La fiesta de la Constitución fue una decepción. Una farsa. Sin pueblo. No se puede celebrar ninguna Constitución sin el pueblo. Que no prediquen los políticos. Fue una fiesta para ellos y la monarquía. Decepción del día grande donde los ciudadanos se quedaron en la calle sin nada que celebrar. Fue una fiesta chunga.

Tanto ruido para la celebración de la Constitución. Aniversario inventado. Han pasado varios días. Podemos analizar la efemérides con tranquilidad y en la lejanía. ¿Qué se quería celebrar? Todo, menos que la Constitución es del pueblo. Esa era la primera idea desde la Presidencia del Congreso. Una celebración del pueblo. De la Cortes del pueblo. Pero se convirtió en una celebración de la monarquía. No estaban previstos los reyes. Pero vieron el filón y ahí se apuntaron. Dos reyes para reconciliarse. Dos parejas de reyes para acercarse. La Monarquía para recuperar cierto prestigio. Pues sobraron. Se cargaron la celebración de la Constitución.

La presidenta del Congreso, Ana Pastor, dijo en su discurso que era el momento de que “todos los españoles renovemos este gran pacto institucional. Señorías, es lo que el pueblo español demanda a sus representantes”. Señora Presidenta el pueblo español no ha demandado nada, porque no estaba invitado a la celebración. Perdón, sí estaba invitado. Pero al aparecer los Reyes fue desconvocado el pueblo. En esta celebración no participó el pueblo. Algunos estaban en la acera protestando. Había menos representación del pueblo que en las Cortes de León de 1188. Entonces, ¡cuánto tiempo, señor!, con Alfonso IX, rey de León, ya hubo representación del pueblo. El pasado jueves, aquí en Madrid, no había pueblo. Felipe VI no sabe lo que es el pueblo. Lo ocultó para reivindicar a su padre, el anterior rey. ¡Qué cosas! Es el siglo XXI y estamos hablando de reyes. Con menos representación popular que en el siglo XII. ¡Vivir para ver! Y lo que nos queda.

Porque en la calle o en el patio se echaron de menos los pendones de León. La representación de las Cortes de León, las más antiguas de la historia o, al menos, de lo conocido en Europa. No hubo lectura de ningún "Decreta" el compromiso que obligaba a todas las partes, comenzando por el propio rey. Fue el embrión de todas las democracias participativas. Pero aquí, en España, por tenerlos los olvidamos. O los ignoramos, que es peor. Los "Decreta" son el embrión de los Parlamentos modernos. Pero como los tenemos pues los ignoramos. ¡Olé el Parlamento moderno español! "Los Decreta" han sido reconocidos por historiadores como Alexander Reginald Myers, Evelyn S. Procter o John Keane en su obra Life and Death of Democracy. Y en España Julio González González. "Los Decreta" son uno de los mayores legados que el viejo Reino de León nos ha dejado. Pues no se celebra. Con la compañía de otros parlamentos autonómicos, claro, que no están reñidos. Pero sí excluidos. El pueblo, presidenta del Congreso y rey de España, no participó. La celebración quedó coja. Muy coja.

También porque lo celebrado se hizo todo en el interior del Congreso. Nada en la calle. Solo para las élites monárquicas o políticas. Fin de representación. Con los que hay dentro hay bastante, debieron pensar. Gran error. Lo que hubo dentro sobra. Lo importante está fuera. Dentro hubo lo de siempre. Alabanzas a sí mismo. Alabanzas a los presentes. Será por si les queda poco. Pero ni en eso fueron generosos. No se mencionó a Adolfo Suárez. Ninguna ovación a Adolfo Suárez. ¡Qué pena! Algunos de los presentes saben lo que peleó el presidente por las Cortes y por la Constitución. A pesar de las amenazas. A pesar del abandono de compañeros, partido y del propio rey Juan Carlos. ¡Qué fallo! ¡Qué olvido! Suponiendo que fuese un olvido. Mi ovación para ti, presidente Suárez.

También en la celebración habló el rey. Dentro del Congreso. Fuera no hubo ni himno, ya es el colmo. Felipe VI largó su discurso "para celebrar el 40 aniversario". Siempre se celebra el 50 aniversario de lo que sea, pero ahora les gustó el 40. Será "por si acaso" y no aventuramos nada. ¡Oh memoria! Qué frágil es la memoria. No mencionó ni una sola vez a los luchadores por la democracia contra la dictadura franquista. ¡Qué memoria más frágil! O peor, tienen memoria pero no lo recuerdan. Debe pensar que fueron estos políticos, incluido su padre, los que facilitaron la democracia. Fueron los que murieron. A ellos se lo debemos, sin quitar mérito a los vivos. Ellos sentaron las bases con su dolor y su sangre. Y algunas mujeres, otro olvido del rey, de la transición y del franquismo que nunca las menciona nadie. Ellas tienen su parte importante, no los que lo celebraban dentro del recinto a cuenta de todos, como comentaba un espectador anónimo en la plaza Las Cortes. “Y ahora se van a comer a cuenta de todos. Vámonos”. Y se fueron. Y nos fuimos.

Sin hablar de las desigualdades sociales que es lo que corroe la democracia, y Felipe VI no se entera, ni lo menciona en su discurso. ¡Quién se lo haría! Algún aprendiz porque no se puede poner en el mismo cesto a los que dieron su vida luchando contra el franquismo y a los que dieron el golpe de Estado y asesinaron a miles de españoles. El pasado día pareció que sí. Todos en la misma cesta. Algo ha fallado, admirada presidenta Pastor. Por cierto, cuando el rey o algún presidente de gobierno participen en algún homenaje a las víctimas del franquismo, ese día, me quito el sombrero y les hacemos una reverencia eterna. Nunca lo han hecho. Preocupante y significativo.

El recuerdo de la Constitución de 1978 ha tenido de casi todo, menos participación del pueblo que es quien debió ser el protagonista. Sobre todo ha sido un "prietas las filas" de los partidos constitucionalistas por si en el 50 aniversario ya no están. O para disimular los socavones de esta democracia. Difícil. Incluso tapando querellas contra el anterior Jefe del Estado. La reconciliación fue cosa de un día. De una mañana. De una apariencia. Aunque hubo un sol espléndido la mañana estuvo triste. Muy triste para el pueblo. Casi oscura.