La inminente amnistía en diferido que ha conseguido arrancar ERC a Pedro Sánchez ha puesto en evidencia, para algunos, la extrema debilidad del Gobierno. La concesión, con el argumento de la armonización con otros códigos penales europeos, ha sido para otros un gesto de gracia del ganador. Solo unos pocos han recordado que, si tanto importa y es necesaria la homologación con otras legislaciones –como el tan admirado corpus germano—, también se podía haber planteado que en algunos países europeos no son legales aquellos partidos que tienen como principal objetivo la destrucción de los estados donde habitan. La armonía es un espejismo.

En un contexto electoral de vasos comunicantes, el mayor riesgo de este segundo regalo al independentismo, después del indulto, es inflar aún más al nacionalismo español, y el mayor beneficio quizás sea la consolidación del PSC como alternativa de gobierno. Ese cálculo sanchista podría ser redondo si el PSOE pudiera rentabilizar esta amnistía en diferido en otros graneros con mayoría de votos progresistas. Pero no parece que esa cesión vaya a favorecer al derrotado socialismo andaluz, que aún puede caer más bajo si sucumbe a la inminente tormenta que se avecina por el sur en las próximas municipales. Es posible que después de esa cita electoral al PSOE andaluz no lo reconozca ni el clan de la tortilla que lo parió. El vendaval puede ser aún más devastador si los socialistas no resisten en Valencia, las Castillas o Extremadura. Quizás la excepción pueda ser Aragón, si finalmente Lambán continúa con su terquedad maña tan poco favorable a cualquier regalo que beneficie a sus vecinos separatistas.

¿Será Sánchez capaz de ceder también en la celebración de un referéndum de autodeterminación? Aunque los dirigentes del PP afirman que el presidente del Gobierno es un tipo amoral y, por tanto, capaz de sacrificar la unidad constitucional de España si le beneficia en algo como persona, es harto difícil que sus acólitos más próximos le permitan ese enorme y suicida desatino. Para Sánchez el referéndum es como la armonía legislativa, otro espejismo.

Estos cambios legislativos, que tanto benefician a los delincuentes indultados y a los huidos aún por juzgar, tienen una lectura tan positiva como poco novedosa. Las turbulentas aguas nacionalistas han sido encauzadas temporalmente y, por lo menos, han dejado de destruir social y económicamente a Cataluña. El momento es propicio para que las elites nacionalistas recreen el añorado oasis pujolista, con sus palmerales cuatribarrados bien regados por los porcientos correspondientes.

La tercera concesión sanchista, con la que se pretende rebajar el delito de malversación de caudales públicos, es en la práctica el mayor regalo de reyes que puede recibir toda la clase política, de un extremo a otro. Es un ataque en toda regla a la primera línea de flotación de la democracia: la transparencia. Sabido es que, cuanto más arriba se sube en la escalera del poder, la transparencia va mutando hasta convertirse en un espejismo más.

El nuevo oasis catalán, resultado de las concesiones sanchistas, es una magnífica lección de recomposición, en muy poco tiempo, de buena parte de la clase política nacionalista. Pujol tenía razón, peix al cove es la manera más rentable de (co)gobernar, beneficia a todos, al que coge y al que da. Puede que estemos ante una ilusión óptica, pero siempre es mejor ver en el horizonte un oasis, pensarán algunos, aunque sea catalán.