Estefanía de Requesens y la nobleza catalana

Estefanía de Requesens y la nobleza catalana

Pensamiento

Estefanía de Requesens y la nobleza catalana

Fue una mujer del Renacimiento, perfecta representación del consenso de intereses de la gran nobleza catalana y la monarquía española del siglo XVI

13 mayo, 2018 00:00

Esta mujer, nacida en fecha indeterminada (entre 1501 y 1508) y fallecida en 1549, simboliza bien las relaciones más felices de la nobleza catalana con la monarquía española. Ella fue señora de Molins de Rei, Martorell y Castellbisbal. Hija de Hipólita Ruíz de Liori, condesa de Pedralbes y de Luis de Requesens y Joan de Soler, conde de Palamós y gobernador de Cataluña, se casó con el también noble Juan de Zúñiga y Avellaneda con el que pasó a la corte en 1536. Su marido fue nombrado ayo del príncipe Felipe como hombre de confianza del Emperador que en las instrucciones de Palamós de 1543 lo consideró "relox y despertador del príncipe". En los años manresanos de Ignacio de Loyola, Estefanía se distinguió por su apoyo al que sería fundador de la Compañía de Jesús en 1540. Estuvo siempre muy unida a las mujeres que constituyeron el núcleo activo de promotoras de la Compañía, con Isabel Roser a la cabeza, en los años en que se contemplaba la fundación de una compañía jesuita con mujeres. El preceptor de sus hijos fue Juan de Arteaga, uno de los primeros discípulos de Ignacio de Loyola.

Fue elogiada en su tiempo por ilustres intelectuales de su entorno. Ginés de Sepúlveda la llamó "gloria et decus foeminarum". Estefanía tuvo diez hijos, seis varones y cuatro mujeres. Sólo cuatro sobrevivieron a la mortalidad infantil de la época, los más conocidos de ellos fueron Luis de Requesens (1528-1576) y Juan de Zúñiga (1536-1586). Toda la familia Requesens se caracterizó por tener una abundante correspondencia que se ha podido conservar en gran parte. Son especialmente famosas las 90 cartas que se cruzó Estefanía de Requesens con su madre Hipólita Ruiz de Liori, sobre quien escribió su tesis doctoral Laia de Ahumada y que contienen curiosos recetarios para la tos (huevos con aceite de almendras dulces y azúcar). Asimismo se han editado las recomendaciones obsesivas que Estefanía transmitió a su hijo Luis y actualmente se está estudiando por Esperanza Bort la correspondencia cruzada entre los dos hijos de Estefanía, Luis y Juan, desde sus respectivos destinos políticos.

En la correspondencia de Estefanía se refleja bien el arquetipo de la nobleza catalana femenina: plena conciencia estamental, voluntad de servicio incondicional a la monarquía y una extraordinaria capacidad afectiva dirigida hacia su familia. La muerte se revela como implacable diezmadora de proyectos e ilusiones. Su marido murió en 1546, poco antes de la muerte de su madre. Ella vivió sus tres últimos años de vida en una patética crisis de soledad y depresión. La gran preocupación familiar que tuvo en vida fue la salud de su hijo Luis de Requesens que desde su nacimiento y a lo largo de sus 48 años de vida arrastró infinidad de enfermedades.

Luis de Requesens

Luis de Requesens tuvo un protagonismo activo en todas las peripecias de la corona. Fue un hombre entregado al servicio de Felipe II desde su primer rol de paje del príncipe. Luis acompañó a Felipe en su boda con María de Portugal, que moriría en el parto del hijo, el famoso príncipe Don Carlos, el hijo terrible del rey Felipe II, otro enfermo que arrastró su mala salud física y psíquica a lo largo de su vida. Embajador en la Santa Sede con Pío IV, lugarteniente en el mar al lado de Juan de Austria, con el que colaboró en hechos tan decisivos como la represión del levantamiento de los moriscos granadinos o el suceso triunfal de la batalla de Lepanto en 1571. El protagonismo del Requesens en Lepanto fue glosado por muchos literatos, entre otros por Ercilla. Con Requesens, brillaron en Lepanto nobles catalanes como Joan de Cardona (virrey de Sicilia), Montserrat Guardiola (que se dejó allí la vida), Ferran Sanoguera, Dimas de Boixadors, o Miguel de Montcada, en cuyo tercio combatió Cervantes. Escritores catalanes como Joan Pujol o Dionís Pons entonaron poemas exaltando la victoria de Lepanto. Luis de Requesens acabaría su carrera política en el difícil papel de gobernador de Flandes, intentado suturar las heridas que había dejado el gobierno del duque de Alba. Su declaración de amnistía, la abolición del Tribunal de Tumultos, la supresión de las alcabalas no sirvieron en ningún caso para solucionar el problema de la revuelta flamenca. El motín de los soldados en Amberes en 1575 puso en evidencia la extrema conflictividad que planteaba el gobierno de Flandes. En esta labor Requesens sería sucedido por Juan de Austria que, tras un pintoresco viaje por Francia disfrazado de morisco, acabaría fracasando también en su empeño político, atribuyéndosele, además, una conjura contra su hermanastro el Rey de España.

A Requesens se le ha atribuido la representación de la tolerancia catalana frente al despotismo de Alba. Se parecían más, sin embargo, de lo que los tópicos establecen. En realidad, el presunto tolerante Luis de Requesens, el hijo más querido de Estefanía, fue un hombre extraordinariamente débil por su precaria salud que en sus encargos políticos, como hombre de su confianza de la Corona, intentó aplicar las directrices que le daba su madre en la correspondencia: "ser un buen hombre a las derechas", "ser hombre de bien y agradar a los buenos", "dar buen ejemplo, buscar buenas compañías", "aborrecer los vicios", "cuidar la conciencia". Quizás en lo único en que no le hizo caso fue en que no fuera "ni goloso ni glotón". Pero lo cierto es que ello era difícil a la luz de las recetas culinarias que su propia madre recomendaba para la tos. Estefanía fue, en definitiva, una mujer del Renacimiento, perfecta representación del consenso de intereses de la gran nobleza catalana y la monarquía española. Con su sede en el Palau Requesens, hoy residencia de la Academia de Buenas Letras de Barcelona, hija amorosa, esposa infeliz, y madre ansiosa, siempre tuvo clara la prioridad de las obligaciones que marcaba el servicio de la monarquía respecto a las conveniencias personales o familiares.