El hermano frère Jean / PHOTO FRERE JEAN

El hermano frère Jean / PHOTO FRERE JEAN

Pensamiento

‘Frère’ Jean: el fotógrafo de moda que se convirtió en monje ortodoxo cocinitas

Desde su pequeño monasterio, enclavado en el corazón de las Cevenas, se dedica a cocinar y ofrecer refugio espiritual a selectos artistas y chefs de Francia

16 enero, 2022 00:00

Liz Taylor, Salvador Dalí, Marcel Marceau... En sus primeros tiempos como fotógrafo de moda y prensa, Gérard Gascuel tuvo la oportunidad de viajar por todo el mundo y conocer en persona a numerosas celebridades y artistas famosos. Pero su vida dio un giro radical cuando, con 33 años, la revista japonesa para la que trabajaba lo envió a hacer un reportaje fotográfico al monte Athos, la montaña sagrada del cristianismo ortodoxo, en el extremo oriental de Grecia.

“Al entrar en la cripta de una iglesia en ruinas y ver allí todos esos cráneos de monjes en los estantes, entré en shock. Pensé que no estaba haciendo nada con mi vida”, recordaba el pasado verano Gascuel en una entrevista con AFP. Fue así como este exfotógrafo de moda francés, conocido ahora como hermano Jean (frère Jean), decidió de un día para otro cambiar el sofisticado mundo de las pasarelas de moda por la sobria barba blanca y el hábito negro de los monjes ortodoxos.

Dalí, Béjart, Barreault, Marceau...

“No te conviertes en monje porque no te gusta el mundo, sino porque quieres convertir tu vida en una obra de arte”, comenta el exfotógrafo durante la entrevista, realizada en el pequeño skite (monasterio en ruso) que levantó junto a otro monje ortodoxo en una antigua capilla benedictina enclavada en el corazón de las Cevenas, de donde él es originario.

Nacido en 1947 en una aldea de esta conocida cordillera del macizo Central —un lugar de “pastores y sacerdotes”, como él mismo recuerda—, Gascuel descubrió su pasión por la fotografía y, más concretamente, por “la metamorfosis de los rostros” mientras realizaba el servicio militar, sorprendido de que hubiera generales que sintieran vergüenza de posar frente a la cámara por miedo a que se les notara la papada. Al terminar la mili se marchó a la capital a estudiar Fotografía en la prestigiosa escuela Louis-Lumière, y de allí saltar al mundo de la moda, la publicidad y las artes, dándole la oportunidad de conocer a celebridades como el pintor Salvador Dalí, al coreógrafo Maurice Béjart, y a los actores Jean-Louis Barreault y Marcel Marceau.

Marcel Marceau / PHOTO FRERE JEAN

Marcel Marceau / PHOTO FRERE JEAN

Gascuel lo dejó todo

Sin embargo, su vida cambió en 1983, cuando la revista japonesa para la que trabajaba lo envió a hacer un reportaje sobre el monte Athos y quedó deslumbrado por el arte de vivir de los monjes ortodoxos. Sin pensarlo mucho, decidió abandonar su trabajo, donde no estaba haciendo nada “extraordinario”, dice, y romper con su novia japonesa para instalarse en un monasterio del monte Athos, donde enseguida le asignaron el puesto de cocinero.

“Era el único francés del monasterio, así que los otros monjes asumieron que sabía cocinar”, explica en otra entrevista con Atlas Obscura, una web de viajes y gastronomía. Habiendo heredado la pasión por el buen comer de su madre, el hermano Jean enseguida se sintió inspirado por la frescura de los productos mediterráneos (pescado, cítricos, aceite de oliva) y empezó a preparar calamares, musacas vegetarianas y ensaladas de tomate para el deleite de los otros monjes del monasterio.

Libros gastronómicos

No obstante, al hermano Jean la vida en monte Athos le parecía demasiado cómoda, demasiado “idílica”, así que al cabo de un año se mudó al monasterio de Mar Saba, un lugar inhóspito en medio del desierto, en territorios palestinos. Allí conoció a su padre espiritual, Seraphim, y se quedó varios años, trabajando también en la cocina. Ante la falta de cultivos en los alrededores, adaptó sus recetas al nuevo entorno y su repertorio se amplió con humus, alubias y lentejas, entre otros.

“La cocina es una oración, un arte de vivir y compartir que brota del corazón, la fotografía “una escritura de la luz” y el huerto “una forma de cultivar las tierras interiores”, comentó el monje a AFP, tratando de comunicar las ideas que quiere transmitir en sus libros y columnas gastronómicas, que publica de forma regular. Hace dos años, el hermano Jean publicó Les recettes du monastère (Las recetas del monasterio), un libro donde no pretende “dar consejos ni ser otro libro de cocina, de esos hay muchos ya”, aclara en el prólogo, sino “mostrar a través de recetas sencillas que en los monasterios la preparación de las comidas y el compartir los alimentos son una alabanza a Dios y a su creación. El secreto del monje es maravillarse ante el esplendor de lo simple”, añade en el prólogo.

El libro del 'frère' Jean 'Les recettes du monastère'

El libro del 'frère' Jean 'Les recettes du monastère'

Un documental: 'El monje gastrónomo'

A sus 74 años, el hermano Jean sigue viviendo en el skite de Sainte Foy, el monasterio que reformó junto al hermano Joseph, un exinformático que trabajaba para una multinacional petrolera reciclado a monje, como él. Juntos gestionan también una asociación cultural y se dedican a alojar y cocinar para artistas y creadores en busca de un lugar para recargar las pilas y crear.

“Para mí es muy importante redescubrir el simple acto de la vida cotidiana. No se trata de hacer cosas extraordinarias, sino de descubrir que una flor, una cereza, es una obra de arte”, dice el hermano Jean en un documental sobre su vida que acaba de estrenarse en la televisión francesa (Le moine gastronome, El monje gastrónomo, France TV).

Producto km. 0

El documental revela algunos de los personajes que han visitado su monasterio y comido en su mesa, como el chef marsellés Gérald Passedat (tres estrellas Michelin), que viene todos los años; el viticultor Dominique Hauvette y el director de orquesta William Christie.

Por supuesto, todas las frutas y verduras que utiliza para cocinar proceden de la huerta del monasterio. “La naturaleza es un libro escrito por la mano de Dios. Tiene muchas cosas que enseñarnos. Pero debemos escucharlo. Y con mirada de poeta”, concluye.