Fábrica de Material para Ferrocarriles y Construcciones SA, Macosa, en Barcelona / AYUNTAMIENTO DE BARCELONA

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Pensamiento

La industria siderúrgica (3)

El hierro y los ferrocarriles, la sombra del financiero Manuel Girona i Agrafel, Macosa en el Manchester Catalán, frente al ocaso de la burguesía de Neguri

12 mayo, 2019 00:00

La brújula sobre los orígenes de nuestra industria sigue la pista siderometalúrgica. Es el momento de detenerse ante Material para Ferrocarriles y Construcciones SA --el origen de Macosa--, la empresa fundada por los hermanos Girona, en plena fiebre del oro, y gran competidora de la mítica La Maquinista. Su itinerario se vincula a la siderurgia, como lo entienden la mayoría de historiadores, pero lo cierto es que la fundición catalana fue un intento vano. Materiales se reorientó rápidamente hacia la construcción de ferrocarriles, gran motor en los años de plenitud, bajo la propiedad accionarial de Casimir e Ignasi Girona, que controlaron la mayoría gracias a la aportación de los activos de la Ferrería del Remei, un negocio anterior. Otro de los hermanos, Jaume Girona vivió en Madrid donde fundó el Banco de Castilla, al lado de prohombres de la época, como Ramón Cabezas y el Marqués de Vinent.

La presencia de un Girona en el banco de reciente creación no fue una casualidad. El Banco de Castilla impulsó la filial Crédito General de Ferrocarriles, con participaciones en sociedades ya consolidadas como Ferrocarriles del Norte y otras que se extendían en forma de red sobre el mapa de España. Había llegado el gran momento, el ahora o nunca de una industrialización en toda regla; y los Girona jugaron fuerte, siguiendo los esquemas de crecimiento en infraestructuras, a partir de las fábricas, como indicaba el modelo británico, el ejemplo a seguir.

Fue entonces cuando intervino desde las bambalinas el gran financiero Manuel Girona i Agrafel. Influyó sin destacar. Tenía en mente la creación de una gran entidad (el futuro Banco de Barcelona) y se limitó a apuntalar la presencia de su familia en dos negocios que estaban condenados a caminar juntos: los ferrocarriles y la banca. Cuando el financiero convirtió a su hijo, Manuel Girona i Vidal, en consejero de Crédito General, Cataluña era la pista de pruebas de la confrontación entre los proyectos fabriles y los intereses financieros. Buena parte de las sociedades de reciente creación, con un pie en las fundiciones del metal y el otro en los mercados, actuaban como bancos de negocios, según la opinión fundamentada y publicada de la época (El Economista, Revista Tecnológica Industrial y Diario de Barcelona).

Cuando Materiales despegó, el financiero Girona i Agrafel ya había reunido un importante patrimonio con la casa de comercio Girona Hermanos, Clavé y Cia. Girona se formó en la Junta de Comercio antes de llegar al año clave de su vida, 1844, cuando obtuvo, junto con sus socios, José María Serra y José Rafael Plandolit, la autorización para abrir el Banco de Barcelona, una entidad pionera de las finanzas españolas. También participó como accionista y consejero en el Banco Hispano Colonial, impulsado por el Marqués de Comillas. En 1876, coincidiendo con el inicio de la Restauración, fue nombrado alcalde y pocos años más tarde, en 1888, asumió el cargo de Comisario Regio de la primera Expo de Barcelona. También desempeñó la presidencia de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación.

Material de Ferrocarriles y Construcciones SA siguió prosperando de forma desigual hasta la entrada del siglo XX. Llegaba la plenitud. Pero los Girona tardarían aun en alcanzar sus éxitos definitivos junto a sus socios de referencia, los Baucells i Gallissà. En 1907, Materiales inició la producción de acero en el Poble Nou, el distrito de Sant Martí, convertido ya en lo que se conocería como el Manchester catalán. Esta zona de Barcelona, pegada al litoral norte de la ciudad, fue el escenario más identificable de la Revolución del Vapor, de la metalurgia avanzada y de la química, como desarrolla detalladamente Jordi Nadal en su libro Sant Martí de Provençals, pumó industrial de Barcelona (Columna). Durante casi un siglo, fue el estandarte de la industria pesada junto a las instalaciones del Naval en las Atarazanas. Su decadencia llegó vertiginosa en los años setentas de la pasada centuria, como prólogo de una extinción inapelable provocada por el cambio de modelo. Finalmente, en los noventas, llegó el momento de su reconversión en zona residencial y comercial, coincidiendo con los cambios en la piel de la ciudad y la apertura del cinturón litoral, en los Juegos Olímpicos del 92. Lo que un día había sido el Manchester, se convirtió en el frente marítimo, que enlaza la Villa Olímpica con Diagonal Mar.

Materiales había alcanzado su mayoría de edad con la llegada a sus instalaciones de los hornos de Siemens, capaces de producir a gran escala material ferroviario, tranvías y componentes para las cabeceras automovilísticas. Antes de alcanzar el medio siglo, concretamente en 1947, la compañía de los Girona se fusionó con la valenciana Construcciones Devis SA. La sociedad resultante, Macosa, significó un logro del desarrollismo, cuando España estaba todavía en plena autarquía económica. Los descendientes del núcleo Girona y los accionistas valencianos fueron desplazados por el Banco Central, la entidad presidida entonces por Ignacio Villalonga, quien, siguiendo instrucciones del Ministerio de Economía y del Banco de España de la época, articuló una corporación de empresas participadas capaz de competir con la pujanza industrial de los bancos vascos, el Bilbao y el Vizcaya.

Antes de su fusión, estas dos entidades reunían en sus cúpulas a las familias del hierro (los Ybarra, Oriol, Echevarría, Delclaux, Ampuero, Aresti, Sendagorta, Zubiría o Churruca, entre otros), conocidas como los linajes de Neguri, por su implantación en Getxo, la zona más exclusiva de Bilbao. En sus momentos de esplendor, los Ybarra ocuparon 46 puestos en los consejos de administración de las principales empresas españoles, tales como Altos Hornos de Vizcaya, Sociedad Española de Construcción Naval, Compañía Marítima del Nervión, Sociedad Española de Minas del Rif, Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España, Hidroeléctrica Española, Babcock & Wilcox y Banco de Vizcaya, según la versión de Santiago Roldán y José Luis García Delgado en su obra La formación de la sociedad capitalista en España, 1914-1920 (editado por el Fondo de la Confederación Española de Cajas de Ahorro).

En el País Vasco, el núcleo de los Ybarra llegó a controlar el grupo empresarial más poderoso de España y el mismo Raymond Carr comparó el trust familiar del norte con el entronque Comillas-Güell en Cataluña y con los Urquijo, en Madrid. Ya en la segunda mitad de la pasada centuria, los nuevos negocios auparon a una élite hasta entonces desconocida en sectores como el cemento, la alimentación, las áreas comerciales o la confección. Los Del Pino, Serratosa, Entrecanales, Ortega o Koplowitz fueron tomando posiciones de referencia en los conglomerados financieros, como el BBVA o Banco Santander, mientras que los apellidos vascos trataban de buscar su último refugio en los órganos de gobierno de las entidades que ya no controlaban. Valga de referencia el dato de que, en el fin de siglo, la participación de las familias de Neguri en el banco de origen vasco no llegaba al 1%, según los datos que maneja el Boletín del Banco de España y la información oficial del regulador bursátil, la CNMV.

Gonzalo San Segundo, en Auge y ocaso de Neguri, desgrana además en qué modo "la banda terrorista ETA contribuyó en buena medida a la decadencia de esas familias". Destaca los asesinatos de Javier Ybarra y Bergé en 1977, cuando era presidente de Babcock Wilcox, de El Correo-El Pueblo Vasco y consejero del Banco de Bilbao y de Enrique Aresti Urien, conde de Aresti, en 1980, así como los secuestros con final feliz de José Lipperheide, Cosme Delclaux y Miguel Echevarría, que hicieron que Neguri se replegara.