Pensamiento

Explicar en público lo que se dice en privado

30 septiembre, 2013 08:18

En los últimos meses he mantenido conversaciones con una docena de personas -empresarios, ejecutivos de grandes empresas, profesionales- sobre la situación política catalana, el clima que se vive en Cataluña y las posibles salidas del laberinto.

Se trata de votantes de CiU y, en algunos casos, con responsabilidades relevantes en cargos públicos en la etapa pujolista. Les resumiré el contenido.

No hablar de política ni en público, ni en las reuniones familiares. En este tema hay unanimidad. La primera es que todos ellos dicen en privado lo que no se atreven a decir en público. En parte por posibles repercusiones en su trabajo, pero sobre todo por el miedo a verse estigmatizados y acusados de botiflers, antidemócratas, fachas, unionistas o cualquier otro calificativo al uso por el mero hecho de expresar dudas, de analizar inconvenientes o ponderar dificultades.

Todos ellos dicen en privado lo que no se atreven a decir en público, por el miedo a verse estigmatizados y acusados de botiflers, antidemocrátas, fachas, unionistas

La presión social es muy fuerte, hasta el extremo de generar problemas familiares, sobre todo con los más jóvenes, víctimas del adoctrinamiento en sus centros escolares y del efecto de sumarse a la ola para no sentirse marginados.

Entre el silencio de unos y el silenciamiento de otros, en Cataluña han faltado voces que desde el catalanismo alertasen del desvarío colectivo. Tras el último 11 de septiembre las cosas empiezan a cambiar. Duran y Navarro han endurecido su discurso no independentista. La entrevista a Guardans en CRÓNICA GLOBAL, la de Granell en El País, o los artículos de Joaquim Muns y Pedro Nueno en La Vanguardia ilustran un cambio esperanzador.

Alzar la voz, erradicar el miedo a no ser independentista es la primera condición para revertir la situación. Los que llevamos años predicando en el desierto nos sentimos gratificados de que otros, por fin, se sumen. En El Debat lo sufrimos con la retirada de la publicidad institucional de Generalidad, Ayuntamiento y Diputación sin que, por cierto, recibiéramos publicidad institucional del Estado, que sí llegaba a medios pro soberanistas. Así son las cosas. Hasta hoy el soberanismo sigue bien engrasado con dinero proviniente de quienes estan en contra de la independencia. No deja de ser extraño.

La independencia no es conveniente ni deseable para los catalanes. Muchos de mis interlocutores son independentistas sentimentales. En un mundo que empezara de cero apostarían por que Cataluña fuera un Estado independiente. Pero todos ellos consideran la independencia aquí y ahora indeseable.

Vivimos en 2013, en un mundo globalizado, en el seno de la Unión Europea que, con todos sus problemas e inconvenientes, es el único proyecto colectivo con sentido de futuro. Cataluña es una sociedad plural, con un grado más que razonable de libertad individual y colectiva por mucho que se diga lo contrario. La situación política actual ya está degradando nuestra democracia. Competimos ufanamente por ser más ultras y sectarios que la caverna española. TV3 o RAC 1 ya son tan manipuladoras como 13TV o Telemadrid. Qué gran avance democrático. Ninguno de mis interlocutores se identifica con Kosovo. Y lo que es peor se siente incómodo en su propio país. Cataluña no es una dictadura pero en ocasiones parece que lo es, no por falta de vocación de algunos lideres, sino por carencia del poder suficiente para imponerla.

TV3 o RAC 1 ya son tan manipuladores como 13TV o Telemadrid. Qué gran avance democrático

La independencia es imposible de alcanzar. Plantear lo imposible no es un acto de valentía sino de estupidez, me dice un interlocutor. Conducir a un país hacia un objetivo indeseable para los ciudadanos e inalcanzable por la oposición no sólo española sino de la UE y de EEUU, y sin ningún aliado relevante en el mundo, no es una heroicidad sino una irresponsabilidad que puede tener consecuencias muy graves para los ciudadanos. La hormiguita que reta al elefante no es una heroína sino una suicida.

El proceso segregacionista iniciado en Cataluña no es una cuestión acotada como lo es el caso escocés o el de Québec. Implica no sólo romper España sino desestabilizar el sur de Europa y herir de muerte una ya renqueante UE. El nacionalismo catalán siempre ha reivindicado los Països Catalans. ¿Alguien ha pensado en lo que esto significa? ¿Alguien ha valorado el efecto contagio en el País Vasco y otras regiones del sur de Europa? ¿Alguien sensato puede olvidar que todas las guerras europeas han nacido de conflictos territoriales? ¿Alguien con un mínimo de información puede esperar que países que han cedido importantes ámbitos de soberanía pocas décadas después de haberse enfrentado con millones muertos puede mirar con simpatía que la historia vuelva a repetirse?

Me dicen mis interlocutores que los actuales dirigentes de CDC les pidieron silencio y colaboración porque de lo que se trataba era de tener un discurso político durante la crisis y acabar pactando una mejora fiscal. Pero el error de cálculo de Artur Mas al adelantar las elecciones, convencido que una mayoria muy amplia le permitiria controlar el proceso y maniobrar con comodidad, dificulta la rectificación y nos empuja hacia el abismo. Al quedar rehén de ERC y del movimiento social que desde la Generalidad se ha impulsado y financiado generosamente durante décadas, Mas ha optado por la huida hacia adelante, prisionero de sus desvaríos.

Entre el desánimo y el fatalismo. Al hilo de estas reflexiones, mis interlocutores han mostrado unánimemente preocupación. Y cierto desánimo por la asunción de que nos encaminamos hacia la tan cacareada colisión de la que los principales perjudicados seremos los catalanes. Todos coinciden en que los vehículos no son iguales. El choque, si nadie lo evita, sería entre un turismo y un coche blindado. Con el agravante de que una parte de los ocupantes del turismo que no han bebido le gritan al conductor ebrio que deje de acelerar. Aún suponiendo que uno circule adecuadamente por su carril, no es lo más inteligente mantener el rumbo si nos encaminamos a un choque frontal con el agravante de que el vehículo contrario es más potente y robusto. Mas miente y halaga los oídos de los soberanistas haciéndoles creer que somos los mejores. Que impondremos nuestra voluntad al mundo. Como el Barça, ganaremos.

Todos aquellos catalanes, sobre todo del mundo económico, que saben que nos encaminamos al borde del abismo, deben abandonar la prudencia y la ambigüedad que les ha caracterizado y apostar con claridad, energía y medios por una solución dialogada

Aunque no han perdido todas las esperanzas de que vuelva el seny y se rehagan los puentes que permitan una nueva transición, la mayoría consideran muy probable que esto acabe en la ocupación del Parque de la Ciudadela por los más radicales al estilo de las primaveras árabes. Esta situación, más que el preámbulo de la independencia, sería probablemente el de la suspensión de la autonomía. Ello llevaria a un futuro muy incierto en el que no es descartable la aparición de la violencia, hasta ahora ausente, afortunadamente, de nuestra sociedad a pesar de que cada día aumentan los incidentes hasta ahora acotados.

La necesidad de la tercera vía. Coincido con mis interlocutores en que los partidarios de la confrontación son numerosos y tienen una hoja de ruta clara tanto en el resto de España como en Cataluña. Pero se mantiene viva la esperanza de que existe una mayoría, aquí y allí, capaz todavía de revertir la situación. Lo primero es que catalanistas e izquierda articulen una propuesta conjunta que después sea negociada con la derecha democrática española y con el nacionalismo que esté dispuesto a ello.

Las conversaciones Rubalcaba-Duran son esperanzadoras. Eliminada la adrenalina, los intereses compartidos superan las razones que alimentan la confrontación. Puede y debe hacerse. Y todos aquellos catalanes, sobre todo del mundo económico, que saben que nos encaminamos al borde del abismo, deben abandonar la prudencia y la ambigüedad que les ha caracterizado y apostar con claridad, energía y medios por una solución dialogada que no sea un nuevo parche sino que fije un horizonte común basado en la lealtad mutua. Es lo que corresponde a sus intereses y a los de la mayoría de la población. Es el momento de ser radicalmente moderado. Es el momento de mojarse. A pesar de los pesares todavía no es demasiado tarde. Lo que se dice en privado debe hacerse oír en público. Sin complejos, con la convicción de que lo mejor de la historia está de nuestro lado.