He pasado dos días (domingo y lunes) firmando libros un stand de Granollers para mis lectores. Cada año publico una de mis Memorias de un director, editado por Sempre Vallès, y las que no se venden las tienen en Llibreria Carbó, que las acaban vendiendo durante el año.

Durante estos dos días magníficos, en los que ha estallado la primavera, me han venido a ver algunos de mis amigos/as que se han llevado dedicado el libro con letra de médico ilegible.

Sant Jordi es el mejor día que se puede celebrar en Cataluña sin discusión.

Uno de los viejos amigos que vino a comprar fue Rafa, que es el presidente de la federación catalana de un deporte en el que España ganó un oro individual femenino en las últimas olimpiadas.

Estamos condenados de por vida a este desacuerdo político, pero ni nosotros ni nuestros hijos van a ser testigos que los estelados nos rompan España en la crisma

Rafa me hizo la inevitable pregunta que todos me lanzan sobre esta zozobra política nacida en Cataluña y que a todos los españoles, especialmente catalanes, nos preocupa. A mí se me respeta --y no sólo mis amigos-- porque tengo las ideas muy claras. Mi pensamiento lo disfrazo con una amarga ironía para no molestar a mis amigos de la otra acera. No hablo de otras aceras que no sean políticas... ¡Malpensados!

La respuesta a Rafa, que es ajeno a la política, aunque no ajeno a mi corazón, fue que estamos condenados de por vida a este desacuerdo político, pero ni nosotros ni nuestros hijos van a ser testigos que los estelados nos rompan España en la crisma.

No sólo porque Europa no vaya a permitirlo, sino porque España es más fuerte que la clase política que padecemos. Nuestro país está curtido con mucha sangre derramada. Los más de cincuenta años del terrorismo de ETA nos han hecho llorar, pero nos han curtido. Nuestros corazones están curtidos como los separatas no se imaginan.

La respuesta del Estado ha sido, y será, un jaque mate a los líderes separatas

Si se lo hubieran imaginado, el 27-O no hubieran hecho jaque al Estado, porque se creían que España era débil, porque débiles son sus políticos. La respuesta del Estado ha sido, y será, un jaque mate a los líderes separatas que, a estas alturas del fuego que han prendido, les gustaría ser bomberos para que la aguas de la convivencia volvieran a su cauce.

Porque se equivocan quienes que piensan que son los burócratas políticos quienes actúan así. No es eso sino una fuerza infinitamente superior: la voluntad de España.

Hay dos errores de fondo: que los indepes creen --no piensan-- que es el Estado quien tiene la maza, pero el poder no lo tiene el Estado sino el pueblo español. El otro error de fondo es que el problema no es político sino de sentimientos. Estos sentimientos están en ambas partes, pero la diferencia básica es que --pongamos por caso, y soy generoso-- esté al 50% en Cataluña, pero el sentimiento también es español. Esta es la fuerza de España.