Pensamiento

España en el diván

26 marzo, 2014 08:46

Hace unos días el periodista Enric Juliana, director adjunto de La Vanguardia, presentó en Madrid su nuevo libro. El Sr. Juliana es una de las personas que más ha contribuido a distanciar emocionalmente a los catalanes del resto de los españoles. Lleva años dedicándose a convertir en realidad el personaje que él mismo inventó: el català emprenyat, un individuo permanentemente descontento, quejoso y victimista.

Esa "burbuja informativa" es la que hace imposible un debate limpio, honesto y racional en Cataluña en torno a la independencia. Es la que explica que tantas personas cultas y viajadas, otrora moderados ciudadanos, se hayan convertido al independentismo más demencial

Aprovechando su privilegiada tribuna en el diario más influyente de Cataluña, el Sr. Juliana ha colaborado en la difusión de todas las falsedades que el nacionalismo ha generado sobre los supuestos agravios sufridos por Cataluña y sobre la naturaleza despótica del Estado español. Entre otros méritos, es coautor del famoso editorial "La dignidad de Catalunya", publicado en noviembre de 2009 por los principales diarios con sede en la Comunidad. Dicho editorial pretendía influir en la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto, y puso las bases para la reacción histérica e injustificada que se desencadenó cuando dicha sentencia se conoció. Aquel editorial selló el pacto de sangre entre la partitocracia y los medios de comunicación catalanes que permanece vigente y que tiene como objetivo la preservación de sus intereses corporativistas, convenientemente ocultos tras la retórica nacional.

Todo lo anterior lo ha hecho el Sr. Juliana bajo la máscara de un ciudadano responsable, moderado y conciliador. Esa apariencia es lo que ha hecho al Sr. Juliana especialmente eficaz y valioso para el independentismo catalán, porque le ha permitido llegar a un público mucho más amplio, refractario al discurso agresivo del independentismo tradicional. La prosa alambicada y aterciopelada del Sr. Juliana oculta bien la simplicidad y falsedad de sus razonamientos.

El diario en el que trabaja el Sr. Juliana, La Vanguardia, y los otros medios del Grupo Godó (la emisora RAC1 y el canal 8TV) han jugado un papel clave en la penetración del independentismo entre las clases medias y acomodadas catalanas. El hecho de que su propietario sea un Grande de España no ha sido un obstáculo para que se pusiera al servicio del poder nacionalista en Cataluña. El título nobiliario no renta, y sin embargo el apoyo al nacionalismo ha supuesto durante los últimos años millones de euros en subvenciones directas y en publicidad institucional.

El Grupo Godó, la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (TV3 y Catalunya Ràdio), el Grupo Zeta (propietario de El Periódico de Catalunya), y el diario Ara son las paredes maestras del "espacio comunicativo catalán", expresión acuñada por el nacionalismo para designar un espacio de información autorreferencial y poco permeable a la influencia exterior. Esa "burbuja informativa" es la que hace imposible un debate limpio, honesto y racional en Cataluña en torno a la independencia. Es la que explica que tantas personas cultas y viajadas, otrora moderados ciudadanos, se hayan convertido al independentismo más demencial. Es la que provoca que cientos de miles de catalanes repitan como discos rayados los argumentos más simplistas y maniqueos. La que convierte cualquier posicionamiento público en contra del falso e inexistente "derecho a decidir" en un acto de transgresión.

Han transcurrido muchos meses desde la manifestación del 11S de 2012 y la conversión de CiU al independentismo, y el aparato de propaganda nacionalista continúa intacto y funcionando a toda máquina

Pues bien, volviendo al Sr. Juliana y a la presentación de su libro, ¿saben quién estaba en primera fila? Pues ni más ni menos que nuestro Ministro del Interior, Sr. Fernández Díaz, nuestro Ministro de Exteriores, Sr. Margallo, y el Presidente de la Cámara Baja y tercera autoridad del Estado, Sr. Posada. Supongo que la presencia de una representación tan destacada del Gobierno pretendía hacer visible la disposición al diálogo del mismo, y su apoyo a la nueva dirección de La Vanguardia. Se inscribe en los contactos que se están manteniendo con algunos sectores destacados de la sociedad catalana en busca de "complicidades". El gesto fue correspondido con la con la ambigüedad y la doblez característica de los líderes de opinión catalanes. El copresentador del acto y director de La Vanguardia, Màrius Carol, se atrevió a afirmar que "hay que buscar un empate técnico [entre Cataluña y España]". El Sr. Juliana, por su parte, afirmó que "la solución definitiva no existe, pero sí es posible un nuevo equilibrio que vendría de la mano de Europa". Es decir, Sr. Margallo, que el Sr. Juliana cree que Europa se inmiscuirá en los asuntos internos de España y la forzará a conceder un nuevo estatuto a Cataluña que, en cualquier caso, tampoco colmará "definitivamente" las aspiraciones nacionalistas.

Creo que no exagero demasiado si afirmo que la presencia del Gobierno en ese acto fue un error, y que tuvo la única respuesta que se podía esperar: la humillación. Por si cabe alguna duda, recordaré que ese mismo día La Vanguardia promocionaba en sus páginas la colección de libros infantiles "Història de Catalunya", un "atlas" ilustrado para que los mitos nacionalistas sigan llegando a los más pequeños. Han transcurrido muchos meses desde la manifestación del 11S de 2012 y la conversión de CiU al independentismo, y el aparato de propaganda nacionalista continúa intacto y funcionando a toda máquina. No se ha querido o no se ha sabido poner condiciones al rescate financiero de la Generalidad, y el dinero público sigue llegando generosamente a las estructuras mediáticas y culturales nacionalistas.

El Gobierno insiste en cortejar a sectores de la sociedad catalana que se han mostrado pasivos ante la estrategia independentista o han actuado como cómplices de la misma. Mientras tanto, algunos ciudadanos que siempre hemos sido leales a España seguimos intentamos oponernos a la ruptura y a la ruina de nuestra nación sin apoyos de ningún tipo y en un ambiente de aislamiento y hostilidad.

Ah, por cierto, el libro de Juliana se titula España en el diván.