Dice Madeleine Albright en su ultimo libro Fascism: A Warning que no debemos permitir que el fascismo pase desapercibido. Que no sea noticia hasta que sea demasiado tarde. Estas palabras han hecho plantearme qué se puede decir del fascismo hoy, en Cataluña.

Lo primero es definir qué se entiende por fascismo, cuáles son sus rasgos definidores. Desde luego, la causa esencial de su nacimiento, frenar el comunismo, carece hoy de sentido. De hecho, comunistas y fascistas sólo se han diferenciado, más alla de nominalismos, en que en los paises comunistas desapareció la economía de mercado y en los fascistas, no, aunque el peso del Estado y las nacionalizaciones fueran también muy importantes. Hoy, los rasgos definidores del fascismo puede encontrarse tanto en organizaciones que se autodefinen de derecha como de izquierda. Yo no sabría definir a Putin, Xi Jinping, Kim Jong Un o Maduro como de derechas o izquierdas pero sí como líderes fascistas o cuasifascistas.

Descontextualizado de su origen histórico, ¿qué es hoy el fascismo? Albright señala diferentes rasgos que, según ella, sirven para identificar el fascismo.

1. Un líder con tendencias antidemocráticas y unos seguidores que ejercen algún tipo de presión sobre ese líder. Es difícil no recordar lo ocurrido en el Parlament el 6 y 7 de septiembre, o los acontecimientos del 10 y 11 de octubre. Para Albright, el concepto de democracia, como es normal salvo entre fascistas o revolucionarios, está supeditado al cumplimiento de la ley. Los fascistas preconizan estar por encima de la ley, por encima de los tribunales. Preconizan el fin de la división de poderes. Exactamente lo que estamos oyendo estos días de forma reiterada (véanse las declaraciones del presidente del Parlament al respecto). Si Puigdemont se consolida como líder independentista arrinconando a ERC, el riesgo fascista se multiplicaría. La repetición de las elecciones el 15 de julio, si nadie lo evita, podría abocarnos a una coyuntura muy difícil.

En Cataluña el secesionismo comparte preocupantes rasgos comunes con el fascismo. En la terminología de Albright sería "almost-fascism"

2. Otro elemento clave para definir el fascismo es la utilización por sus líderes de sentimientos de discriminación identitaria, temor al desempleo o cualquier miedo al futuro, para exacerbar las divisiones de la sociedad. Ya sabemos todos que la combinación entre victimismo y supremacismo es un elemento nuclear del secesionismo. Algunos secesionistas apelan a la solidaridad con los refugiados, a la vez que califican de colonos a la mitad de los ciudadanos de Cataluña. Pura retórica para presentarse con piel de cordero.

3. Un tercer rasgo esencial es la existencia de violencia. Tema sin duda de rabiosa actualidad en el caso catalán. La violencia en Cataluña, de momento, se concreta en al acoso y señalamiento del disidente, el corte de carreteras y otras infraestructuras, y enfrentamientos con las fuerzas de orden público. No es poco. Y la creación de los CDR no ayuda a ser optimista. Aunque es cierto que las agresiones físicas son, afortunadamente, anecdóticas. Pero el fascismo se desata cuando se acerca el poder y cuando lo ejerce. Antes pretende negar las evidencias. Dice Albraight: "Don't let fascism go unnoticed until it's too late". Sólo la debilidad de la democracia ha permitido el triunfo fascista.

4. Otros rasgos del fascismo también pueden verse entre nuestros secesionistas. Neolengua, revisionismo histórico, exaltación de la patria, grandes manifestaciones con la gente bien encuadrada y uniformada, marchas de antorchas, etc.

En Cataluña el secesionismo comparte preocupantes rasgos comunes con el fascismo. En la terminología de Albright sería "almost-fascism". El Gobierno español debería hacer caso de la exsecretaria de Estado norteamericana con Bill Clinton y no esperar a que sea demasiado tarde para combatirlo ideológicamente, que es lo que no se hace, o no suficientemente, en España. Esta falta de combate ideológico explica el éxito relativo del relato nacional-secesionista. Y lo primero es empezar a llamar las cosas por su nombre. Sin subordinar un tema de esta trascendencia a las relaciones con el PNV, la aprobación del presupuesto o a futuros pactos con los secesionistas.