Se comprende que quienes quieren una república rechacen la monarquía. Sólo que lo hacen con malas artes. En lugar de explicar las virtudes de su república, cargan contra el monarca, que es el Jefe del Estado de todos (artículo 56-1 de la CE). Según Pere Aragonés, vicepresidente del Govern, Felipe VI “ya no debería ser rey porque la monarquía no debería de existir”. Así de  contundente.

La tienen tomada con Felipe VI sin razón alguna. La trayectoria del rey en sus funciones de Jefe del Estado ha sido constitucionalmente impecable, y ese es el principal reproche de los secesionistas, puesto que, en el fondo, lo que rechazan es la Constitución, a la que consideran un dogal para Cataluña. Pero moviliza más combatir un símbolo personal que una norma.  “Abajo la Constitución”  suena frío, “abajo el rey”  --cabeza abajo lo ponen en sus pasquines-- calienta más. Han creado una emoción antimonárquica para sus seguidores con el fin de que sirva de ariete contra el Estado.

Pretenden que los catalanes fueron ofendidos y despreciados con el mensaje institucional del 3 de octubre de 2017. Como siempre, los secesionistas se tienen por el todo, cuando  sólo son una parte (minoritaria) de los catalanes, muchos de los cuales se sintieron, por fin, confortados después de los gravísimos hechos de aquellas semanas aciagas.

El discurso del rey fue una intervención obligada, acorde con su función de  “hacer guardar la Constitución y las leyes” (artículo 61-1 de la CE) y cargado de verdades como puños. Releamos algunos de los párrafos que a ellos tanto molestaron y a la mayoría tanto tranquilizaron:

“Desde hace ya tiempo, determinadas autoridades de Cataluña, de una manera reiterada, consciente y deliberada, han venido incumpliendo la Constitución y su Estatuto de Autonomía” (…). “Con su decisiones han vulnerado de manera sistemática las normas aprobadas legal y legítimamente, demostrando una deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado. Un Estado al que, precisamente, esas autoridades representan en Cataluña” (…). Por todo ello (…) es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones, la vigencia del Estado de Derecho y el autogobierno de Cataluña”.

¿Dónde están la ofensa y el desprecio? Hubo flagrante incumplimiento de la Constitución y del Estatuto de Autonomía. Vulneraron sistemáticamente la legalidad y su deslealtad había desbordado el marco de la ética y devenido ya un ataque frontal contra las instituciones del Estado y contra las estatutarias de Cataluña. Era necesario, pues, poner remedio a aquella situación insostenible y es lo que señaló el Jefe del Estado, sin precisar el cómo; eso competía a los otros poderes del Estado.

Nunca han intentado demostrar que hubiera sinrazón en las palabras del rey. En cambio, las han respondido con descalificaciones, desplantes, boicots, pitidos y abucheos en la calle, declaraciones de “persona non grata” en municipios, reprobaciones en el Parlament, etc., abusando de las libertades de la democracia y de la contención del Jefe del Estado, que soporta con paciencia su desmadre.

¿Por qué esa inquina contra Felipe VI, que se recrudece cuando pierden terreno, como ahora con la crisis omnipresente de la pandemia que los reduce a anécdota del pasado?  La explicación se encuentra en la Constitución.

Establece el artículo primero que “la forma política del estado español es la Monarquía parlamentaria”, de donde se deduce que el monarca es un pilar fundamental del Estado, luego --piensan-- derribando el pilar se derrumbará el Estado y emergerá la república catalana.

Así de loca e infantil es la estrategia de los ideólogos del secesionismo, que imitan el toque de trompetas de los sacerdotes ante los muros de Jericó, esperando que se venga abajo el Estado.

La inquina sectaria de los secesionistas hacia Felipe VI, secundada en ocasiones por el izquierdismo populista, es una invitación a los demócratas a defender la institución constitucional. El destino último de la monarquía será el que los españoles decidan, no el que quieran imponer los secesionistas.

De momento, no podemos si no compartir el juicio del historiador Jordi Canal: “Existe mucha más libertad y democracia en la España de Felipe VI que en la república catalana imaginada de los Quim Torra, Carles Puigdemont, Toni Albà o Lluís Llach”… y Oriol Junqueras.