Los empresarios están hartos. Lo manifestaron públicamente hace dos domingos, ante el flirteo de ERC, JxCat y la CUP con la violencia de unos grupos que vestían, y justificaban, de hartazgo de la juventud ante la falta de futuro. Se plantaron y en un acto sin precedentes se unieron para denunciar la pasividad de un gobierno que es incapaz de dar cobertura a su policía porque ha comprado el lenguaje que los antisistema y el independentismo radical llevan utilizando desde hace décadas. De hecho, su forma de interpretar la realidad es la misma que utilizó hace años el Partit Socialista d’Alliberament Nacional. Este jueves la patronal, las patronales junto con todas las entidades empresariales, vuelven a poner pie en pared en un acto que reivindica la estabilidad y la prioridad de la recuperación como los ejes del nuevo ejecutivo, frente la parálisis y la decadencia que ha sido la tónica de las últimas legislaturas.

El acto del jueves que está impulsado por Foment del Treball, que al tiempo declina todo protagonismo, es decir alto y claro a Esquerra Republicana que gobierne pero que no se equivoque de socios. Aragonès quedará preso de un gobierno independentista porque sus socios estarán más preocupados en desestabilizarlo y quemarlo que de gobernar. Lo sucedido ante la violencia callejera, los asaltos y el desvalijamiento de comercios son un buen ejemplo de lo que le espera a ERC al frente de la Generalitat. No se equivoquen de socios, clamará el empresariado catalán este jueves.

Estos años han cambiado el escenario del mundo empresarial. Foment y Pimec, una vez solventados los problemas de representatividad gracias a la actitud de Sánchez Llibre, han llevado adelante una unidad de acción antes nunca vista, que ha incluido a la Cecot que ha vuelto a la casa grande empresarial que es Foment. Ambas patronales han cerrado filas ante la crisis sanitaria y pandémica, han unificado criterios en su relación con los ejecutivos y las diferencias del pasado han pasado a los libros de historia. Además, la Pimec ha estado hábil y rápida para cerrar el paso al nuevo intento de asalto a la ANC. Esta vez los empresarios no se han puesto de perfil y han actuado. Josep González, que sigue al frente de la fundación de Pimec, y Antoni Cañete han acelerado unas elecciones que han impedido que la ANC asalte los cielos de la patronal, porque para González y Cañete los cielos patronales están en la tierra. No reeditaron el ridículo empresarial de la Cámara de Barcelona, que ocupada por la ANC ha perdido todo papel en la sociedad catalana, porque la Cambra no es más que una institución al servicio de los postulados más radicales del independentismo, no de los empresarios.

También Foment ha puesto coto a sus desmanes y está ganando todas las resoluciones judiciales que han cerrado, y todavía no han multado, a la ANC por poner en marcha una página web de boicot a productos españoles en la que pretendía hacer una lista de buenos empresarios, los independentistas, frente a los malos, los que no comulgan con sus postulados.

Llegados a este punto y ante la más que previsible crisis que sacudirá a Cataluña me atrevo desde estas páginas a sugerir a los líderes empresariales que retomen el proyecto no nato de la fusión de ambas entidades. La situación es tan compleja y grave que recomienda que los empresarios se sitúen bajo el paraguas de una única patronal. En el pasado se intentó. Foment no quería una fusión, casi era una absorción, y Pimec pretendía mantener sus privilegios y estatus en la nueva patronal dejando la fusión en un mero enunciado. Ahora la situación ha cambiado. Al frente de ambas patronales están dos personas que acaban de llegar. Ahora, Antoni Cañete, y hace dos años Josep Sánchez Llibre. Es el momento de volver a poner el tema sobre la mesa sin apriorismos y aprendiendo de los errores del pasado.

Dice el dicho que la unión hace la fuerza y en este periodo se ha demostrado. Pimec y Foment juntos frenaron por ejemplo la intentona barriobajera del Govern de dar un poder y una representatividad a las Cámaras que no tienen, con el inestimable apoyo de las organizaciones sindicales, que han visto como el diálogo con los empresarios ha ganado enteros en los últimos tiempos. Es el momento. No hay guerra interna, las relaciones son más que cordiales, el espíritu de colaboración preside sus actuaciones y la crisis enciende todas las alarmas. Es el momento, no solo de pedir a voz en grito estabilidad, orden y propuestas de progreso y reactivación económica, sino de pedir a voz en grito que haya una sola voz para ejercer de lobby ante los gobiernos en un momento en la que se juega una partida a todo o nada. Josep Sánchez Llibre, con David Tornos y Jordi Casas, y Antoni Cañete, con Josep González, deberían empezar a tejer la manta. No será fácil ni rápido, pero son personas curtidas en la discreción y en la negociación. El fin justifica los medios, y en este caso mucho más.