Hace tropecientos años que no voy a Lleida por Nochebuena. La tarde de Navidad siempre ha sido la mejor, de la que guardo recuerdos más agradables, sin duda. Al margen de estar con la familia, que siempre es agradable, porque a mi generación cada año le queda menos. Tengo amigas que odian estas fiestas, porque el peso de los muertos supera al de los vivos.

Hoy no puedo viajar, pero no porque no quiera. Al mal tiempo, buena cara. Me gusta ver la botella medio llena; medio vacía la ven los cenizos. Y como no puedo ir a Lleida, Lleida vendrá a Granollers. La distancia siempre ha sido la misma. No tengo que disculparme, ya me gustaría a mí ir.

Hoy la situación política es endiablada por culpa de alguien que está desaparecido. No voy a hablar de él, porque tiene lo que se merece --no me gusta hacer leña del árbol caído--, y lo siento. Espero que no tengamos que añorar al registrador de la propiedad, que ahora está viviendo una segunda juventud. Tiene claro que no volverá a la política.

No me fío de Pedro Sánchez, porque hace cuatro años apareció con una bandera nacional enorme que disgustó a los suyos, porque sentimentalmente se consideran republicanos; pero, desde diciembre de 1978, han aceptado por pragmatismo la enseña nacional porque en 1980 adoptó el escudo de la Segunda República. Desgraciadamente, Sánchez cada vez me recuerda más a Zapatero.

Los cronistas de la Villa y Corte dicen que la noche de Reyes el protagonista, Oriol Junqueras, dirá el sí, quiero a Sánchez y habrá abstención ERC. Pero la legislatura será tan breve como la del finado por la sencilla razón de que los indepes republicanos son más coherentes que los neoseparatas de CDC. Prefieren no tener a Vox en el Gobierno.

Carles Puigdemont sí lo prefiere, porque su filosofía estratégica es la del cuanto peor, mejor. Es la estrategia de los alucinados que lo siguen como una secta. Se entiende que los alucinados de la CUP (que me perdonen las pocas alucinadas, que conozco, que no lo son).

Pero tengo mis dudas de que ERC se abstenga. Creo que sí, aunque eso puede dificultarle ganar las catalanas, que asoman como las orejas de lobo antes de Sant Joan. Estoy satisfecho de no haber votado en las últimas generales, pero esta vez iré votar, por lo civil o lo militar, a las catalanas. Aunque no sé a quien.