En estos días se han publicado unas estadísticas que ponen los pelos de punta. Según estos datos, Aragón, La Rioja o Castilla y León han registrado entre el 90% y el 75% de sus fallecidos en las residencias. Se destaca, de forma interesada sin duda porque la casualidad no existe, que este porcentaje es mucho menor en Madrid --45%-- o en Catalunya --36%--. Es la línea argumental de los que dicen que en Madrid o en Barcelona no pasó nada peor que en otras partes del estado. Sin embargo, estas son estadísticas trampa. ¿Por qué? Porque solo demuestran que fuera de las residencias de ancianos, el impacto en algunas comunidades fue muy menor. Es decir, en Aragón, por ejemplo, la gran mayoría de muertos en la Comunidad corresponde a personas mayores que estaban en una residencia porque fuera de ellas el impacto de la pandemia apenas tuvo incidencia.

Por el contrario, en Barcelona o Madrid, el impacto fue mayúsculo fuera de las residencias. Y dentro de ellas también. Pero a más fallecimientos fuera de las residencias, la manipulación de los números parece que nos diga que el impacto de las residencias fue muy menor.

No parece que sea así. Para saber cual ha sido el impacto real en nuestras residencias de mayores se debería elaborador una estadística diferente. Una que recogiera el número de personas que han fallecido en las residencias sobre el total de la población usuaria de las mismas. No sobre el total. Para conocer el impacto del Covid-19 en los geriátricos debemos saber cuántos internos tenían su plaza en las residencias y cuántos han fallecido por la enfermedad. Ese porcentaje nos dará la magnitud de la tragedia.

Lo curioso de este asunto es que estos datos no parecen existir. Ninguna comunidad autónoma ha facilitado los datos de residentes en centros de ancianos y ha dado datos de la mortalidad. Porque quizás, en Aragón que ha registrado que el 90% de sus fallecimientos en residencias, la realidad nos dice qué sobre su población interna en estos centros, la mortalidad es ínfima. ¿Y en Cataluña? ¿Y en Madrid?

En ambas comunidades, las residencias han sido motivo de batalla política. En Cataluña, el tsunami, político se entiende, parece estar superado tras la bronca de Torra a Chakir El Homrani, el consejero responsable que fue despojado de sus competencias. La bronca sigue latente y se recrudecerá en el Parlament. Pero Madrid es otro nivel. La batalla política está en pleno subidón de fiebre sobre el tema de las residencias.

Quizás, en este contexto, se deberá entender por qué no hay datos sobre cuántos muertos se han producido en las residencias sobre el total de residentes. Los que tienen acceso a los datos, tras las preguntas de este periodista ponen sordina. Dicen no tener los datos, que deben comprobarlos, que no son exactos, pero levantan un poco la alfombra. Los datos se harán públicos y pondrán “colorao” a más de uno y más de una.

Un dato sobre la mesa. Dicen estas fuentes que la media de fallecimientos en las residencias españolas se sitúa en el 5%. Esa media es superada con creces por algunas Comunidades Autónomas. Con muchas creces parece ser. Tendremos que estar atentos porque los datos se conocerán, siempre se conocen.

La mortalidad en las residencias en algunas comunidades se sitúa por encima del 25%. Es decir, uno de cada cuatro residentes murió por Covid-19, una mortalidad exasperante que pone de manifiesto que la gestión de las residencias ha sido muy chusca.

De hecho, sorprende el silencio de los colegios médicos sobre esta cuestión. Algunas voces, mal intencionadas seguro, afirman que algunos centros privados tenían concertada la atención en la residencia, pero que ésta era una mera tapadera. La atención sanitaria era nula o una simple entelequia.

Seguro que habrá que arrojar luz sobre esta denuncia. Luz que llegará a través del alud de demandas que atiborran los juzgados. Y luz sobre los datos de verdad. No interesa saber cuántos muertos mayores hay sobre el total de población. Interesa saber cuántos han muerto en las residencias sobre el total de los usuarios. Si alguna Comunidad pasa del 25%, alguien tendría que presentar la dimisión por decencia, o simplemente por vergüenza. Las cartas se han repartido y parece que no tienen buenas cartas Madrid y Cataluña, dónde se avecina un nuevo Juego de Tronos en forma de estadísticas.