El dinero que viene de la Unión Europea es simple y llanamente una pasta. Equivale más o menos a un mes y medio de todo nuestro PIB. Cuando en 2010 cumplimos 25 años en la Unión Europea el balance neto de lo recibido por España era de poco más de la mitad de este dinero, unos 80.000 millones, y con ese dinero hemos construido AVE, aeropuertos y rotondas por doquier, además de innumerables paseos marítimos y polideportivos. Este dineral es más o menos un tercio al presupuesto de toda la Administración del Estado durante un año, o el total del gasto anual en pensiones.

Ese dinero no se puede malgastar ni derrochar. Varias comunidades autónomas ya han salido con el que hay de lo mío, pero antes de repartir hay que hacer un plan serio y estructurado que ayude a mejorar nuestro paupérrimo sistema económico cuyas vergüenzas ha dejado al descubierto esta crisis. No podemos vivir solo del turismo, el comercio, la restauración y de fábricas de automóvil de titularidad extranjera.

El presidente del Gobierno afirmó que ese dinero iría para hacer una España más verde, digital e inclusiva… los políticos en campaña, y nuestro presidente siempre lo está, hablan en poesía, pero han de gobernar en prosa, y este dinero tiene que gestionarse con prosa.

Lo primero, y nos lo dicen los que nos lo dan y prestan, es reforzar nuestro sistema sanitario. Porque sí, ya no tenemos el mejor sistema sanitario del mundo, ni de lejos. El esfuerzo y saber hacer de sus profesionales tapa muchas de las carencias, pero las endémicas listas de espera son una muestra más de la falta medios humanos y materiales agravada con esta crisis. Es urgente construir y dotar una red de hospitales dedicados a enfermedades contagiosas, como el Covid, siguiendo el ejemplo de la Comunidad de Madrid. Las sucesivas olas de ésta o de cualquier otra enfermedad contagiosa no deben bloquear por saturación los hospitales “normales” que deben seguir atendiendo cánceres, ictus, partos... porque los retrasos acumulados los paga la salud de la población.

Las listas de espera son un síntoma de la falta estructural de personal sanitario quien, paradojas de la vida, se ve obligado a emigrar por falta de oportunidades laborales en España. La planificación de recursos debe revisarse drásticamente especialmente cuando la generación de baby boomers comienza a jubilarse. Es absurdo que cada año más de un 40% de aprobados en el examen MIR no tengan plaza disponible, lo que les condena a la precariedad o a la emigración mientras son evidentes las faltas de personal. Y también hay que invertir en coordinación. El lamentable baile de cifras de contagiados y fallecidos por Covid es solo un síntoma de la pésima coordinación entre las autonomías y el ministerio agravada por unos sistemas informáticos arcaicos y desconexos.

Si la salud es lo primero, la energía es lo segundo. España no puede seguir dependiendo del exterior en materia energética, y menos teniendo el sol que tenemos. Hay que impulsar de manera decidida la proliferación de placas fotovoltaicas en tejados de todo tipo y condición. Sólo con cubrir los tejados de estaciones, párquines y edificios públicos y corporativos, centros comerciales, almacenes… cambiaría radicalmente el panorama. Si además se fomentase el autoconsumo doméstico, España podría exportar electricidad. Pero el desarrollo de la energía fotovoltaica hay hacerlo con sentido común y potenciando la industria nacional o en su defecto europea. El impulso a la energía fotovoltaica del presidente Zapatero acabó convirtiéndose en un pelotazo basado en placas chinas y mucha financiación. Aprovechemos esta oportunidad y aquel fracaso para hacer algo duradero y con retorno real.

En paralelo al mundo fotovoltaico hay que desarrollar la producción y uso del hidrógeno. Alemania ha marcado el camino y más pronto que tarde caerá el mito del coche enchufable y descubriremos que el coche del futuro generará electricidad desde el hidrógeno, lo que entre otras cosas permitirá una transición mucho más suave y ordenada desde los motores actuales. España puede usar sus 8.000 kilómetros de costa para generar hidrógeno de manera sostenible con el sol, el viento e incluso la fuerza de las mareas.

Siempre nos quejamos, con razón, de falta de agua. No somos un país extremadamente seco, pero sí que llueve mal en muchas zonas de España. No son tiempos de hacer más embalses y presas, aunque las necesitamos, pero sí de construir desalinizadoras que ayuden a rebajar la presión hídrica de muchos lugares de costa. Hoy es una barbaridad cultivar aguacate o plagar de campos de golf el sureste español, pero si el agua sale del mar no lo sería tanto. Las plantas desalinizadoras tienen mala prensa, pero se usan en medio mundo y pueden trabajar con energía renovable.

Invertir en digitalizar no es sencillo. La red de datos se ha demostrado robusta, de hecho, es una de las mejores de Europa. Se puede renovar el parque tecnológico, se pueden impulsar startups, pero lo más importante es que el empresariado medio español acelere en la transformación digital de su negocio, y eso no es sencillo. Hay mucho por hacer en ecommerce, incluso entre los grandes. Hemos visto como un gran número de supermercados pinchaban tanto en la confección del pedido como en la entrega a domicilio. La Administración sigue poniendo trabas a la digitalización, como hemos visto en los acuerdos relacionados con la justicia que ignoran las propuestas de digitalización de los notarios. Y, además, la digitalización destruye empleo neto. Pero el mundo va por ese carril y nos debemos subir. Invertir bien y no gastar, o malgastar, no es sencillo en este epígrafe, pero no queda otra que intentarlo.

No podemos olvidar el campo. No puede basarse su modelo en las miserias de los inmigrantes ilegales. Tal vez tenga sentido crear albergues en zonas de alta concentración de temporeros y, sobre todo, profesionalizar un sector tan necesario como en general decadente. Algo malo haremos cuando con el paro que tenemos necesitamos importar mano de obra no especializada.

Trabajo subvencionado sí, paguitas para comprar votos no. Hay muchísimo por hacer en España y ahora hay dinero para prevenir incendios en los bosques, crear una red estructurada de trabajos entorno a la dependencia. Los minijobs alemanes no son una mala idea, ni mucho menos.

Y finalmente hay que integrar más cadenas de valor en España. No podemos depender tanto del extranjero incluso en cosas nimias. Hasta los hisopos con los que se toman las muestras, unos simples bastoncitos de algodón, son un freno para hacer más PCR porque los traemos de China. Hay que reindustrializar España, esta es una excelente oportunidad.

En resumen, ojalá dentro de unos años España sea un país mejor y no hayamos malgastado este maná que nos llueve desde Bruselas. Oportunidades como ésta no hay muchas.