Si alguna cosa nos enseña la irrupción de Podemos es que lo decisivo en política no es el contenido de las propuestas programáticas, que son cada día más evanescentes, sino el acierto en la estrategia y comunicación. A los líderes de la fuerza morada, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, como politólogos universitarios, lo único que realmente les interesa y divierte es cómo alcanzar el poder. Las diferencias entre el uno y el otro no son ideológicas, más allá de estilos personales, más tosco el primero frente a la mayor sutileza del segundo. Fíjense que jamás discuten sobre medidas concretas (económicas, sociales o fiscales), por eso la oferta electoral de Podemos ha pasado de ser marcadamente anticapitalista a vestirse de socialdemócrata clásica sin ningún problema. Sus enfrentamientos públicos son únicamente sobre estrategia y comunicación, en cómo conquistar la hegemonía dentro de la izquierda y cuál ha de ser, por tanto, su relación con el PSOE o las izquierdas periféricas.

Los enfrentamientos públicos entre Iglesias y Errejón son únicamente sobre estrategia y comunicación, en cómo conquistar la hegemonía dentro de la izquierda

En cambio, los socialistas adolecen completamente de estrategia. Diría que es un problema crónico, acostumbrados como estaban desde hace treinta años a un mero antagonismo epidérmico con el PP. Disfrutan de una centralidad sociológica indudable, porque la sociedad española es básicamente de centro-izquierda, y pueden exhibir un programa en muchos temas más sólido que el resto de fuerzas, entre otras cosas porque disponen todavía de una buena cantera de especialistas. Pero en lugar de dedicarse a debatir a fondo de estrategia en un escenario radicalmente nuevo, que ya no es bipartidista, se han deslizado hacia la lucha cainita dentro del partido, por el enfrentamiento personalista entre Pedro Sánchez y Susana Díaz.

La encuesta que ayer dio a conocer el Observatorio de la Cadena Ser confirma que los socialistas han entrado en un terreno muy peligroso. Hoy el PSOE podría perder hasta la mitad de los apoyos que obtuvo el 26J. No es para menos tras el bochornoso espectáculo del pasado 1 de octubre en el comité federal. Pero la buena noticia es que solo una parte pequeña iría a Podemos (14%), el resto se quedaría en un limbo entre voto nulo, blanco, abstención o indecisos. El PSOE no es el PASOK, ha reconocido el propio Iglesias, y por tanto puede todavía recuperarse. Pero también su suelo electoral puede seguir hundiéndose, lenta pero irremediablemente, si no supera la crisis de liderazgo, recupera la credibilidad dañada entre su propio electorado y, sobre todo, define una estrategia inteligente para recuperar los millones de votos perdidos hacia todas partes.

Lo que le urge al PSOE es un debate estratégico de verdad para determinar a quién se dirige en prioridad

Hay voces en el PSOE, empezando por la gestora, que piden un debate de ideas a fondo antes de reemprender la lucha interna de cara al congreso, que sigue sin fecha y cuya celebración se prevé como pronto para mediados de 2017. Los partidarios de Sánchez temen que eso sea una forma torticera de ganar tiempo en beneficio de Díaz, que difícilmente ganaría ahora mismo unas primarias entre los militantes. Efectivamente, el debate sería estéril si se centra en debatir los problemas mundiales de la socialdemocracia, la globalización, el populismo o, más tedioso aún, si entrara a revisar aspectos programáticos concretos. En cambio, lo que le urge al PSOE es un debate estratégico de verdad para determinar a quién se dirige en prioridad. Una reflexión a fondo sobre la realidad social española, la correlación de fuerzas, las hegemonías culturales, los nuevos actores políticos y sus posibles alianzas, las formas de comunicar, los relatos, etcétera. Es lo que hicieron esos chicos de la Complutense antes de intentar asaltar el cielo. De lo contrario, los socialistas vivirán únicamente una sórdida y estéril lucha por el poder.