Hace tres meses, cuando el magistrado del Tribunal Supremo Pablo Llarena decidió la prisión para Oriol Junqueras y el exconseller de Interior, torcí la nariz no porque me importe el futuro de los encausados sino porque pensé que la olla a presión de la campaña de presos políticos, lazos amarillos, y fugados a Flandes iba a fortalecerles. El déjà vu del renacer de que Franco no estaba muerto, que estaba de parranda, y se había encarnado en otro gallego. Había cambiado de residencia, del Pardo a la Moncloa.

La terquedad, en negativo (la perseverancia, en positivo), es una seña de identidad de la psicología catalana. Se sea indepe o constitucionalista, es el humus ambiental. El catalán es un pueblo sentimental. No tenemos un frecuente Rh negativo étnico, como los vascos, porque los catalanes somos de mil leches; pero que no nos toquen el pa amb tomàquet y pernil (a preferir: tostado y con ajo).

Creando la posverdad (la mentira) de que el movimiento constitucionalista es la actualización del Movimiento Nacional 2.0. Ya estaba Lluís Llach para poner la música de L'Estaca. La letra ya la ponía la nueva fugada a Suiza, Anna Gabriel. La sexta huida. Con amigos así, los Junqueras no necesitan enemigos para continuar en Estremera.

Esta representación teatral dio sus frutos el 21D. Las elecciones las ganó Inés Arrimadas, gracias al voto útil, el tirón del prófugo atrajo más a los indepes que el preso de Estremera gracias a ese imaginario colectivo sugestionado por el encoñamiento de la República virtual declarada la noche que el fugado a Bruselas se le olvidó dar la orden al ujier de arriar la enseña nacional del mástil del Palau de la Generalitat.

El único efecto positivo del intento de romper España ha sido este despertar del orgullo nacional anestesiado

Estos frutos eran los que temía. Empero, esta movilización masiva no consiguió decantar a su favor el porcentaje de votos. Los indepes no pasaron del 47%, porque la banda de Pablo se ha quedado sin la orquesta del sudamericano Machín. Pese a los palos que teníamos en la retina del primero de octubre gracias a la objetividad de TV3. Cada día, el recordatorio de una dosis de porras por el Telenotícies...

Este jaque a la Constitución no podía ser un jaque mate porque su declaración del tres de octubre a la nación legitimó a Felipe VI como rey constitucional, igual que el 23F legitimó a su padre.

El único efecto positivo del intento de romper España ha sido este despertar del orgullo nacional anestesiado con esa miríada de banderas nacionales en los balcones, y la letra del himno de Marta Sánchez convertida en la Madeleine española del Teatro Real que le pedirán sus fans que cante para cerrar sus conciertos.

La justicia será muy dura con quienes han atentado contra la ley. Será inflexible. Lo digo yo, lego en cuestiones jurídicas, pero gato viejo en las políticas, porque si hay algo con lo que no se puede jugar es con la supervivencia de España, cualquier Estado democrático tiene poderosas armas legales de defensa, porque no solamente son las leyes sino es la voluntad mayoritaria de sus ciudadanos.

El principio del británico Hobbes sirvió tanto para una monarquía absoluta, como la inglesa hace tres siglos, como para una monarquía parlamentaria española, como para la República francesa, alemana, italiana, belga o estadounidense.

Para un Estado, igual que un individuo, la supervivencia es su instinto básico.