Los magnates hoteleros de Cataluña continúan sumidos en una honda depresión. La llegada de visitantes foráneos se limita a cifras escuálidas que apenas alcanzan la mitad de las que lucían en la época de esplendor. En consecuencia, las cuentas de resultados siguen arrojando pérdidas a paletadas. La mayor parte de las empresas saldará este 2021, por segundo año consecutivo, con números rojos.

La ansiada recuperación que se había previsto para el año en curso, ni está ni se la espera. Los observadores más optimistas calculan que si el panorama tiende a normalizarse durante el próximo ejercicio, el sector podría lograr cuando llegue 2023 unos niveles similares a los previos a la irrupción de la pandemia. Entretanto, se habrán perdido tres años casi completos por culpa del fatídico coronavirus.

Un fiel reflejo de las desventuras del ramo lo constituyen las cadenas Best y Catalonia, que figuran entre las más relevantes de Cataluña. Entre ambas explotan una extensa red de más de cien hoteles y dan empleo a 8.000 colaboradores.

Las dos compañías se constituyeron a comienzos de los años ochenta del siglo pasado. Best fue promovida por la familia Batalla y Catalonia, por los hermanos Vallet Gómez. Desde los inicios fundacionales hasta comienzos de 2020, desarrollaron una actividad muy creciente y lucrativa, al compás del aumento exponencial del turismo que vivió la región. Obtuvieron beneficios caudalosos y amasaron un opulento patrimonio inmobiliario.

Pero en esta vida no hay nada eterno. Desde la llegada del covid, tanto las cuentas de Best como las de Catalonia se han sumergido en un océano de tinta roja, al igual que ocurre con el grueso de sus colegas.

Ahí van unos pocos datos reveladores del cataclismo pandémico ocurrido. El giro consolidado de los 37 hoteles de Best cayó el año último de 222 millones a solo 46. Semejante desplome se tradujo en un duro quebranto de 45 millones, que contrasta radicalmente con el beneficio de casi 50 millones declarado el año anterior. Dicho con otras palabras, por cada euro facturado, perdió otro tanto.

Algo mejores fueron las magnitudes de Catalonia, que abarcan 73 establecimientos. Entre otros activos posee cuatro grandes complejos sitos en República Dominicana y otros cinco en la Riviera maya mejicana. Las ventas del conjunto se adelgazaron de 382 millones a 108. Y los resultados viraron en redondo de un superávit de 82 millones a una pérdida de 68.

Best y Catalonia cuentan con muchas bazas, que sin duda les permitirán sobrellevar la crisis vírica, aunque no sin sufrir algunos rasguños profundos.

El principal baluarte es su carácter netamente patrimonialista. Casi todos los hospedajes están ubicados en edificios propios. Así, el balance de Catalonia contabiliza edificios tasados en libros en 550 millones. Aunque no revela el valor actual de esa enorme masa de hormigón y ladrillos, todos sin excepción encierran plusvalías latentes, en algunos casos muy abultadas.

Por su parte, Best atesora en sus estados contables un lote de bienes raíces cifrado en 420 millones. En este caso, la casa sí facilita en su memoria anual el valor de mercado. Se eleva a la friolera de 1.070 millones.

Las redes de las dos firmas permanecieron gran parte del año con las puertas cerradas. Durante el ejercicio que ahora corre, la mayor parte de las instalaciones volvió a abrir. Pero la llegada de visitantes se mantiene en cifras escleróticas, a años luz de las que se daban antes de la pandemia. En tales circunstancias, la obtención de beneficios es poco menos que una quimera.

Grupo Best nació en Cataluña. Aquí residen el estado mayor directivo y los accionistas. En 2017, tras la intentona golpista del Govern de Carles Puigdemont, Best emprendió el vuelo y se largó de la comunidad con todo su emporio hotelero.

En esos meses turbulentos, también huyeron otros gigantes vernáculos como Hotusa, Gallery Center, HG, Gargallo, Único, Axel y Holiday Inn.

Best fijó su nueva sede social en el municipio tinerfeño de Adeje. Han transcurrido cuatro años de la fuga y ahí sigue anclada en la isla canaria, tan campante. El conglomerado está dirigido por David Batalla Chornet, administrador único.

Por su parte, Catalonia ha conservado contra viento y marea su cuartel general en la Ciudad Condal. Los dueños-fundadores son Manuel, Guillermo Jorge Vallet Gómez. La siguiente generación ya va tomando posiciones y empuña algunas riendas de la gestión.

La prestigiosa familia Vallet confió y sigue confiando en Barcelona, la ciudad que acunó su grupo en 1983. No en vano posee en esta capital nada menos que 26 importantes hoteles.