La reacción de los líderes independentistas ante la marcha de empresas ha sido la de menospreciar su importancia. Junqueras lo ha atribuido a los "porrazos de la policía". Partal se ha alegrado y lo ha calificado de "gran noticia". Òmnium ha solicitado la retirada de fondos de La Caixa y otras entidades ante la sorpresa de los directivos de aquella, que se quejaban de que les boicoteara una entidad a la que habían apoyado y financiado profusamente.

La marcha de empresas ha tenido un gran impacto por un doble motivo. En primer lugar por su repercusión económica, pequeña a corto plazo aunque de consecuencias incalculables a medio y largo plazo. Pero tan trascendente como el impacto económico ha sido el emocional y el político. La marcha de empresas y sus causas, básicamente el miedo a quedar fuera de la UE, han desmantelado el discurso de la independencia sin coste. Ha puesto al descubierto las mentiras de los lideres secesionistas que siempre habían negado esta posibilidad. Ha destruido la imagen largamente publicitada de que una Cataluña independiente sería un país de abundancia, el paraíso terrenal. En definitiva, ha cuestionado buena parte del discurso secesionista y ha socavado la credibilidad de sus líderes. Ha permitido que lo que no se había hecho, explicar las consecuencias negativas de la independencia, se haya visualizado con gran fuerza. Junto con la manifestación constitucionalista del día 8, ha modificado la correlación de fuerzas. El constitucionalismo ya no es ni una mera apelación a la legalidad, ni un porcentaje de votantes silente. Cataluña está profundamente dividida y la independencia nos haría más pobres. Dos evidencias que ya nadie puede ocultar.

Cataluña está profundamente dividida y la independencia nos haría más pobres. Dos evidencias que ya nadie puede ocultar

Todo ello explica la reacción negacionista. Un discurso no dirigido a ampliar la base social independentista sino a tratar de mantener la moral de los más radicalizados, de los más fieles.

Pero hay una razón más para entender lo que esta pasando. Al núcleo duro del independentismo, formado por militantes, activistas y cargos públicos, por entidades subvencionadas y por empresas que han crecido al calor del dinero público, no le preocupa en demasía el empobrecimiento del país. Un Estado, por empobrecida que esté la población, siempre sirve para dar de comer a quienes lo sustentan. Aspiran a construir una Cataluña de pensamiento único. El empobrecimiento ayuda a purgar a los disidentes por la vía del sometimiento o de la emigración como formas de sobrevivir. Dinamarca o Suiza ya no son los referentes. Ahora el secesionismo aspira a ser el Kosovo del sur. El núcleo duro piensa que para el mantenimiento de su posición dominante les es más que suficiente. Y al resto de catalanes que les zurzan. Patriotas de boquilla.