El pasado viernes, en el acto de jura de los nuevos abogados de un colegio catalán, el actual presidente del Consejo de la Abogacía Catalana arengó a los nuevos colegiados pidiéndoles que, ante la alternativa de obedecer la ley o la justicia, optaran por la segunda, en una clara referencia a la situación política actual de Cataluña, y en el marco de la constante utilización de palabras y frases que suenan bien y que, supuestamente, tienen una alta carga de valor democrático.

Pero si analizamos la frase, al igual que otras muchas utilizadas en el procés, encarna en el fondo un profundo sentimiento antidemocrático envuelto en bonitas y rimbombantes palabras. La alternativa entre ley y justicia requiere una valoración previa: la ley actual en España es la ley que mediante procesos democráticos los españoles nos hemos otorgado. La determinación del concepto de justicia ya resulta más complejo: ¿a qué concepto de justicia debemos obedecer? ¿A la mía, a la del vecino, al concepto de justicia de Platón vinculado al conocimiento del individuo, o al Aristotélico vinculado a sus necesidades y aportes a la sociedad?. No existe un concepto único de justicia, hay tantas justicias como individuos. Por ello, las sociedades democráticas han entendido que lo justo era la ley. La ley que mediante mecanismos democráticos de participación y bajo el control de órganos independientes, que emanan de la propia soberanía, nos hemos otorgado. Por lo tanto, en las sociedades democráticas no existe la alternativa ley o justicia, la justicia es la aplicación de la ley mediante los mecanismos señalados. Ello no implica que una ley no pueda ser injusta, o que la aplicación de la ley pueda crear injusticias, pero las sociedades democráticas tienen precisamente los mecanismos para corregir esas posibles injusticias sin necesidad de acudir a la desobediencia, y a todo eso se le llama justicia, no cabe pues la necesidad de plantearse la alternativa entre obedecer a la ley o a la justicia.

Pero sigamos con el repertorio de frases utilizadas: desde el ya famoso oxímoron “revolución de las sonrisas”, en el que resulta difícil comprender como se puede sonreír ante una revolución, ahora nuestro presidente Torra utiliza otro concepto que merece también su estudio: “radicalidad democrática”. Lo primero que observamos es que suena bien, suena a muy democrático y a sensato, como todas las frases y lemas del procés. ¿Pero qué pretende decir en realidad con estas dos palabras? Por un lado, situarse al lado de los radicales --cuarta acepción de la palabra radical del diccionario de la Real Academia: partidario de reformas extremas--, por lo tanto nuestro presidente es un radical, y con ello contenta a todos aquellos que quieren a toda costa la independencia de Cataluña, aún sin tener la mayoría democrática suficiente. Y, por otro lado, esa radicalidad es democrática, con lo que volvemos de nuevo al oxímoron. Si lo que se pretende es una radicalidad, o sea la implantación de algo extremo, en sí mismo resulta contrario al concepto de democracia. En fin, nuevamente el juego de palabras.

Pero ha habido y habrá muchas más frases, siempre con una característica en común: la utilización de la palabra "democracia" o la palabra "libertad" en cada uno de los sus lemas. El último ha sido este 11 de septiembre, con el lema “Tsunami democrático”. Ciertamente, tanta profusión de la palabra democracia ¿saben a qué me recuerda? A las repúblicas socialistas de detrás del telón de acero, donde la democracia y el respeto, no solo a los derechos humanos, sino a la dignidad humana, brillaban por su ausencia, excepto en los nombres oficiales del país --todas eran republicas democráticas--, o en las frases de buena parte de los lemas del régimen comunista. Tenían la necesidad de autoproclamarse democráticos porque eran verdaderas dictaduras. La democracia no se construye con lemas o frases, sino mediante el respeto al ordenamiento jurídico que democráticamente nos otorgamos, precisamente todo lo contrario de lo que ocurrió en el Parlamento de Cataluña el 6 y 7 de septiembre de 2017. De ahí, quizás, la necesidad de utilizar la palabra democracia en todos sus lemas. Ya lo decía el rico refranero popular: “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”.

Pere Lluís Huguet Tous

Expresidente del Consejo de la Abogacía Catalana