Miren detrás de su iPhone: "Designed by Apple in California Assembled in China". Qué prefieren hacer ustedes, diseñar desde el confort y generosos sueldos de una empresa en California, o ensamblar teléfonos en una cadena de montaje de Shenzhen en el sur de China.

Innovación es ventaja competitiva y prosperidad. Estados Unidos, y California en particular, son los ejemplos más claros. Y así de claro lo tenían los padres de la patria americana (los famosos founding fathers) cuando diseñaron la Constitución de Estados Unidos en 1787 --en plena Ilustración y en los albores de la (primera) revolución industrial-- y proclamaron el principio fundamental de que para promover y fomentar la innovación y la creatividad había que regular y proteger la propiedad industrial (patentes y marcas) e intelectual (derechos de autor).

Es decir, si querían convertirse en una sociedad innovadora y creadora, debían proteger y regular los frutos de las creaciones intelectuales. Desde el primer día lo tuvieron claro, y esos principios consagrados en su Constitución (para fomentar hay que regular y proteger) han impregnado toda la sociedad americana hasta el día de hoy. Y no es por exagerar, pero esa primera piedra explica en buena medida los éxitos de hoy de Apple o Google. Y si bien es cierto que con la ley no basta para ser innovador, es un primer paso, primero y necesario para crear una plataforma de innovación y creatividad.

Innovación es ventaja competitiva y prosperidad. Estados Unidos, y California en particular, son los ejemplos más claros

En nuestro caso, aparte de que nos ha faltado y falta cultura innovadora, tampoco teníamos las leyes adecuadas para fomentar la innovación. Pero poco a poco nos vamos poniendo al día. La nueva ley española de patentes (Ley 25/2015) supone, por fin, una clara apuesta por la innovación. Y lo supone, a mi entender, por dos motivos. Uno, porque sube el listón de exigencia para la concesión de patentes; únicamente se protegerán aquellas invenciones innovadoras, mejorando el procedimiento de registro y concesión de patentes. Aunque no se lo crean, se concedían muchas patentes que, en realidad, no cumplían con los requisitos legales de protección, es decir, no eran realmente innovadoras ya que no había un examen de fondo para verificarlo. Y ello provocaba abusos y pleitos absurdos. Y, dos, porque se mejora la forma de resolver los conflictos de patentes; se alivia la carga de trabajo de los juzgados mediante la modificación de procedimientos de oposición ante la propia Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM), o mediante la exigencia de demostrar que los modelos de utilidad concedidos cumplen con el requisito de novedad e actividad inventiva. En definitiva, es siempre mejor, más rápido, especializado y barato resolver una disputa ante la propia OEPM que antes los tribunales.

La nueva ley ha llegado tarde, pero ha llegado. Y aunque, como decíamos, con la ley no es suficiente, es condición sine qua non. Es cierto que ya somos competitivos e innovadores en turismo, automoción, infraestructuras o energías renovables, pero es el momento de que la innovación se instale en el ADN de toda la sociedad, del resto de sectores y que empape todo nuestro sistema productivo, sobre todo en la pequeña y mediana empresa.

El boom emprendedor actual que vive el país es una oportunidad de oro para consolidar la cultura de la innovación y creatividad

El boom emprendedor actual que vive el país es una oportunidad de oro para consolidar la cultura de la innovación y creatividad. Miles de empresas y proyectos empresariales se han creado en los últimos años por jóvenes y no tan jóvenes emprendedores. Por lo general, son proyectos disruptivos que intentan transformar sus respectivos sectores de actividad. Tenemos que apoyarles. Se han creado incubadoras, lanzaderas de empresas, foros de debate, clubs de inversores, revistas, programas de radio y televisión, instituciones público-privadas de apoyo al emprendimiento, pero con todo eso no basta. Hace falta cambiar, como sociedad, el paradigma del "que inventen otros".

España no puede ser solo recordada por el Chupa-Chups (Enric Bernat) o la fregona (Manuel Jalón), que está muy bien, pero no es suficiente. Debemos instalar en la mentalidad de toda la sociedad la necesidad y exigencia de la innovación. Pero, claro, y cómo se es innovador. Pues, en efecto, no hay respuestas simples. Pero algunas pistas tenemos. Ahí van mis modestas sugerencias. En primer lugar, me atrevo a opinar, debemos eliminar los prejuicios y recelos del que emprende (empezando por los familiares) y la obsoleta y peligrosa aversión al riesgo simplificada en "un trabajo para toda la vida" y en el "que me quede como estoy". En segundo, debemos informar y educar sobre emprendimiento, ser un emprendedor o una autónomo es una opción profesional válida; padres, escuela y sociedad deben aceptarlo. Nuestra sociedad necesita buenos funcionarios, buenos profesionales, pero también buenos empresarios y emprendedores.

Debemos eliminar los prejuicios y recelos del que emprende (empezando por los familiares) y la obsoleta y peligrosa aversión al riesgo simplificada en "un trabajo para toda la vida" y en el "que me quede como estoy"

Asimismo, urge cambiar la mentalidad picaresca por una que ponga en valor y respete el esfuerzo y las creaciones ajenas. El respeto a la propiedad industrial e intelectual de terceros es fundamental para crear un marco innovador y creador. Asimismo, las empresas deben incluir en sus planes de negocio, recursos, equipo, tiempo y esfuerzo dedicados a la innovación. Y deben pensar a largo plazo. Nada de valor es gratis ni rápido. Hay que esforzarse, que la innovación te encuentre trabajando. Ser innovador exige tiempo, dedicación, y sí, algo de dinero. Hay que adoptar una mentalidad innovadora. Ya que, ¿cuál es la alternativa, ser competitivos por precio o por jornadas de trabajo infinitas?

A diferencia del boom inmobiliario, el boom emprendedor (que ciertamente existe) no va dejar solares vacíos ni créditos impagados, dejará, si es que explota, un importante poso de formación, experiencia, innovación y proyectos empresariales y tecnología que a lo mejor se pueden reciclar en otro momento y proyecto. Por eso, aunque explote, la burbuja emprendedora es positiva para nuestra sociedad. Bueno, salvo para algunos inversores, pero, oye, se lo pueden tomar como una contribución a la innovación patria.