Pensamiento

Extranjera en mi ciudad

13 febrero, 2016 00:00

Delante de la Catedral de Barcelona se alza el polémico edificio de Xavier Busquets, que acoge el Colegio de Arquitectos de Barcelona. En este edificio, coronada por tres frisos de Pablo Picasso, hay una de las tiendas más interesantes de la ciudad. Se trata de la cooperativa La Capell, que además de contar con una muy recomendable librería especializada en arquitectura ofrece todo tipo de objetos y muebles de diseño.

Le enseñé mi DNI y, en catalán con acento canario, le comenté que independientemente de ser catalana o no, llevaba más de veinte años en la ciudad

Hace poco más de un mes decidí por fin hacerme socia de la cooperativa y me dispuse a rellenar un formulario básico. Cuando me dirigí a la dependienta me contestó en catalán que yo no podía ser socia de la cooperativa porque era extranjera, y para ser socia era indispensable estar empadronada en Barcelona. Me quedé de piedra. Le enseñé mi DNI y, en catalán con acento canario, le comenté que independientemente de ser catalana o no, llevaba más de veinte años en la ciudad.

Es cierto que mis orígenes canarios delatan un acento no identificable porque no es cantarín, como el catalán con influencias andaluzas del Baix Llobregat, ni próximo al castellano, como el catalán barcelonés y, por supuesto, no es profundo y grave como el catalán más puro del interior. En Barcelona hay muchos acentos catalanes y se identifican con facilidad, pero acentos canarios hablando catalán hay muy pocos.

En el colegio aprendí cuatro idiomas correctamente y la única lengua que me empeñé en aprender de adulta, sacando horas del trabajo y de la familia, fue el catalán. Me matriculé en el Centre de Normalització Lingüística y año a año mejoraba de nivel hasta que aprobé sin dificultad el famoso y temido 'nivell C'. Además, he contado con la ayuda de mi suegra que siempre habla conmigo en catalán y, sin saberlo, ha hecho de 'voluntària per la llengua'.

Para un canario, la gramática y la pronunciación del catalán es especialmente difícil. Los canarios utilizamos un castellano más suave e incluso se podría afirmar que sencillo, eliminando sonidos como los de las zetas y las ces, que sustituimos por eses. Además usamos expresiones y palabras del castellano antiguo y solemos incluir como mínimo un diminutivo en cada frase.

Muchos artistas se ven obligados a hacer las maletas porque los cupos están limitados a aquellos que sueñen en catalán

Siempre he tomado como referencia, para motivarme en el perfeccionamiento de la lengua, a la actriz Mónica López, antigua compañera de colegio en Las Palmas. Mónica ha conseguido en Cataluña lo que muy pocos logran, desarrollar una carrera muy exitosa en el difícil mundo de la interpretación, gracias a su potencial como actriz y a su dominio del catalán. Bravo, Mónica. Es una excepción y muchos artistas se ven obligados a hacer las maletas porque los cupos están limitados a aquellos que sueñen en catalán.

En mi caso, nunca me ha hecho falta el catalán en el trabajo, y mi dedicación era una muestra de voluntad y respeto hacia la riqueza de las lenguas y a la diversidad, pero me he cansado de que, en lugar de sentirme en casa, me hagan sentir, cada vez con más frecuencia, de fuera.

Si reflexiono sobre los lugares donde he vivido, puedo afirmar que el 47% de mi vida la he pasado en Barcelona, en Canarias pasé la infancia y adolescencia, que representa el 39%, y en el extranjero un 14%. De ese 14%, la mayor parte la pasé en Nueva York y, si algo admiré de la ciudad, fue que nunca me hizo sentir extranjera. Daba igual de dónde fueras o tu acento al hablar inglés, Nueva York y sus habitantes te acogían y te hacían sentir inmediatamente de allí y, por encima de todo, se valoraba el individuo y no el pasaporte.

Cuando llegó el momento, decidí asentarme en Barcelona y me casé con un catalán de corazón. Siempre he pensado que el idioma principal de una persona lo determina la lengua en la que se sueña, y mi marido, además de tener cuatro apellidos catalanes, sueña en catalán. En esta ciudad han nacido mis tres hijos y, en casa, ellos hablan en catalán con su padre. En Barcelona vivo, educo a mis hijos, trabajo, tengo a mis amigos, pago los impuestos y ejerzo de embajadora siempre que puedo, defendiendo una ciudad que siempre he visto como mía porque es el lugar donde yo he decidido vivir.

Por desgracia, hay un sentimiento de exclusión de aquellos que creen que los de fuera restamos, que la catalanidad es un acento o cuatro apellidos

Por desgracia, hay un sentimiento de exclusión de aquellos que creen que los de fuera restamos, que la catalanidad es un acento o cuatro apellidos, y es una lástima porque pierden embajadores y personas que sumamos porque traemos cultura, know how, creamos empleo y formación.

Después de alguna que otra desilusión, por fin he encontrado una vía para convivir con ese sentimiento y he decidido convertirme en una extranjera en mi ciudad. Empezar a vivir en Barcelona como mis vecinos belgas y japoneses, que disfrutan de las maravillas de una de las mejores ciudades del mundo y observan sus problemas y dificultades desde fuera, sin sufrir y sin involucrarse. Es uno de mis propósitos del 2016, pero me costará, porque todavía existen catalanes abiertos, cultos, cosmopolitas y tolerantes que me hacen olvidar esta nueva realidad, que me obliga a tomar distancias en una ciudad que yo siento como mía y llevo en el corazón.