Cristiano Ronaldo está cabreado como una mona e incluso ha llegado a amenazar, a través de personas interpuestas, con que está dispuesto, no solo abandonar el Real Madrid, sino España. Se siente maltratado por la Hacienda española, los medios de comunicación y por el común de los mortales. La razón no es otra que el que la Fiscalía de la capital de España acuse al astro portugués de crear una estructura societaria para defraudar más de 14 millones de euros en cuatro delitos cometidos entre 2011 y 2014. Resumiendo, atribuye a Cristiano la utilización de dos sociedades pantallas para "ocultar las rentas generadas en España por los derechos de imagen, algo que supone un incumplimiento voluntario y consciente de sus obligaciones fiscales".

La duda está en si el rebote del futbolista portugués se debe a una estrategia para que el club al que pertenece le sufrague la cantidad supuestamente defraudada, como parece que ha ocurrido con Messi en el FC Barcelona, o si cree que en otros países europeos atan a los perros con longanizas y que en ellos puede conseguir mejores condiciones de sus respectivos fiscos.

Lo ocurrido con Cristiano o con Messi y con otros futbolistas, mayoritariamente ligados a clubes de la Hispania romana, no es sino consecuencia de un deambular fiscal errático, al que se han visto sometidos los futbolistas de élite que aterrizaban en la Liga española encelados por una permisiva Ley Beckham --hoy derogada--. Todo ello, al final, provocaba grandes diferencias entre deportistas españoles y extranjeros, como lo demuestra el que un jugador como Raúl tributara a un tipo del 45%, mientras el guapo inglés, con quien el delantero compartía vestuario, lo hacía a un 24%.

Lo de Ronaldo o Messi no deja de ser un síntoma, un indicio, una denuncia de la desarmonización fiscal existente entre los 28 ó 27 miembros de la Unión Europea

Como suele ocurrir en todo tipo de actuaciones supuestamente fraudulentas y/o delictivas, siempre tiene que haber un cerebro de la operación, que en esta ocasión se llama Mendes, representante del jugador portugués, que lo único que ha hecho, con apoyo de caros consultores y bufetes, ha sido buscar las vueltas al sistema tributario en donde han entrado en juego la cesión de derechos de imagen a sociedades situadas en paraísos fiscales como las Islas Vírgenes, e incluso a sociedades de Irlanda, miembro de pleno derecho de la Unión Europea y unos de los países que ha encontrado en la fiscalidad una potente palanca de su economía con la bendición del resto de los países miembros del selecto club.

Y si no, que se lo pregunten a la sociedades que han decidido establecer sus reales en ese país atraídas por figuras tributarias como el impuesto sobre sociedades, con un tipo del 12,5%, la mitad del existente en España o una tercera parte del francés.

Lo de Ronaldo o Messi no deja de ser un síntoma, un indicio, una denuncia de la desarmonización fiscal existente entre los 28 ó 27 miembros de la Unión Europea que, hasta el momento, solo han conseguido tímidos avances en materia de armonización de la imposición indirecta, debido a las reticencias de los Estados miembros a perder soberanía fiscal. Un gran problema, ya que sin armonización fiscal no puede haber unión económica y monetaria real.

Los casos de Ronaldo y Messi, con Mendes o "mi papá" por medio, no dejan de ser un recordatorio de que la UE no solo carece de unión fiscal, es que, por carecer, ni tan siquiera tiene armonizados muchos de los principales impuestos estatales.

En todo caso, ello no es motivo suficiente para respaldar la infumable campaña barcelonista de "todos somos Messi", y puestos a elegir, es preferible la inicial postura de indiferencia mantenida por Florentino Pérez, aunque son pocos los que apuestan que la mantenga hasta el final del conflicto.