Elecciones catalanas. Y el Gobierno central del Estado manda de candidato por el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) al ministro de Sanidad de España. Con la que está cayendo en España en el apartado sanitario mandan fuera al ministro. Por Dios, qué gran error. Se irá el equipo sanitario. Los que han aprendido lo que es la pandemia y cómo darle respuesta. Final. Nuevo equipo, nuevo ministro… preludio de un gran desastre. Te luces Pedro Sánchez. El ciudadano español no te lo va a perdonar. Jamás. Salvador Illa casi seguro que no será President, pero ahí va, a hacer méritos. El ministerio le ha venido grande. Demasiado grande con el Covid-19. A Cataluña se va. Despacito. “Camina lento, no te apresures, que a donde tienes que llegar es a ti mismo” le auguró José Ortega y Gasset.

Ya han pasado varios presidentes por Cataluña. Casi todos, o todos, tienen algún problema con la Justicia. Mirando hacia atrás, Torra, Puigdemont, Mas, Pujol… problemas con la Justicia. Pues el incompetente ministro de Sanidad quiere suceder a esos cuatro ejemplares. Sin caer en sectarismos nadie entiende, y menos en Cataluña, la designación de Illa. Sin hablar de primarias. Prima el dedo de Sánchez. ¿Se ha preguntado Illa a dónde va y qué propósito lleva? ¿Él lleva algún propósito? Seguro que ya se lo ha marcado Sánchez. Seguro fracaso. Debería pensárselo bien, señor Illa. Más que un premio para Illa, parece una ofensa para la Presidencia de la Comunidad de Cataluña. Recordamos que no hace tantos años el ministro Sancho Rof se peleó con el bicho del aceite de la colza y tras su pelea desapareció. Se fue a su casa. No intentó presidir a su comunidad gallega. A casa. Hasta hoy. Tuvo pudor y vergüenza. A Illa no se le ve nada de esto.

Salvador Illa ha sido un incompetente al mando de Sanidad. Lleno de falsedades. Ha mentido hasta lo imaginable. Desastre. Sánchez lo manda a Cataluña. Empieza la debacle de Sánchez. Al tiempo. Illa se guarda bajo su traje de hipocresía. Aparenta educación y buen rollo. Nada de eso. Hipocresía. La prueba fue su defensa del estado de alarma en el Congreso del pasado 15 de octubre. Madrid queda cerrado. Lo cerró en contra de la sentencia de los tribunales. Insultó, faltó a la verdad e injurió. Y eso que el ministro de Sanidad está de adorno en España. Aun así. Tenía que pasar el examen ante el presidente Sánchez. Lo pasó con aprobado. Entonces, Sánchez se levantó y se largó. Nada de escuchar a la oposición. Desprecio total. Sánchez se fue e Illa ganó el puesto de candidato. Aunque lo negara tres veces.

Porque Illa lo niega todo. Niega hasta la existencia de la pandemia. Lo negó en febrero y en marzo pasado. Lo olvida hoy cuando ya deberíamos estar confinados como Alemania e Inglaterra. De este nuevo retraso el culpable es el ministro (todavía) Illa. ¿No aprendió de su desastre de primavera? Parece que no. Mientras Europa cerraba con urgencia los vuelos con el Reino Unido tras descubrirse una nueva cepa de contagio, en España se tardó tres días en cerrar el espacio aéreo. Llegó el virus inglés y ya se extiende a gran velocidad. Grave error del ministro Illa. Y si el Gobierno no hace caso se dimite, señor Illa. Para lo que le queda… hubiese conservado cierto prestigio, si le queda algo. Así ya no le queda nada. Usted es el culpable.

Estamos otra vez en una grave situación. Muy grave, según comentan en los hospitales madrileños. En España, a pesar de la gravedad de la situación, el Gobierno sigue sin tomar el mando de la sanidad nacional. Los gobiernos de las autonomías siguen cada uno a su aire.  Desastre en el confinamiento. Y ahora, mayor desastre con las vacunas. Confuso y desigual. E Illa sigue al mando. A la cabeza del desastre sanitario. Y quiere gobernar Cataluña. A lo peor es la fórmula de Sánchez de quitárselo de encima y del ministerio. Si España se vuelve a encerrar, Illa sobra. Desde el principio.

Una prueba. Las últimas encuestas coinciden en mostrar la caída de apoyos de los partidos PSOE y Podemos, los partidos del Gobierno. Un aviso. Y la causa principal de la caída es la mala, pésima, gestión del Gobierno en la crisis sanitaria. Ya no hablamos de la economía porque nos desangramos antes de vacunarnos. Y no han salido los datos de las fiestas navideñas. Todo va a peor y, pasadas las fiestas, todavía será peor. Hay alarma sanitaria y el ministro se va. Ver para creer y no echar gota.

En Moncloa ya nadie sabe lo que más cotiza, si el embuste, la falsedad o el narcisismo. Las trampas se entierran y un embuste se tapa con otro embuste. Así día a día, semana a semana. Ya nadie rinde cuentas por nada. No hay poder presidencial. Cada ministro a su aire, con su grupo. Peligro. Demasiados grupos. Gobierno roto. Y, claro, preocupa el resultado electoral de Cataluña. Sueña Pedro con un tripartito donde el PSC decida. Sueña Sánchez. Si ERC no logra gobernar en Cataluña corre peligro el gobierno en Madrid.

Con Salvador Illa se juega Sánchez el futuro. Quiere ganar Cataluña porque Illa está a favor del indulto a los golpistas, a favor de la inmersión y suprimir el castellano. Si controla Cataluña tendrá a ERC a su favor en Madrid. Aumenta la pandemia, no se aceleran las vacunas y crece el hambre. Vamos de fracaso en fracaso. Mal año nos espera. Ni aun siendo optimistas.