España es un gran país, una vieja nación de naciones, unidas por siglos de convivencia y fuertes vínculos emocionales que no consiguió la libertad y la democracia hasta la Constitución de 1978, con la que recuperaba las libertades cercenadas por el golpe fascista de 1936. Durante muchos años, la leyenda negra ha creado una especie de hispanofobia instrumentalizada por los intereses hegemónicos de Inglaterra y de Francia durante los siglos XVII y XVIII, por el expansionismo estadounidense (Cuba y Filipinas) de finales del XIX, por el criollismo independentista que decidió explotar directamente a sus indígenas y por una izquierda de salón y sus aliados nacionalistas periféricos siempre dispuestos a considerar al Estado Español su principal enemigo, gobernara quien gobernara en Madrid.

España, como todas las potencias coloniales, incurrió en agresiones contra pueblos indígenas a los que subyugó, pero al mismo tiempo hizo importantes aportaciones con la creación de una nueva civilización mestiza. Me toca por deformación profesional detenerme en aquello logros en el campo de las infraestructuras que supusieron la gran aportación española a la historia de la civilización. La ingeniería española desarrolló en la América Hispana los proyectos de infraestructuras más atrevidos de su época, una ingente obra infraestructural que se apoyaba en la creación de ciudades y una red de caminos y hospitales, cuya huella aún perdura.

La ciudad colonial en la época de Nicolás Ovando (1502), gobernador de La Española, creaba un modelo de planificación urbana centrado en la plaza mayor o de armas (el viejo foro), que ubicaba los dos poderes, la catedral y el cabildo. Esta ciudad propició la estimulación del mestizaje y la democracia local basada en la elección de alcaldes y corregidores. A partir de 1535, con Antonio de Mendoza, virrey de México, aparecen las primeras preocupaciones medioambientales, ciudades ventiladas y soleadas, calles anchas que permitieran la movilidad de carros y carruajes, edificaciones de altura no excesiva, siguiendo el concepto renacentista de ciudad ideal. Un ejemplo de lo anterior es el saneamiento y traída de aguas en La Habana (la zanja real) iniciada en 1566. En 1573 se decretó el Plan de ordenamiento urbano de las Indias, que prohibía ocupar asentamientos de indios para fundar ciudades.

Sin duda, en estos momentos difíciles es bueno recordar que formamos parte de una gran nación, cuya huella cambió el mundo y que ahora más que nunca hace falta reconstruir un nuevo proyecto español, plural, solidario y superador de egoísmos identitarios

Para que las ciudades pudieran desarrollarse en plenitud era necesarias vías de comunicación estables que las conectaran entre sí. Se puso en marcha, como nunca antes en la historia, una red de caminos reales que conectaban México capital con Veracruz y Acapulco, del Atlántico al Pacifico y el Camino Real de Tierra Adentro, ruta comercial de 2.650 kilómetros que cruzaba México de sur a norte. En América del Sur, la conexión Lima-Venezuela a través de los Andes ecuatorianos y el Alto Perú, que a través de 3.000 kilómetros unía Lima con Córdoba y Buenos Aires. Es de destacar que el primer ferrocarril en la América Latina y también de España fue la línea La Habana-Güines en el año 1837.

Una parte importante del esfuerzo público, privado y eclesiástico se preocupó en construir un cierto grado de bienestar social. Entre 1503 y 1550 se construyen unos veinticinco grandes hospitales, el primero en Santo Domingo, y la primera cátedra de Medicina en la Universidad de México data de 1551; la América anglosajona tuvo que esperar a 1765. Durante la época española se crearon 23 universidades de las que salieron hasta la independencia más de 150.000 licenciados (mestizos, mulatos y criollos). Una diferencia esencial con otras colonizaciones es que España concibió un sistema educacional pensado también para la población autóctona incluyendo la creación de cátedras de lenguas indígenas.

Sin duda, en estos momentos difíciles es bueno recordar que formamos parte de una gran nación, cuya huella cambió el mundo y que ahora más que nunca hace falta reconstruir un nuevo proyecto español, plural, solidario y superador de egoísmos identitarios.