El coronavirus ha infectado gravemente la economía española. Las previsiones son funestas. Nuestro país se va a situar en el deshonroso podio de los más castigados del mundo.

Los avances de varios organismos ponen los pelos de punta. Así, calculan que el PIB experimentará este año la mayor caída desde la Guerra Civil. A la vez, la deuda pública escalará unos niveles que no se veían desde hace más de un siglo. La producción nacional podría llegar a derrumbarse entre un 8% y un 10%, lo que significa una pérdida de actividad del orden de los 100.000 millones. Es decir, en unos pocos meses, sufrirá una contracción similar a la experimentada durante el quinquenio negro 2009-2013.

Semejante agujero amenaza con impactar de lleno sobre el déficit público, que se encaramará hasta unos niveles impresionantes del 10%. A la vez, el déficit significa de forma incoercible otro tirón al alza del endeudamiento.

El parón que ya ha provocado el estado de alarma está corroyendo la creación de riqueza de una forma nunca vista. De momento, no se prevé fecha para el final del drama. Pedro Sánchez anunció ayer una nueva prórroga, ahora hasta el 9 de mayo. 

Es decir, casi todas las empresas habrán permanecido en un paro completo durante dos meses.

El marajá de la Moncloa repite como un papagayo que la generación de bienes y servicios se ha “hibernado”. Como si se tratara de un oso que se introduce en la cueva para dormir un plácido sueño durante los meses de invierno, y luego, cuando asoma la primavera, sale tan campante a tomar el aire fresco.

Por desgracia, decenas de millares de las compañías sujetas a hibernación forzosa no podrán reabrir sus puertas por la sencilla razón de que su tesorería se halla exhausta.

Crónica Global publicó esta semana un trabajo del Colegio de la Abogacía de Tarragona que augura durante los próximos seis meses una hecatombe de 48.000 quiebras, de ellas 9.000 en Cataluña.

Se estima que el 70% de ese aluvión de desastres ocurrirá antes de agosto.

Tamaña masa de fallidos significa multiplicar por siete el promedio anual de concursos de acreedores que se venían registrando en los últimos diez años.

El estudio parte de la premisa de que el 10% de los ERTE acabará en una suspensión de pagos. Pero los autores reconocen que han pecado de excesivamente conservadores a la hora de cuantificar el número de los expedientes temporales y los siniestros que aflorarán.

En efecto, un ERTE se desencadena cuando la empresa ha cesado por completo su producción. Y retomarla no equivale a que el mamífero despierte de su letargo y salga de la caverna como si no hubiera pasado nada, pues entre tanto, la entidad ha tenido que seguir pechando con gastos de todo género.

Por ello, los redactores del análisis sostienen que el número de regulaciones que desembocarán en una bancarrota puede elevarse fácilmente hasta el 15% o 20% del total.

Además, las perspectivas son muy sombrías al día de hoy. El turismo, por ejemplo, que con un 15% aporta el principal cupo del PIB, yace literalmente en estado de coma.

A este respecto, es de señalar que durante la Semana Santa la recaudación ha sido nula y la de verano se presenta igualmente aciaga. Viajes El Corte Inglés, la mayor agencia española, ha presentado un ERTE para el 90% de la plantilla hasta el mes de marzo de 2021. De ello se infiere que este gigante también da por perdido tanto el otoño venidero como el invierno y la campaña navideña.

Por su parte, la hostelería, que contribuye con un 6% al PIB, tiene también ante sí un negro horizonte. Va a costar Dios y ayuda que los clientes vuelvan a restaurantes y bares como solían hacer. Y para cuando los negocios reabran, ya se habla de imponer la separación de las mesas a fin de evitar contagios, lo que implicará reducir el aforo y, en consecuencia, los ingresos.

O sea que se pospone sine die la salida del marasmo que atenaza a los establecimientos de restauración. Es incontable la legión de ellos que entrará en el juzgado mercantil.

La tragedia de los concursos de acreedores acarrea la destrucción de puestos de trabajo y la ruina de los accionistas. Asimismo entraña quebrantos irrecuperables para sus proveedores y el erario público. En suma, una merma irreparable de tejido productivo.

Hay un dato inapelable y siniestro que resume como pocos la devastadora gestión realizada por el PSOE en los últimos cuarenta años. Los prebostes socialistas Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero legaron, al dejar la Moncloa, unas catastróficas tasas de paro del 21% y el 22% respectivamente. Pues bien, en escasos meses, el Gobierno “progresista” de Pedro Sánchez y sus socios comunistas van camino de batir con creces los récords desastrosos de sus dos predecesores.