Ignacio Gallego es todo un desconocido para las nuevas generaciones. Falleció en 1990. Fue uno de los fundadores de Izquierda Unida al frente del Partido Comunista de los Pueblos de España, una escisión pro-soviética del PCE, que en Cataluña se denominó Partit dels Comunistes de Catalunya, liderado por Pere Ardiaca, que también fue uno de los impulsores de Iniciativa per Catalunya. Ambos grupos se erigían en la facción más ortodoxa del comunismo elogiando “los logros” de la Unión Soviética, siendo el PCUS su referente. Parecía que su legado era historia, pero la guerra de Ucrania ha sacado de las catacumbas esta ideología que parece antidiluviana convirtiendo el “no a la guerra” en su grito de guerra, intentando hacer un paralelismo con lo sucedido en Irak, pero sin tener en cuenta que en Irak el mundo occidental era el agresor y ahora el agresor es el régimen totalitario de Putin y los agredidos los ucranianos.

Según su tesis, tras la caída del Pacto de Varsovia la OTAN hubiera tenido que disolverse y ahora lo mejor que se puede hacer es negociar con Putin para evitar una guerra, cuando la ruptura de hostilidades solo tiene un responsable. Por eso, se han mostrado en contra de enviar armas a los ucranianos porque eso solo acentúa la guerra. O sea, que lo mejor es que los ucranianos no luchen, se rindan, y si no tienen armas mejor, cuando lo mejor para prepararse para la paz es tener el músculo suficiente para que el agresor vea mermadas sus posibilidades. Si quieres paz, debes estar preparado para la guerra.

Ciertamente, Europa y EEUU han sido sujetos pasivos en este conflicto desde 2014 y Putin se ha crecido. Invadió Crimea y avaló la secesión de las provincias del este. Nadie hizo nada, pero ahora el líder ruso ha roto todos los esquemas, pero las entretelas de la izquierda más rancia española han resucitado posicionándose en contra del envío de armas. Las costuras del ejecutivo de Pedro Sánchez se han resentido, pero sobre todo, se ha resentido Podemos. Yolanda Díaz, por un lado, dando apoyo al gobierno junto a los tres eurodiputados de Podemos en el Parlamento Europeo y los Comunes. Por otro, Ione Belarra, Irene Montero y Pablo Echenique. En silencio, el líder de IU, Alberto Garzón, que no ha abierto la boca ante el voto en contra de Ucrania en el europarlamento de los dos eurodiputados de su formación.

Mientras la extrema derecha --incluida la norteamericana que mantiene un silencio ensordecedor-- ha salido de debajo de las faldas de Putin invitados por polacos y húngaros --hasta Marie Le Pen ha retirado su campaña con la foto de Putin en las presidenciales francesas--, la extrema izquierda se ha mantenido al lado del dictador como si fuera heredero de la vieja URSS. Hasta Puigdemont se ha mantenido fiel votando en contra de la inyección de 1.200 millones de euros aprobada por el europarlamento, azuzando las veleidades del independentismo catalán más rocambolesco. El mismo que se siente aludido cuando Borrell dijo que el presidente ucraniano es un ejemplo frente al que huye de su país en un coche. No hablaba de Puigdemont, hablaba de Yanukovich, pero ya saben, quien se pica ajos come y la cohorte de palmeros salió en defensa del que salió por piernas a Bruselas como si fuera un héroe y pidiendo la dimisión de Borrell, cuando Borrell ha conseguido que Europa sea, por fin, Europa. Van con el paso cambiado. Algunos todavía no ven más allá de su ombligo.

El presidente Sánchez ha rectificado y se ha sumado al envío de armas. Su gobierno queda tocado porque Podemos queda tocado, aunque en privado numerosos dirigentes de Podemos no entienden el atrincheramiento de Belarra, Montero y Echenique, entre otras cosas porque “no podemos dejar a Yolanda otra vez sola, porque se tiene que construir un proyecto”. Todo un toque de atención porque en el núcleo duro de Podemos ya surgen voces que dan por amortizado el proyecto de Iglesias. Sobre todo, porque Iglesias ya no está. Sánchez llega tarde porque en junio España acoge la cumbre de la OTAN y si queremos que la OTAN se tome en serio el frente sur de Europa, Unión Europea también, España no se puede poner de perfil en esta crisis y debe marcar el paso junto a Borrell y no perderse el tren de la historia que han cogido alemanes, suizos, suecos o fineses, que hasta ahora tenían una posición tibia.

Los comunistas más ortodoxos todavía no se han dado cuenta que perdieron el tren de la historia hace años. Puigdemont tampoco. Hasta la extrema derecha, como las ratas, salta de un barco, el de Putin, que hace aguas. Por cierto, estos que braman contra la entrega de armas a Ucrania, harían bien en repasar la historia de la Segunda República cuando Europa se puso estupenda, bloqueó la entrega de armamento al gobierno legítimo y los golpistas recibían material ingente del Eje. Quizá, sería un buen ejercicio para ellos leerse la intervención en el pleno del miércoles de Aitor Esteban, el portavoz del PNV. Lo dijo alto y claro. Sobre todo, muy claro.