No tardaremos mucho en ver a ERC enfilándose a la parra por el fracaso de sus acuerdos con el Gobierno de Pedro Sánchez. El fiasco de las reformas de sedición y malversación amenazan acabar como el rosario de la aurora. ERC se puso farruca para eliminar el delito de sedición sin dejar un delito intermedio, que no ocupa el de desordenes públicos agravados. Por ejemplo, el delito de insurrección que tienen en su Código Penal países como Francia. Y sobre la malversación, otro tanto. El problema es que los negociadores de ambos bandos, de ERC y de PSOE, no han estado a la altura. Ya sea por bisoños o porque se arrogan más prestigio del que demuestran. 

En conclusión, la casa sin barrer, porque el Supremo ha sacado pecho y se ha afanado en construir una autopista para el PP y para Junts. No me extrañaría que algún alcalde juntero quisiera hacer hijos predilectos de su localidad a Marchena y a Llarena, que no ocultan su inclinación por vengarse del revés de los indultos, pero que han contado con el inestimable apoyo de los ingenieros del Gobierno y de ERC para consumar su estocada. 

Ante la interpretación del Supremo el margen de la fiscalía se reduce y el viernes entró al trapo contra la infantería del procés: Lluís Salvadó, Josep Maria Jové y Natàlia Garriga. Cárcel e inhabilitación les sobrevuelan y el presidente Aragonés no ha tardado en envolverse en la estelada para identificar una nueva persecución contra el independentismo en una especie de todo vale para taparse las vergüenzas por la escasa calidad de sus reformas. El dicho castellano lo dice muy claro: quien mucho abarca, poco aprieta. 

La cercanía electoral provocará una reacción de los republicanos, que verán como Junts per Catalunya vociferará contra la política de desinflamación, desempolvando la desobediencia sin decir ni cómo, ni quién, ni cuándo, se desobedecerá, pero con un griterío coral que hará temblar las piernas de los republicanos. Entonces ERC actuará como siempre hace: tirándose al monte, sacar pecho y ser tan patriota como el que más. 

Por su parte, el PSOE echará su propia leña al fuego para confirmar que su política es de desinflamación, pero no de perdón total. Ya le irá bien confrontar con el nacionalismo y sacarse de la manga un as para parar los pies al anticatalanismo de PP y Vox que hace peligrar ayuntamientos y comunidades. Esta posición enfadará más a los republicanos, que con Oriol Junqueras como principal damnificado, irán explicando por doquier que con España no hay nada que hacer. 

El problema para ERC es que saben que este argumento es falso. Que con una España, la intolerante, no hay nada que hacer, pero que con otra España, la dialogante, se pueden sentar las bases de un entendimiento sobre la premisa de que lo que sucedió en 2017 sucedió, y no puede pasar con un simple pelillos a la mar. Lo saben, pero no lo reconocerán hasta el 28 de mayo. Entonces todo puede ser posible, porque también saben que con un Gobierno del PSOE el diálogo es posible, con un Gobierno de Feijóo que tenga el aliento en la nuca de Vox, diálogo es sinónimo de oxímoron. 

Desde Waterloo, mirará atento el vigía de Occidente. Salió entusiasmado para hacerse un Tarradellas tras la resolución del tribunal europeo, pero desde entonces, silencio. Lo de Borràs no le gusta, lo de Trias tampoco, porque pasa de Bélgica, y lo de Marchena y Llarena le pone de los nervios. No es un tema menor, porque el Tribunal de Justicia Europeo lo ha puesto contra las cuerdas y su vuelta inminente a España seguirá siendo eso, inminente, pero sin fecha. Ir al trullo no entra en sus prioridades. Volvemos al día de la marmota vía el tándem de moda Marchena-Llarena. Puigdemont, agazapado esperando su momentum, y ERC a un tris de tirarse al monte.