El Estado se multa a sí mismo, dice Chucky

Ignacio Vidal-Folch
14 min

Estábamos, Chucky y yo, el otro día en el yate… o sea, quiero decir: no en el yate Christina de Aristóteles Onassis; ni en Blue Legend de De la Rosa; ni en el Great White de Rafa Nadal, ni en el Mata Múa de Tita Cervera, ni en ningún otro yate propiamente dicho. Sino en la terraza del bar El Yate, en la esquina de mi casa, a la hora del aperitivo, leyendo la prensa.

Y de verdad que me sorprendió el ardid del conseller Giró, su idea de habilitar un fondo de diez millones de euros para avalar a los condenados por el Tribunal de Cuentas por su responsabilidad contable en el procés, la “consulta”, el “referéndum”, la propaganda internacional, en fin, todos aquellos carísimos disparates a los que asistimos con estupor… 

Es decir, resumido a trazo grueso: el Estado, a través del Tribunal de Cuentas, multa a unos ciudadanos díscolos; pero al mismo tiempo el Estado, a través de la Generalitat, paga la multa. ¡El Estado se multa a sí mismo! Desde luego, hay que tener imaginación creativa para alcanzar semejante nivel de… de…

--¡De idiotez! –dice Chucky, el muñeco diabólico que habita en mí.

Es un tipo de carácter más bien fuerte, que cada día se parece más al escritor francés Houellebecq.

--¡Nivel de imbecilidad! –insiste-- ¡Nivel de cretinismo!

--Hombre, Chucky, yo no emplearía este vocabulario tan agresivo, pero sí, un poco de incompetencia en el funcionamiento del Estado quizá se esté manifestando con claridad…

--¡Pero si este ardid gironiano no es más que otra confirmación de lo que tú has repetido por pasiva y por activa: que España es el país más tonto del mundo!

--Yo no puedo haber dicho eso.

--Sí que lo has dicho y varias veces: España es un país muy estúpido porque, a través de los presupuestos, ¡financia generosamente a sus propios enemigos!

--Bueno, vamos a ver… Lo que yo digo es que en estos últimos años se ha visto que el Estado de las autonomías, o su perversión, tiende a estimular los particularismos y los nacionalismos; y que estos, por pura lógica, por pura inercia, desembocan en el intento de ruptura y la creación de otros estados…

--Pues ahí lo tienes –responde Chucky, mostrando las palmas---: el Tribunal de Cuentas está tratando de recuperar el dinero despilfarrado, y así demostrar que tan idiotas no somos los españoles, y la Generalitat se inventa una manera original de despilfarrar diez millones más y demostrar que sí lo somos. ¿No es bonico esto? ¿A que sí que es bonico?

--Bueno, pero ya veremos cómo acaba este contencioso, Chucky. Mira lo que dice aquí, sobre lo que señalan varios juristas. Yo, si fuera el consejero Giró, no las tendría todas conmigo. Puede acabar entre rejas...

--Bah, que se fastidie. Ya sabes que faber est suae quisque fortunae, cada hombre es el artífice de su propio destino. Pero no sufras por el consejero ése. En el mejor de los casos, el castigo tardará años en alcanzarle. Con un poco de suerte se muere antes; y si no, siempre puede escaparse volando a Waterloo, seguro que le habilitan algún desván en la Casa de la República. Donde caben tres liantes, caben seis.

Objeté que no siempre la justicia es tan lenta, y lanzó una carcajada amarga:

--Fíjate, por ejemplo, en el caso de Laura Borrás --dijo--. Es un caso de corrupción transparente, no tiene ninguna complicación, los mails que envió (los famosos mails de los “trapis”) son muy elocuentes, no cabe ahí ninguna duda razonable… y sin embargo, van pasando los meses y los años, como si tanto costara darle de una vez la patada en el culo a esa señora repulsiva, y en vez de eso ahí la tienes, en el Parlamento éste rumano que tenemos, posando de virtuosa y dando y quitando la palabra a los demás.

--Sí, los mails son clamorosos, eso te lo reconozco, Chucky, pero ¿no te parece que hasta que la señora Borrás sea juzgada tiene derecho a la presunción de inocencia, como todo el mundo?

Y hablando del mundo: en ese momento vi en El Mundo una entrevista con Mireia Vidal, que fue interventora general de la Generalidad desde 2011 a 2016, que luego fue despedida por el Beato Junqueras, y que se muestra desesperada porque el Tribunal de Cuentas le reclama tres millones de euros, que no tiene.

Alega, muy angustiada, la señora Vidal, que en la Generalitat solo era y es una técnica, que nunca ejecutó nada ilegal, que ella ya advirtió a Junqueras de ciertas irregularidades, y que por eso la despidieron de la Intervención General. ¿Y ahora el tribunal de cuentas se ensaña con ella? No sé, pero a mí me parece que su argumentación es plausible, es creíble, y que la autoridad podría mostrarse con ella más benigno.

--Ta, ta, ta –dice Chucky--. Que se hunda la interventora. Fiat iustitia et pereat mundus. Que se haga justicia aunque perezca el mundo.

¡Y dale con su manía de los latinajos! No lo soporto, los detesto. Decido pagarle con su misma medicina:

--Pues yo veo aquí fumus persecutionis, humo de persecución –respondo--; y ubi fumus, ibi ignis (donde hay humo hay fuego). A esta señora se la condena inaudita altera parte, sin oír a la otra parte, o sea, en este caso, sin escucharla a ella, y te recuerdo que un principio del derecho romano dice que in dubio pro reo, o sea, que en caso de duda hay que fallar a favor del reo.  

Uno, dos, tres, cuatro bofetones-latinajos le asesté. Con este modesto alarde creí haber desactivado al muñeco diabólico, pero me respondió, sin cortarse, que eso era un argumentum ad ignorantiam, o sea, que tomaba mi propia ignorancia del caso como argumento, y que no me crea que quidquid latine dictum sit, altum videtur, o sea, que cualquier cosa dicha en latín suena profunda, porque las que yo digo suenan mal en cuatro idiomas; y, en fin, que soy una prueba viviente, si es que se necesitaba alguna, de que stultorum infinitus est números, o sea que el número de los tontos es infinito

En esas, pasaba por delante de la terraza de El Yate, empujando el taca-taca, mi vecina del cuarto izquierda, Almudena, una nonagenaria muy atildada, una de esas ancianitas con perlas al cuello típicas del barrio de Chamberí. Al verla, Chucky se puso a gritar:

--¡Olé la gracia, el salero y el tronío…! ¡Tía buena…! ¡Ven aquí que te haga un pijama de saliva!

Por suerte, Almudena no le oyó, porque está sorda como una tapia. Pero estas atrocidades del muñeco me indignaron. Le afeé muy seriamente su conducta. Le dije que es machista y que está muy feo piropear a las mujeres, más aún cuando son, como mi vecina, ancianas venerables.

--¿Y qué culpa tengo yo, y qué pecado hay en sentir matronolagnia? –respondió, muy ofendido.—Ma-tro-no-lag-nia. Es una parafilia, más extendida de lo que piensas, que consiste en sentir atracción erótica por las mujeres muy mayores. Es muy respetable y no tiene nada de especialmente raro, lo que pasa es que tú padeces ageism.

--¿Qué yo qué…? ¿De qué demonios me estás hablando? ¿Qué es eso de ageism?

--“Edadismo”. “Gerontofobia”. Vamos, que eres discriminatorio por razón de edad. Un reaccionario de libro. ¡Mal, muy mal, Ignacio!

--¡No, yo no discrimino a nadie de nada! Yo soy, y me siento, progresista y liberal, ¡que lo sepas! Y nada tengo contra el hecho de que te atraigan las señoras muy mayores, pero no es tolerable que vayas piropeándolas por la calle.

--Ah, con que no es tolerable. Con la intolerancia hemos topado, amigo Sancho. ¿Quieres que reprima mi líbido, verdad? ¿Estás por la frustración de los impulsos eróticos naturales? ¡Estás hecho todo un Gran Inquisidor, querido amigo! --Y tras una pausa, agregó--: ¿Acaso te has olvidado de que Almudena tiene un chaletazo en Santander? Tú déjame a mí, que ésta nos resuelve el veraneo…

Y como, a todo esto, mi venerable vecina, con su taca-taca, no se había alejado más que dos pasos, Chucky gritó:

--¡Maciza, tía buena!... ¡Te pago un taxi!

Hay que ver qué poca correa tiene la clientela de El Yate. Casi nos linchan. Así que tengo que agradecer al jefe de camareros que, con el ruego expreso de no volverme a ver nunca más. ¡Con lo que a mí me gusta El Yate!

Me fui cabizbajo, al buen tuntún, y sin darme cuenta Chucky me había llevado ante la verja de un hospicio, el Real Orfanato del Niño Jesús y el Ave María.

--Pero, ¿qué hacemos aquí? –pregunté, confuso, como es natural.

--Mira… ya sabes que José Luis Moreno, el famoso ventrílocuo –respondió Chucky, ahora muy modosito, con una tonalidad implorante en su atiplada voz, que tanto me recuerda a la del dictador Franco— ha sido detenido.

--Sí, por estafas al fisco, asociación de malhechores… ¿Y qué? ¿Qué tiene que ver eso con esta benemérita institución, y conmigo?

--Es que Monchito, Macario y Rockefeller… son mis hermanos… Nos separaron al nacer… Ignacio, yo nunca te he pedido nada, pero ahora tengo que pedirte… que suplicarte…

--¿Qué? ¿qué es lo que quieres ahora, Chucky? ¿visitarles en el hospicio éste?

--¡Adóptalos, Ignacio! ¡Adoptemos a Monchito, Macario y Rockefeller! En casa hay sitio de sobra y yo te prometo que se portarán bien.

--Ni loco. Antes adoptaría a Artur Mas.

Pero mientras decía esto ya miraba hacia las ventanas de la magnánima institución. Y tras los cristales veía las caras de Monchito, Macario y Rockefeller. Tenían unas caritas tan tristes que partían el corazón. Y el mío es de membrillo.  

--Quizá tienes razón, Chucky. Los pobres monigotes son unos losers. Vamos adentro, quiero empezar ahora mismo con los trámites de adopción. Como tú has dicho antes, donde caben dos, caben cinco…    

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¿Quién es... Ignacio Vidal-Folch?
Ignacio Vidal-Folch

Por desgracia nací huérfano, ya que mis padres fueron aplastados por un aerolito un par de años antes de que yo naciese. Esta tragedia me obligó a formarme como autodidacta. De joven lavé platos en el Soho, fuí maquinista en un ballenero, croupier en un casino, músico callejero en la estación Sebastopol del metro de París, y dí tres veces la vuelta al mundo como inspector de hoteles para la cadena Savoy. Enriquecido por tantas experiencias volví a Barcelona, donde he publicado varias novelas y libros de relatos y colaboro con el diario El País y las revistas Tiempo, Jot Down y otras.