Ante la visión de un hippie, un anciano proclamaba “¡Esto es el acabose!” a lo que Mafalda le respondía: “No exagere, sólo es el continuose del empezose de ustedes”. La afirmación del inolvidable personaje de Quino puede seguir vigente en muchas de las cosas que hoy vemos y oímos que suenan con frecuencia a fin de ciclo. Desconozco si es cierto que Ferrovial no informó al Gobierno de su decisión de cambiar de sede; da igual. Lo que resulta increíble es que los habitantes de La Moncloa no supieran nada, teniendo en cuenta la cantidad de gente que interviene en una decisión de este tipo. Y si fuese así, es decir, que estaban in albis, es que son mucho más estúpidos de lo que creía.

Nunca faltan cosas para sorprendernos. Algunas incluso de tono cutre y chocarrero, como lo del diputado apodado Tito Berni, un alias que evoca más a un picaresco malandrín o a un capo de la Cosa Nostra que a un legislador. Madrid siempre fue un hervidero, y ahora también. Solo faltaba lo de Ferrovial para que desde el Gobierno se apele al “patriotismo”, aunque sea económico, palabro que provoca raras reacciones y hasta cierto sarpudillo por eso de que “patriotismo, ni el constitucional”, con permiso de Jürgen Habermas. Una apelación patriotera dicha por quién presidirá una Europa donde es norma la libre circulación de personas, mercancías y capitales además de prevalecer el criterio de que sin mercado no hay democracia. Pero así nos entretenemos con estas y otras fruslerías.

Es fácil recurrir a la política de gestos: en Cataluña hay cierta especialización. Sin ir más lejos, el reiterado plantón al Rey de la candidata de los comunes a la alcaldía, Ada Colau, y el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, cada vez que tiene un evento en Barcelona; aunque luego se vayan a cenar con él, como si quisieran aprovechar para comer caliente. En resumen, un desplante más que invita a preguntar si no sería posible, al margen del protocolo, prescindir de actos de esta índole que eviten estas patochadas para tranquilidad de los ciudadanos. La ventaja que tiene el Govern es que apenas se puede hablar de él porque se limita a hacer nada, con una inmensa capacidad de inoperancia e inactividad, sea en educación o sequía.

Tal vez por ello, una ciudad mucho más pequeña que París o Berlín, se ha convertido en centro de atención e interés general, mientras llueven encuestas. Eso sí, confirman una tendencia: un apretado resultado en el que ERC parece la formación más perjudicada con Xavier Trias en cabeza de la carrera. El pragmatismo de los republicanos para ser lo más de todo puede acabar llevándoles a ser nada o poca cosa, puro carlismo.

También debería hacérselo mirar el PSC, donde reina el ambiente de que Jaume Collboni, “al que hay que ayudar”, no podrá aspirar a gran cosa más allá de repetir como teniente de alcalde, como si el claim de campaña fuese “Virgencita que me quede como estoy”. Y debería reflexionar sobre esa actitud funesta para sus intereses de admitir que ERC es un partido de izquierdas; o sobre querer pescar simultáneamente en distintos caladeros: con Maria Eugenia Gay por el centroderecha barcelonés de afinidad convergente y con Lluís Rabell por la izquierda colauista. El discurso no puede ser el mismo.

Tampoco le arriendo la ganancia a Xavier Trias: se le avecina un interesante conflicto con los derechos electorales sobre la presencia en los espacios gratuitos en la radio y televisión públicas en manos del PDeCAT al decir de gentes del mundo exconvergente. Tanto este partido como Lliures, PNC, Convergents o Lliga se declaran herederos de aquello, aunque carezcan de una figura representativa capaz de encabezar una candidatura por Barcelona. El problema añadido es que en las listas caben los que caben y es más que difícil encontrarles un hueco con posibilidades de llegar a ser concejal.

Mientras tanto, se habla poco de un programa de ciudad, aunque luego nadie lo lea, pero que pueda resumirse en unas ideas fuerza y se generaliza en algunos ambientes la idea de que Barcelona es una ciudad caótica donde pasear por algunas zonas es poco menos que un deporte de riesgo. Es normal así que el viernes se dieran cita un centenar de entidades de eso que se conoce como “sociedad civil”, para hacer público un extenso documento que entregaron a los candidatos de los principales partidos; menos a Ada Colau que no acudió a la cita, seguramente porque estaba conciliando. Aun reconociendo que la capital catalana tiene predicamento en el ranking de las grandes ciudades, la idea subyacente es la de un todos contra Colau, feliz de ver como se polariza la carrera electoral entre ella y Xavier Trias, al tiempo que agita el fantasma de la sociovergencia que nunca existió.

Queda tiempo hasta el 28M para que muchos, por encima de ideologías o afinidades partidistas, puedan decidir cuál será su voto útil. Veremos un sinfín de encuestas, idas y venidas de líderes políticos, los socialistas seguirán confiando en el tirón de Pedro Sánchez y su Gobierno, los republicanos haciendo de todo en torno a lo que diga Oriol Junqueras, “El Líder” para sus más próximos, los comunes agitando las redes y atando votos… Al final, podemos ver mesas a la puerta de los colegios electorales vendiendo pinzas para la nariz de quien no tenga claro qué hacer o lo tenga mucho. Un negocio redondo de patriotismo electoral.