Mi tendencia natural es ver la botella medio llena. Soy optimista. Hay quien dice que tras el 21D todo está igual que el día anterior. Sin embargo, todo es diferente, y sensiblemente a mejor. Aunque aparentemente parezca que vivamos instalados en el día la marmota. No es así.

Para los demagogos, ahora se llama populismo, es lo mismo el pintor de brocha gorda que el pintor de pincel y acuarela. Es como el que no sabe distinguir un Vega Sicilia de un Don Simón porque le pone, en versión tinto de verano, gaseosa La Casera.

El panorama político que nos ha dejado el último jueves es un nudo gordiano en el que, como dijo Alejandro Magno al conquistar Anatolia (la actual Turquía), "tanto monta cortar como desatar". Frase que mil setecientos años después empleó el rey Fernando el Católico al desposarse, en Cervera, con la reina Isabel constituyendo la primera unidad de España, en el siglo XV, con la unión de las coronas de Castilla y de Aragón, y su "tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando".

Lo traduzco al presente: que Ciutadans haya sido el partido más votado es importante de cara el exterior porque Europa ve que ha ganado el partido más radical, nacido en Cataluña, contrario al separatismo.

Es importante pero, paradójicamente, es una anécdota (para el PP es una amenaza, y para los separatas, una espina en el estómago) porque, si ERC no hubiera querido romper con los exconvergents, hubieran sumado. Si más o menos, nunca se sabrá...

Es cierto que los indepes suman setenta escaños y, por lo tanto, aunque dos menos que antes, tienen la mayoría absoluta.

El nuevo Govern será de corazón igual de indepe, pero estará muy lejos de restituir la república abortada

Si Cataluña fuera circunscripción única, los tres partidos indepes sumarían 67 escaños, y el bloque no separatista, 68. La mayoría absoluta. Pero como Cataluña no la tiene, no hay que darle más vueltas, pero sí para recordar el retrato exacto de la realidad sociológica: hoy como en 2015, los indepes sumaron el 47,50%, cinco puntos menos que los que no quieren romper España.

Y eso que nunca se había producido una ventaja tan favorable a los intereses independentistas, con una parte del ex Govern en prisión y otra en el autoexilio en Bruselas. Han jugado con el sentimiento de sus votantes sobre la represión, pero saben perfectamente que la actuación de los jueces les ha dado alas por esa dialéctica de brocha gorda de equiparar al Estado democrático con el Estado franquista. Hay que ser muy terco para comulgar con ruedas de molino.

El cambio sustancial entre hoy y el 20D es que los indepes ya son como los gatos: han sido escaldados y del agua hirviendo huyen. No quieren volver a prisión, y el poder de la CUP --que necesitan para tener la mayoría absoluta-- es sensiblemente menor porque han aprendido la lección.

El nuevo Govern será de corazón igual de indepe, pero estará muy lejos de restituir la república abortada.

La banda de los cuatro de la CUP serán los pepitos grillos del Parlament de la mano de Carles Riera. JxCat y ERC serán durante toda la legislatura unos botiflers.