoralmente fuerte.

La fortaleza del ecologismo en Alemania y Francia, como fenómeno de ruptura con los partidos tradicionales, puede comparase a lo que en España se denominó la “nueva política”, pero aquí no fue encarnado por los verdes, sino por Podemos y Ciudadanos, que son las formaciones que recogieron la insatisfacción del electorado con el bipartidismo.

Hasta ahora, la ola verde ha pasado de largo por España, pero no podrá ser por mucho tiempo, ya sea en forma de partido o con la presencia cada vez mayor de las reivindicaciones ecologistas en los programas de las fuerzas políticas, al menos de las de izquierda. La lucha contra la emergencia climática, cada vez más presente en nuestras vidas, no admite más dilaciones.