Mariano Rajoy trabajó el día de la Constitución, como algunos concejales de la CUP y de JxS. Además, habló sobre la hipotética reforma de la Carta Magna. El PP tiene escaso interés en esta reforma, se le nota; pero saben que, si PSOE y Ciudadanos insisten, les será difícil evitar algún retoque a un texto improvisado a la muerte de Franco, con los franquistas vigilantes y desconfiados. Por eso están jugando al juego de los preliminares: ayer fue un “quizás”, hoy puede ser un “tal vez” y mañana un “ya se verá”. En todo caso, para evitar sorpresas ante la perspectiva de tener que ceder en la revisión constitucional van repitiendo sus condiciones para afrontarla: que antes de abrir el debate se sepa cómo acabará y que se respete la unidad de España.

La primera condición es un absurdo en ella misma, implicaría la negación del debate político y social que se supone debe producirse para renovar una Constitución. Además, legitimaría la sospecha de una perversidad democrática: la pretensión de una negociación previa y secreta entre los partidos que suman la mayoría cualificada en el Congreso para delimitar el alcance de la reforma, así como el consenso sobre las materias más delicadas. Una maniobra de este tipo aislaría a Podemos y a sus propuestas de reforma, pero podría ser castigada en el referéndum popular.

Si la nación es única, es indivisible; si la nación española es una unidad, la unión deberá ser forzosamente el resultado de la suma de cosas diferentes, sus pueblos y sus naciones

La unidad de España es el concepto clave de la Constitución, la piedra angular para unos y la causa de todos los males para otros. ¿España es una nación o es una nación unida? Las dos cosas no pueden ser, aunque la expresión se utilice en ambos sentidos, siempre en beneficio de la interpretación de la unicidad. Si la nación es única, es indivisible; si la nación española es una unidad, la unión deberá ser forzosamente el resultado de la suma de cosas diferentes, sus pueblos y sus naciones. O se es singular o se es plural. Este es el debate más antiguo de España, nunca resuelto, siempre obviado con apaños políticos para ir tirando, como el Estado de las Autonomías y la fallida división entre regiones y nacionalidades.

La aceptación constitucional de una España unida, de la unión española, con el reconocimiento explícito de sus partes fundacionales, perfectamente identificadas por la historia y las voluntades de sus pueblos, podría abrir una puerta a diversas soluciones institucionales, satisfactorias para una gran mayoría de ciudadanos y fuerzas políticas. Desde los que creen que la unidad de España es una verdad revelada desde antes incluso de la existencia del Reino de España a los que defienden que el reconocimiento de la pluralidad y el estado plurinacional fortalece en realidad la continuidad de una España unida.

Lo que se palpa es el miedo a los independentistas

Una reforma de estas características requiere una confianza en una determinada idea de España y una capacidad de liderazgo que no se aprecia en la mayoría de los dirigentes políticos españoles. Lo que se palpa es el miedo a los independentistas. Esta es precisamente la fuerza y la esperanza de los secesionistas: que su éxito electoral y su fuerza social en Cataluña empujen al enroque en las esencias del peor de los españolismos, a la creación de frentes constitucionalistas en defensa de un texto envejecido e insatisfactorio, a la demonización de sus legítimas propuestas políticas.  Podría ser que la coincidencia de Rajoy con la CUP y JxS no se limitara a trabajar en día festivo.