En la economía mundial, la industria cada vez tiene menos peso y los servicios uno mayor. Según el Banco Mundial, entre 1995 y 2015, el primer sector disminuyó su participación en el PIB desde el 33,76% al 27,14%, y el segundo lo aumentó desde el 58,37% al 69,06%. A pesar de los esfuerzos de la Unión Europea y EEUU por reindustrializar sus respectivas áreas, la anterior tendencia estimo que continuará durante las próximas décadas.

Dentro del sector servicios, el turismo constituye una de las actividades con un gran presente y un magnífico futuro. En el ejercicio de 2016, la Organización Mundial de Turismo (OMT) cifró el impacto de dicha actividad en el 10% del PIB y el empleo mundial, el 7% de las exportaciones globales y el 30% de las de servicios. Para World Travel & Tourism Council, su importancia en términos relativos supera a la de la industria química (8,6% del PIB mundial), la automoción (7%) o la banca (5,9%).

Entre 2010 y 2030, según el estudio de la OMT Tourism Towards 2030, el número de turistas internacionales crecerá en promedio un 3,3%. En términos absolutos, el incremento será de 43 millones anuales, una cifra notablemente superior a los 28 millones del período 1995-2010. Desde mi perspectiva, dicho aumento será consecuencia del incremento de la renta per cápita (especialmente en los países emergentes), la disponibilidad de un mayor número de medios de transporte, más rápidos y baratos, una mayor oferta turística y una movilidad internacional más elevada entre países por motivos laborales (crecerán los flujos migratorios).

La importancia del turismo mundial en términos relativos (10% del PIB) supera a la de la industria química (8,6%), la automoción (7%) o la banca (5,9%)

A pesar de ello, la OMT considera que las principales razones para realizar turismo internacional no variarán significativamente. En el año 2030, el 54% viajará por vacaciones, el 15% debido a su profesión y el 31% por diversas causas. Entre estas últimas, destacarán las visitas a familiares, la salud y la religión. En el período analizado, las tasas de crecimiento por dichos motivos serán similares, siendo del 3,3%, 3,1% y 3,5%, respectivamente.

En materia turística, España es una gran potencia. En 2016, el turismo generó el 11,2% del PIB, supuso el 13% del empleo (2,56 millones) y llevó a nuestro país a 75,3 millones de visitantes internacionales. Esta última cifra representó el 12,3% de los recibidos por los países europeos y solo fue superada por la obtenida por EEUU y Francia. En 2017, dicho número aumentó un 8,9%, hasta 82 millones, y muy probablemente permitió a nuestro país situarse en el segundo puesto de la clasificación mundial, desbancando de él a EEUU.

En términos de gasto, la buena racha continuó en 2017. En los 11 primeros meses, éste creció un 12,9 % interanual y se situó en 82.293 millones de euros. También fue positiva, aunque no tan buena, la evolución del gasto medio diario y por turista (5,4% y 3,1%, respectivamente). Por el contrario, en promedio, la duración de los viajes se redujo en un 1,8% y quedó en 7,7 días. Una tendencia similar a la observada en los años anteriores, pues en 2016 aquélla disminuyó en un 4,6%.

La progresiva y temida recuperación turística de los países del Mediterráneo Sur no ha influido significativamente sobre los resultados del turismo español en 2017. Así, aunque la tasa de crecimiento del número de visitantes ha sido menor (9,1% respecto a 10,3%), la de su gasto ha sido superior (12,9% versus 9%). Unas cifras que prácticamente aseguran que España en 2017 haya vuelto a ser el segundo país que más ingresos obtiene de los turistas internacionales, únicamente superado por EEUU.

El indudable éxito del turismo en España no está basado en una adecuada política de promoción estatal del mismo. Desde hace décadas, ésta es prácticamente inexistente

El indudable éxito del turismo en España no está basado en una adecuada política de promoción estatal del mismo. Desde hace décadas, ésta es prácticamente inexistente, una situación que determina que el eslogan más famoso relacionado con nuestro país siga siendo "Spain is different". Un lema inventado en 1960 por el Ministerio de Turismo de Manuel Fraga cuyo objetivo era presentar a España como un destino exótico.

Probablemente, las claves de su actual auge están en los innegables atractivos del país, una propicia coyuntura económica internacional, el elevado nivel de seguridad ofrecido y el buen hacer de determinados ayuntamientos durante muchos años. En materia turística, aunque no lo parece, Barcelona, Bilbao y Málaga tienen mucho en común. En concreto, un alcalde que ha estado muchos años en el cargo (Maragall, Azkuna y De la Torre, respectivamente) y que tenía una visión clara de cómo transformar su ciudad.

El primero utilizó fantásticamente un acontecimiento mundial de primera magnitud (los Juegos Olímpicos de 1992), el segundo aprovechó la reconversión industrial para cambiar completamente la capital vasca y el tercero transformó culturalmente la ciudad para convertirla en una adecuado complemento del turismo de playa de los municipios próximos.

En definitiva, el turismo en España goza de muy buena salud y la perspectiva de una mayor seguridad en los países del Magreb y Turquía dudo que la haga peligrar. No obstante, sería conveniente desarrollar una política que diera a conocer en profundidad los destinos de interior (turismo cultural), ayudará a mejorar la calidad de los hoteles y el servicio dado por los profesionales.