Pensamiento

Excusar no es explicar

2 abril, 2016 00:00

No hay que confundir "negarse a excusar" y "negarse a explicar". A medida que los atentados se acumulen, la tendencia a acusar a los demócratas por los crímenes que se cometen contra ellos será más y más difícil de sostener. Son los terroristas, hay que recordarlo, los responsables de sus actos. Son ellos los que se adhieren a una ideología mortífera. Son ellos los que escogen destruir otras vidas en lugar de construir la suya.

Escuchando algunos comentarios, da la impresión contraria: serían las víctimas, los objetivos de los terroristas, los que empujan a los fanáticos a atentar. Ya sea por su actitud intolerante frente al integrismo (lástima, eso no explica lo de Bélgica, ni lo de Pakistán), ya sea por sus guerras exteriores (ah no, eso no funciona para Dinamarca ni para el atentado contra Charlie Hebdo), o por su laicidad arrogante (huy, pero eso no aplica ni en Estados Unidos ni en los países musulmanes afectados por el terrorismo). ¿Será debido a una democracia demasiado permisiva? Al menos, esa explicación sí funciona. En Bélgica y en realidad, en cualquier otra parte de Europa.

¿Los medios de comunicación abordan en exceso los atentados?

Dentro de la serie "vamos a evitar mirar la realidad de frente", me tropecé con una conversación ligeramente surrealista en la página de Facebook de una antigua electa de izquierdas. Apenas unas horas después del atentado de Bruselas, cuando aún no se sabía cuántas víctimas se habían producido y si los terroristas seguían sueltos, un militante decía sentirse indignado. Realmente indignado... ¿Por qué sentía tanta indignación? Porque los medios de comunicación hablaban demasiado de los atentados. ¡Como si no hubiera más que eso en la vida, los atentados!

Dejemos de lado los tópicos habituales sobre el sensacionalismo de las cadenas de información. Como si nos forzaran, a golpe de látigo, a permanecer sentados frente al televisor, viéndolos en bucle. Es decisión y responsabilidad del espectador desconectar cuando siente que se satura. Y no de la cadena de información continua detenerse cuando surge un drama de tal importancia.

Un atentado no es una catástrofe natural, sino un acto de guerra, que trastorna nuestras vidas y exige que se extraigan las lecciones correspondientes. Lecciones en términos de seguridad, políticas, intelectuales. Sobre todo, para que los Molenbeek, los barrios de Saint-Denis o de Argenteuil dejen de ser tanto guetos como santuarios. Aunque no se puede caer en la tentación de la información-espectáculo, aunque a veces resulta risible la necesidad de los medios de información continua de llenar el espacio, la emoción legítima y su prolongación es también lo que permite abondar un tiempo mediático largo, de los que permiten desarrollar un debate profundo. Sin embargo, algunos visiblemente prefieren tomarla con los que hablan de los atentados en lugar de indignarse contra los atentados en sí. Hasta tal punto que el mecanismo se parece a una estrategia de evitación, psicológica y/o política.

Estrategia de evitación

Siempre hay quien prefiere matar al mensajero que ocuparse del mensaje, tomarla con el espejo en lugar de con lo que en él se refleja. Esto es particularmente cierto para aquellos que han centrado su cólera en los demócratas al mando en cada país, y que tienen dificultades para interrumpir el curso normal y legítimo de esa cólera, por ejemplo contra la ley sobre el empleo [en Francia, actualmente en tramitación], para admitir que existe un peligro que de repente resulta más urgente. Y aún se agrava más con aquellos que no han querido reflexionar sobre el peligro islamista, que han perdido su tiempo, y nos lo han hecho perder a los demás, tachándolo de exageración o de obsesión.

Son los mismos que encuentran que se habla demasiado de atentados, pero se quejan de que no se explican suficientemente las motivaciones de los yihadistas. Su estrategia de evitación se resume a una cosa: ironizar en bucle sobre la desafortunada frase de Manuel Valls, según la cual "explicar ya es excusar" [exactamente, "expliquer, c'est déjà un peu vouloir excuser", "explicar, ya es querer excusar un poco"].

Es legítimo recordarle al primer ministro que la emoción no puede oscurecer el razonamiento ni el debate, ni tampoco impedir a intelectuales y académicos hacer su trabajo. Es bastante más cuestionable que los partidarios de la "cultura de la excusa" se escondan detrás de estas palabras desafortunadas para reclamar de repente el papel de denunciantes... que no han sabido ejercer.

Pienso, por ejemplo, en esos sociólogos que alzaban la mirada al cielo y hablaban de fantasías cuando un experto en terrorismo explicaba, atinadamente, que los yihadistas que regresaban de Siria podrían cometer atentados en Francia, un objetivo "legítimo" a sus ojos. Y más en general, en todos los sociólogos de las religiones que han pasado los últimos años "explicándonos" hasta qué punto el radicalismo religioso, que venía a ser un "arrebato de fe", era una oportunidad para la democracia.

El mito de la no islamización de la radicalidad

De creer a estos sociólogos, a veces muy cercanos a la Unión de Organizaciones Islámicas de Francia (UOIF) y de los Indígenas de la República, el problema no es en absoluto el islamismo, sino el "laicismo". No se escucha ningún mea culpa por parte de esos militantes de la denegación, escondidos tras sus cátedras de religionólogos. Algunos de ellos siguen dando lecciones desde lo alto de su púlpito de profetas marxistoides. Para ellos, la razón de este radicalismo no se encuentra en la ideología fanática, sino en la modernidad, en la laicidad o en la globalización. Un discurso ideológico que satisface a algunos que creen que contraría la versión mediática dominante. Cuando lo que contraría, en realidad, es cualquier análisis serio de la historia del islam político y del radicalismo.

Uno se puede burlar de los expertos en yihadismo. Es verdad, hay algunos charlatanes. Aunque no menos que entre los sociólogos... Y contrariamente a éstos, ciertos expertos en yihadismo --de esos a los que hoy se lincha en las redes sociales y en la prensa adicta a la negación-- están amenazados de muerte por haber denunciado, con razón, una radicalidad que estudian desde los años de la guerra civil en Argelia, en francés y en árabe. Estos expertos fueron capaces de explicar sin excusar. En lugar de excusar sin explicar.

[Artículo traducido por Juan Antonio Cordero Fuertes, publicado en la versión francesa de The Huffington Post y reproducido en CRÓNICA GLOBAL con autorización]