Tenía mi madre una locución habitual para describir el estado de sorpresa o extrañeza que le producían las situaciones inesperadas o difíciles de creer: “¡Si me pinchan no sangro!”. Algo equivalente al “si no lo veo, no lo creo”. Más o menos, pinchazo arriba o abajo, hemorragia o coágulo automático, es como nos quedamos muchos el pasado martes al mediodía cuando saltó la noticia del pacto para formar un Gobierno Picapiedra: Pedro y Pablo de acuerdo para un Ejecutivo de coalición. Al margen de lo que se piense del mismo, no cabe duda de que la perplejidad asaltó a cuantos hemos visto cómo se resolvía en horas lo que se denostó durante seis meses. Un entrañable abrazo entre ambos protagonistas, con unos figurantes de lujo a su alrededor con cara de felicidad, sellaba el acuerdo. Cual si fuese el abrazo de Vergara con que acabó la primera guerra carlista, mucho más que el del cuadro de Juan Genovés que cuelga en el Congreso convertido en icono de la Transición.

Entre el troncomóvil de los Picapiedra y un Ferrari, hay una amplia gama de vehículos. No deja de tener su coña que sus partidarios sumen 155, el número mágico con que se enterró Albert Rivera. Tal vez esa cifra sea la velocidad adecuada para llegar pronto al poder que, es de suponer, no a los tiempos ¿felices? de los dinosaurios. Como cantaba Chavela Vargas, solo podemos desear al futuro Gobierno aquello de ¡Ojalá te vaya bonito!, porque aquí nos jugamos mucho todos. De súbito, hemos descubierto que “lo que en abril era una oportunidad, ahora es una necesidad” (Pablo), en la que “se combina la experiencia del PSOE y la valentía de Unidas Podemos” (Pablo) para formar un Gobierno que “es para cuatro años” (Pedro) con un proyecto político “tan ilusionante que supera cualquier tipo de desencuentro” (Pedro). Pese a todo lo dicho, “este nuevo Gobierno será rotundamente progresista”. Esto de que la política se haga a base de frases altisonantes da mal rollo y no augura cosas buenas. Las hemerotecas son una pesada losa para el presente. ¡Cómo vamos a olvidar aquello de que el 95% de los españoles no podría dormir tranquilo con Podemos en el Gobierno! Está claro: orfidal, por prescripción presidencial. Acabaremos todos empastillados.

Falta por ver quién hará de la mascota Dino, aquel simpático dinosaurio de la serie de dibujos animados. Porque la suma es una operación aritmética que no deja de tener su complejidad, sobre todo en política, y cada uno espera algún papel. Y aquí hay que contar con muchos sumandos para llegar al resultado de la adición. Por cierto, si no me falla la memoria, Pedro Picapiedra tenía cierta adicción a la ludopatía y, si yo fuera Pablo, no me fiaría mucho de Pedro, que además ya dijo de él que “miente más que habla”. El caso es que, más allá de las pasadas muestras de cariño irrefrenable entre ambos personajes, aquí habrá que contar con una larga serie de sumandos que van de Galicia a Teruel y Valencia pasando por Madrid, de Cantabria a Cataluña pasando por Euskadi, como si fuera un Senado de nueva planta. Para regar este jardín, hará falta una buena manguera que reparta prebendas y sinecuras de todo tipo. Ya podemos imaginar a Pedro clamando aquello de “¡Esquerraaaaa, ábreme la puerta!”, en lugar de llamar a Vilma.

En tiempos de la sociedad de la información, parecemos más ignorantes que nunca de lo que pasa a nuestro alrededor, y cada vez más incapaces de prever lo que deparará cada día de mañana. Lo único claro es que, en esta peña, todos necesitan de todos y que las especulaciones para la formación del nuevo Gobierno importan bastante más que cualquier programa. Es como si fuera el baile del juego de la silla infantil: a ver quién pilla alguna para no quedarse fuera. El problema es que alguno de los mozalbetes previstos para la fiesta no quiera jugar, por ejemplo ERC. No será fácil, por más que haya un empeño en agarrarse al clavo ardiendo del supuesto pragmatismo de los republicanos, a quienes esperan unas elecciones catalanas a la vuelta de la esquina, atemorizados de ser tildados de botiflers y tras perder apoyo en favor de JxCat y la CUP. Los CDR hacían público un comunicado días pasados que concluían con un contundente “¡Independencia o barbarie!”. Los bárbaros eran/son sobre todo la civilización de los otros.

No queda más remedio que asumir que un partido decisivo para la Transición y modernización de España (PSOE) se pone de acuerdo con otro nacido para cargarse el llamado Régimen del 78 (UP), que será fundamental contar con jugadores que cuestionan el modelo territorial de la Constitución (ERC) y que se da alas a un outsider con el que no se contaba y que todo lo cuestiona (Vox). La constitución de la Mesa del Congreso el 3 de diciembre será una buena pista para ver como evoluciona este encaje de bolillos. Vienen Navidades de infarto en los ágapes familiares, en los que los efluvios del alcohol mezclados con el azúcar del turrón pueden hacer estragos cualquier conversación. Para sobrevivir, siempre nos quedará una receta de cardiólogo: quitarse de la sal y del procés.