Hace unos días se celebró la primera edición del Congreso sobre Talento y Conocimiento (Talent &Knowledge Congress), con tres ponencias que ponían en el centro a las personas y que estaban centradas en cultura organizacional y talento, intangibles y capital intelectual e innovación y tecnología.

Las conclusiones del congreso fueron elaboradas por una plataforma basada en inteligencia artificial (IA) que, después de analizar los vídeos, sacó su propio mapa conceptual. Los ponentes de los tres ejes hicieron lo propio con su “inteligencia humana”. La inteligencia artificial y la humana coincidieron en las conclusiones y curiosamente pusieron en el centro la ética y los valores.

Mis conclusiones fueron que la empresa había elaborado algoritmos éticos y que el conocimiento más los valores equivalen a la sabiduría, más allá de los algoritmos.

Nuestra generación tiene un coeficiente intelectual (CI) tres puntos más alto que la anterior. Pero ¿cuál es el CI de Alexa? Las IA pueden leer millones de páginas por segundo, pero esto no es sabiduría. La sabiduría es la combinación de conocimientos, experiencias y valores.

Steve Polyak fue un neuroanatomista y neurólogo estadounidense que es conocido por sus posicionamientos al respecto de la inteligencia artificial y que decía: “Antes de trabajar en inteligencia artificial, ¿por qué no hacemos algo sobre la estupidez natural?”.

La ética y los valores son fundamentales en este mundo biológico y ahora también digital, pero no olvidemos que somos las personas quienes diseñamos los algoritmos y que el mundo digital no deja de ser un reflejo del analógico.

Es por ello por lo que la humanidad empieza a entender que todos estos avances nos afectan a todos y requieren de acuerdos globales. Los 193 Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) han aprobado la primera recomendación mundial sobre ética de la inteligencia artificial, que aconseja a todos los países preparar sus sistemas educativos para promover la adquisición de “competencias previas” para la educación en materia de IA, como la alfabetización básica, la aritmética elemental, las competencias digitales y de codificación y la alfabetización mediática e informacional, así como el pensamiento crítico, el trabajo en equipo, la comunicación, las aptitudes socioemocionales y las competencias en materia de ética.

Es decir, alfabetización digital para evitar brechas entre personas, pero también para poder educar las IA con valores. Ser o no ser digital, esa es la cuestión. Que ser analógico sea un acto voluntario y no por analfabetismo digital.

Y en esta línea empezamos a ver litigios, empresas de auditoría de algoritmos y regulación y códigos éticos. Empezaremos a ver más testimonios como los de la exempleada de Facebook que testificó que la empresa utilizaba los algoritmos en beneficio propio sin ética. El algoritmo de las redes es simple: “Cuanta más desinformación, odio o morbo, más se emocionan los usuarios y más reacciones, más tiempo de consumo y, por tanto, más rentabilidad”.

Como decía Asimov: “Si el conocimiento crea problemas, no es a través de la ignorancia que podamos resolverlos”, así que utilicemos una de las 12 inteligencias descritas de los humanos para utilizar la IA con sabiduría.

En la era del humanismo tecnológico, cuidado con los tóxicos, troyanos y trolls y rodeaos de Sinergentes que siempre suman aptitudes, conocimientos y valores.