Una noche en la ópera es una película cómica de 1935. Una de sus frases más famosas llega cuando Groucho Marx se pone a leer un contrato: "La parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte”. El pasado miércoles por la noche cuando escuché en la radio la primera reunión de Pedro Sánchez con los representantes independentistas recordé al más ocurrante de los Marx, en una de las frases más conocidas de la Historia del Cine.

Tiene razón la fugada consejera Ponsatí ante sus miles de acólitos en Perpiñán en el mitín del domingo antes de ir a comer. La iluminada consejera desveló lo que todos sabemos: unos y otros representan una obra de teatro ambientado en suelo francés. No es una comedia sino una tragedia nacional que ni Felipe Gónzalez entiende, aunque no se pone tan dramático como José María Aznar diciendo que el PSOE ha roto con la Constitución de 1978 que él no votó, yo tampoco porque era menor de edad.

La consejera dijo que el presidente español sólo buscaba tener tiempo para marear la perdíz, que no se mareará porque el aprendiz de brujo, Carles Puigdemont, tiene muy claro que pide un imposible, que nadie le puede ofrecer. El huido a Waterloo lo sabe, como todo hijo político suyo. ¡Hay que ser del equipo de Campeones para no enterarse!

El ex President, Artur Mas, estuvo en Perpiñán (la gendarmeria gala decía que eran veinte mil y los organizadores multiplicaron por diez esa cifra: es la habitual guerra de exageración), y tuvo claro que no podría encabezar la lista neoconvergente porqué él no iba a ser un títere, como Torra, del ex alcalde de Girona.

Hace siete días soñó eso, pero los sueños, sueños son. Y tiene la experiencia que la radicalización del hijo de pastelero de Amer, no sólo le costaría dinero sino, problamente, pese al buen talante de nuevo Zapatero, algo mucho peor. Por eso se lleva mal con el jarrón chino de Felipe González.

Otra forofa de la banda de Carles Puigdemot, Elsa Arcadi, el lunes declamaba por la radio que estaba segura que el Ministro de Interior, Marlasca, presionaría a su colega francés porque, como se sabe, España es una dictadura, que ha pasado a Francia el coronavirus.

 Y es que la fiebre de la paranoia está muy extendida en Cataluña.