Gran cacique en tierras leridanas de su suegro, Francesc Macià no denotaba ese elemento regeneracionista que, tras la crisis de 1898, se le atribuye al catalanismo emergente. En realidad, Macià ni tan siquiera fue catalanista de razón sino más bien uno de los demagogos telúricos cuya impronta ha sido el todo o nada propio de los peores episodios de la Cataluña moderna. Hoy, en ERC, Ernest Maragall tampoco coincide con los valores que dan valor simbólico a la capacidad de concordia de su abuelo, Joan Maragall. En sus tiempos en el PSC, ¿aceptaba Ernest Maragall la monarquía parlamentaria como eje constitucional básico?  Supongamos que sí.

Pero ahora compara la dignidad, grandeza, entrega y generosidad del coronel Macià con la frialdad de corazón, insensibilidad y, en definitiva, indignidad, de Felipe VI. Lo dedujo de las palabras del Rey en su alocución navideña. Hablen ustedes de convivencia y aparecerá un Ernest Maragall para llamarles malvados. Pero Macià, claro, fue un ser angelical que, después de ofrecer su sable al carlismo y después del delirante complot paramilitar de Prats de Motlló, al proclamarse la Segunda República tuvo tanta altura política fundando al instante la República Catalana que tuvieron que venir a Barcelona tres de los ministros más razonables del nuevo régimen para explicarle que de República solo había una.

Con la visita del joven Alfonso XIII a Barcelona en 1904, Joan Maragall escribió De les reials jornades, como una bienvenida cordial al monarca en un momento de tensión política. Su nieto Ernest Maragall lo ve de otra manera, radicalmente republicana, refractaria a una leal contribución de Cataluña a la gobernabilidad de España. Entonces, acompañante del Rey, Maura dijo: “Un queixeu dels mals governs; doncs veniu a governar”. Todo eso tiene un eco intranquilizador en un momento en que la Cataluña autónoma está en pleno desgobierno, con un presidente de la Generalitat cuya psicosis consiste en destruir todos los vínculos hispánicos en los que el poeta Joan Maragall, aunque a veces con reservas, creyó.

¿Será Ernest Maragall alcalde de Barcelona? ¿Va a proclamar la República Catalana? Aunque sea muy pronto, según algunas encuestas la candidatura de Maragall puede ser la más votada. Está todo por ver y, especialmente, cómo van a reaccionar los hipotéticos votantes de ERC cuando constaten el perfil abrupto, espeso, atrabiliario y contradictorio del candidato republicano. A diferencia, Joan Maragall tuvo aquella intensa serenidad que hay que saber mantener en el ojo de huracán. O dicho de otro modo, creyó  -como escribe en una carta- socialmente punible toda destrucción que de inmediato no fuese capaz de construir algo más fuerte que lo que se destruye.