Josep Tarradellas estaba negociando la restauración de la Generalitat con Adolfo Suárez. Se reúnen para intentar desbloquear la situación. El encuentro no fue bien. Al contrario, ambos tensaron sus posiciones. Eran dos desconocidos negociando lo que por aquel entonces era poco más o menos que un imposible. A la salida, sin acuerdo y sin acercamiento, Tarradellas toreó con la prensa. Su respuesta para los anales de la historia: “Todo va muy bien. Soy muy feliz”. Lo cierto es que la cosa se desbloqueó gracias a este movimiento que estableció la confianza entre ambos interlocutores. La anécdota se conoce como hacerse un Tarradellas, falsear la realidad en pro de un objetivo.

El miércoles Félix Bolaños y Laura Vilagrà se hicieron un Tarradellas. El problema es que no son ni Tarradellas ni Suárez, eran poco menos que simples mensajeros, pero nada augura que Pedro Sánchez y Pere Aragonès tengan también ese nivel. Hubo reunión, y Gobierno y Govern se esforzaron en decir que la reunión fue bien porque se había decidido que Pedro y Pere se reúnan antes de las vacaciones de verano. A partir de aquí, el ministro de la Presidencia veía el vaso medio lleno. La consellera de Presidencia, medio vacío. Ni acercamiento, ni acuerdos, nada de nada. Todo lo fían a la reunión de los líderes en busca de la confianza perdida. No sirvió ni el bucólico paseo por la Moncloa, ni la sustitución de la larga mesa por una escena de sofá, para que Vilagrà cambiara por un momento su cara seria, casi avinagrada para hacer visible el malestar de la Generalitat. Se desconoce si la consellera tuvo que dejar su móvil fuera de la reunión como ella pidió a Bolaños que hiciera cuando visitó la Generalitat. Han tratado de hacer un Tarradellas pero no lo han conseguido.

En las formas, se dice que la reunión fue bien, pero en el fondo se nota que no fue bien. Encima de la mesa múltiples discrepancias: ley de memoria histórica, ley mordaza, decreto de medidas contra la guerra, ley de vivienda, ley audiovisual, déficit de inversiones de los presupuestos del 21, presupuestos del 22, Pegasus y mesa de diálogo. La sola idea que transmitió Bolaños de una redefinición de esta mesa da una idea del fiasco.

Aragonés quiere el encuentro con Sánchez, porque este encuentro en sí mismo es una victoria para el presidente catalán. Sánchez mueve pieza para restablecer la confianza que se rompió del todo tras el caso Pegasus, porque los 13 diputados de ERC no son para despreciar. El fiasco de las andaluzas obliga a tomar la iniciativa, aunque Sánchez es consciente de que será atacado por tierra, mar y aire por “pactar con los independentistas”. Ataques desde la derecha española --PP y Vox-- pero también desde dentro del PSOE que temen un acercamiento con ERC. Son los defensores de la España radial que denigra la España periférica. Son los que asumen que con este pacto España se rompe, una réplica idéntica al discurso de la derecha.

ERC lo sabe, y el panorama que se vislumbra ante las próximas generales también le hace apostar con recuperar puentes --ya veremos si acuerdos-- con el PSOE, a pesar de que se palparán bien la ropa en cada movimiento porque en las municipales la batalla ERC-PSC será de envergadura para medir su fortaleza en el territorio y termómetro de posibles movimientos en el Govern de la Generalitat. No puede hacer caer al Gobierno. No le interesa. Junts, el tercero en discordia, por el contrario, quiere tensionar las relaciones con el PSOE para cargarse de razones para aumentar la presión a Aragonès, poniendo en jaque al Govern en cualquier momento, y las municipales pueden ser definitorias para cumplir su amenaza y romperlo.

Aragonès y Sánchez coincidirán en la cena de los premios del Día del Empresario de Pimec este lunes. Si tuvieran la solución del nudo gordiano seguramente aprovecharían este acto para escenificarlo. Pero no lo harán, porque no hay solución. Ni en materia legislativa con leyes y decretos encima de la mesa, ni en económica --inversiones no efectuadas--, ni en política sin avances en los traspasos ni en la resolución de conflictos ni la mesa de diálogo, que sigue durmiendo el sueño de los justos.

Han intentado un Tarradellas y están lejos de conseguirlo. No fue bien y no está claro que vaya bien, entendiendo bien como puntos de encuentro concretos. Y, sobre todo, en uno abstracto, en una percepción: recuperar la confianza. Veremos si Aragonès y Sánchez pueden emular a Tarradellas y Suárez. Valoren ustedes. Yo tengo mi propia opinión.