Pensamiento

¿Es posible el diálogo?

20 noviembre, 2013 08:13

Recientemente he tenido la oportunidad de hablar con tres personas que, sin ser independentistas, son favorables a la inmersión lingüística. Soy autora de un libro que analiza la inmersión de forma crítica desde una perspectiva educativa y que propone una enseñanza bilingüe catalán-español para todos los alumnos. Ello me ha permitido hablar con mucha gente desde la publicación del libro, en abril del año pasado, y he podido comprobar que es un tema que no deja indiferente a nadie; al contrario, todo el mundo tiene una opinión sobre ello.

Las tres personas con las que he hablado recientemente, por separado, me han recordado a otras conversaciones anteriores que he tenido desde la publicación de mi libro: hay mucha gente, independentistas o no, que creen que la inmersión lingüística es un bien para los alumnos. Pero lo creen y esto es lo crucial, de buena fe. Nunca se les ha pasado por la cabeza que sea un proyecto político-partidista sino que están convencidas de que es un plan educativo sólido y contrastado. Al mismo tiempo, las tres personas a las que me refiero en este artículo lamentan el proceso independentista en el que nos encontramos actualmente en Cataluña pero no vinculan de ninguna manera el independentismo, antes nacionalismo, con la inmersión. El independentismo lo ven perjudicial para Cataluña mientras que la inmersión la consideran un buen plan.

Las caras de sorpresa e incluso de un cierto horror frente a mis argumentos críticos me hicieron ver claramente que nunca habían escuchado argumentos en esta línea

¿Por qué les parece un buen plan? Pude observar durante las conversaciones que las tres personas creían a pie juntillas todos los argumentos que da la Generalidad para defender la inmersión. De hecho, los únicos argumentos que tenían eran éstos, los ofrecidos por los diferentes gobiernos autonómicos catalanes y transmitidos día sí y día también por los medios de comunicación. Y estos argumentos han sido siempre transmitidos de manera que ninguna grieta, ninguna duda los llegue a permear. Es un pensamiento único blindado a cualquier visión alternativa. Las caras de sorpresa e incluso de un cierto horror de estas tres personas frente a mis argumentos críticos hacia la inmersión me hicieron ver claramente que nunca anteriormente habían escuchado argumentos en esta línea.

Desde mi punto de vista, hay una diferencia entre estas personas y la clase política y mediática defensora de la inmersión y esta diferencia es que las primeras actúan de buena fe mientras que las segundas, no. Ello me lleva a pensar que, tanto en el tema de la inmersión como en todos los otros puntales del nacionalismo/independentismo, debemos ir con cuidado en cómo explicamos y argumentamos nuestras posiciones críticas. A nadie le gusta pensar que le han engañado, que le han hecho creer cosas que no son reales. Por lo tanto, no se les puede decir a estas personas que son víctimas de manipulaciones interesadas si lo que queremos es que sean receptivos a nuestros argumentos. La primera cosa a hacer, en mi opinión, es indicarles que en Cataluña siempre se ha oído únicamente una sola voz, que no existe un debate democrático y que necesitamos poder discutir de manera abierta, constructiva y plural todas las cuestiones que afectan a nuestra vida colectiva. Que hasta ahora esto no se había hecho pero que ahora, en este momento histórico que vivimos, ha llegado la hora de empezar a hacerlo, la hora de que se escuchen ideas que nunca antes se habían escuchado.

Es necesario ejercer, por lo tanto, una oposición moderada y argumentada para poder llegar a todas estas personas que han estado privadas de razones críticas con el nacionalismo/independentismo. Una oposición moderada no significa débil o tibia sino, como ha explicado Francesc de Carreras en un reciente artículo en La Vanguardia, significa ejercer una oposición razonable, basada en argumentos y datos, respetuosa, sin visceralidades y estando abiertos a entender las razones del otro. Ser firme pero sin dogmatismos y tener presente que lo que buscamos no es la derrota del otro sino el bien común.

Lo que buscamos no es la derrota del otro sino el bien común

Claramente, con los líderes políticos y mediáticos independentistas y con los muchos soberanistas fanáticos que hay y que no atienden a razones no se puede dialogar. Se oponen a un debate abierto y están absolutamente cerrados a argumentos críticos; su única respuesta frente a la crítica es la agresividad y el insulto. Así, pues, no hace falta ni intentar dialogar con ellos. Sin embargo, sí que se puede, si sabemos hacerlo, dialogar con la mucha gente que, de buena fe, ha creído todo o parte del argumentario nacionalista/independentista con el que nos han estado inundado desde hace tantos años. He podido comprobar en mis conversaciones con ellos que no está en el ánimo de muchas de estas personas, incluidos algunos independentistas, el impedir un debate civilizado. Más bien, ni siquiera son del todo conscientes de que este debate hace años que se impide desde arriba.

Con aquellos con los que no se puede dialogar, sólo nos queda el poder vencerlos en las urnas. Pero para poder hacer esto, debemos sumar más personas a nuestra idea de una Cataluña democrática, abierta y plural. Después de tantos años de pensamiento único, necesitamos afinar muy bien nuestros argumentos para poder ganarnos a más personas favorables a esta Cataluña abierta. Y sólo lo conseguiremos ejerciendo una crítica moderada y razonable, sin estridencias ni agresividades. Así, pues, sí que es posible el diálogo con algunas personas favorables al nacionalismo/independentismo y depende también de nosotros el poder conseguir que sean receptivas a nuestros argumentos.