Con la aparición de los nuevos partidos políticos que se han situado en los extremos del clásico bipartidismo, el escenario político e ideológico español se ha fragmentado y polarizado, y con ello, se han incrementado las tensiones sociales y territoriales que incluso hacen temer la histórica tendencia cainita en España, y en este nuevo escenario político, ha aparecido repentinamente la pandemia del coronavirus que ha requerido una gestión política urgente y eficiente por parte nuestros gobernantes y líderes políticos en su conjunto, que podía haberse mejorado bastante si éstos dejasen de lado sus diferencias ideológicas y políticas electoralistas y actuarán con auténtico sentido de estado con un único objetivo común nacional para superar los graves desafíos que se avecinan.

El primero de ellos, la gestión sanitaria del Covid que requería una acertada previsión inicial y una adecuada dotación anticipada de recursos al sistema sanitario, y en la que nuestros lideres políticos han suspendido con nota al prevalecer inicialmente sus intereses partidistas que han llevado a una distribución reactiva y caótica de los recursos sanitarios que exigían con desesperación nuestros sanitarios. El mal resultado está reflejado en las estadísticas de infecciones y fallecidos.

Y ahora que a priori parece haberse controlado la crisis sanitaria, empieza a asomar en toda su amplitud y crudeza la grave crisis económica que nos afectará durante los próximos años y cuya gestión pública va a ser incluso peor que la sanitaria por varios motivos.

El primer motivo, que se repite de nuevo ahora en la gestión económica, es una desacertada previsión inicial y una inadecuada distribución de recursos a los agentes económicos: empresarios y trabajadores. Ya las primeras previsiones de una recuperación rápida de la economía en forma de V se están demostrando demasiado optimistas, por lo que los primeros decretos iniciales ya han sido renovados y ampliados por sucesivos nuevos decretos que no hacen sino aumentar la incertidumbre y el desconcierto continuo de los operadores que pierden cada día más la confianza en la gestión de la crisis económica, y que es, en definitiva, el pilar fundamental de la recuperación. Las inyecciones de liquidez a empresarios y trabajadores a través del ICO y el SEPE se retrasan inexplicablemente y poco van a servir sino despejamos el futuro y generamos confianza.  

El segundo motivo, es la mayor subjetividad de las ciencias económicas que se aprovechará para implementar políticas fiscales y económicas partidistas y electoralistas del gobierno de turno. Así, como la gestión sanitaria es mucho más objetiva y se ha basado principalmente en términos científicos de un comité asesor, la gestión económica será totalmente política y cortoplacista sin asesoramiento técnico objetivo para así intentar sacar rédito electoral en las próximas elecciones. Se va a subvencionar prolongada y continuamente a los contribuyentes que votan con cargo a mayores impuestos y a deuda pública solidaria sin intención inmediata de devolverla. Grabar impositivamente el ahorro y la riqueza es expulsar y descapitalizar a los ahorradores que tienen que iniciar la recuperación.

El sistema político y administrativo en España ha resultado ineficaz y será incapaz de liderar la recuperación económica que necesita el país, y por más elecciones y formaciones de gobierno o pactos que se hagan entre los distintos partidos políticos, todas van a ser inútiles en mayor o menor grado, por lo que el país debe ser inmediatamente rescatado por la Unión Europea, último garante de la estabilidad económica, que debe imponer cuanto antes a un tecnócrata estilo Mario Monti que lidere la estabilización y recuperación económica de una forma objetiva, enfocando además los principales problemas de país y adoptando las medidas necesarias que nuestros políticos nunca van a ser capaces de solucionar por sus intereses partidistas, como la reducción y modernización de la mastodóntica administración, el deficitario régimen de las pensiones públicas, la precariedad laboral y el alto índice de desempleo, entre otras.

Además, la Unión Europea debe fortalecerse y dejar de ser una unión de países, asumiendo rápidamente más competencias nacionales para llegar finalmente a tener la plena soberanía europea y poder competir con las dos potencias económicas mundiales, Estados Unidos y China, que están batallando económicamente por liderar el mundo.