Esquerra Republicana está en el alambre. Pere Aragonés desgranó su proyecto de país liderando una coalición independentista, intentando atraer a los Comunes, aunque estos han cerrado la puerta, al menos de momento, a cualquier entendimiento mientras esté Junts per Catalunya en la ecuación. De su proyecto apenas se sabe nada más allá de la consabida amnistía y derecho a la autodeterminación como hoja de ruta del Govern. Aragonés hizo dos sonoros silencios. No hay fecha para ejercer este derecho de autodeterminación y tampoco Mesa de Diálogo, donde se supone que se debe buscar una solución política al conflicto. Una Mesa que no es aceptada por sus supuestos socios. Mejor no mentarla debió pensar el líder de ERC, porque a una semana de la constitución del Parlament no hay nada cerrado. Se limitó a pasear por lugares comunes. De programa de gobierno, nada de nada, y eso que dijo en varias ocasiones que ahora hay que salir de la crisis. ¿En serio que para salir de la crisis la mejor fórmula es un gobierno de coalición con los de Puigdemont y los anticapitalistas? ¿No ha tenido bastante ERC?

Dicen que las negociaciones con Junts avanzan a buen ritmo, lo que choca con la indirecta que el propio Aragonés lanzó desde la tribuna del Espai Serrahima: no hacer cálculos electorales, en clara referencia a JxCat. Los republicanos sienten la espada de Damocles sobre su cabeza. Ciertamente esta posibilidad existe, no es una entelequia desde el punto de vista de las huestes de Puigdemont donde conviven tres sensibilidades. La de Laura Borràs que quiere entrar en el Govern, a toda costa, para blindarse ante su juicio por su gestión en el Institut de les Lletres Catalanes por trocear contratos que beneficiaban a personas afines. Esta cuestión no agrada en ERC. “Si es culpable, el gobierno se verá afectado”, dicen los republicanos. O sea, en román paladino, si entra Junts en el Govern mejor que no esté Borràs. Sin embargo, la líder de JxCat no solo quiere estar en el Govern, quiere ser la número dos.

Segunda sensibilidad, la de Puigdemont y sus afines que prefieren que Junts dé la presidencia a Aragonès quedándose en la oposición. No parecen estar muy por la labor de dar “bola” a Borràs. Con esta fórmula, Puigdemont considera que Aragonès se quemará en poco tiempo y se abrirá la puerta a una nueva convocatoria electoral, porque en su fuero interno afirman sin pestañear que en las últimas elecciones hubo un triple empate. Lejos queda la interpretación de 2017 donde se arrogaban la victoria, también sin pestañear, por unos escasos diez mil votos. 

La tercera posición es la que representan los que apuestan por el fracaso de las negociaciones y forzar nuevas elecciones ya mismo, algo que los de ERC no quieren ver ni en pintura. Quizás por eso, Esquerra no ha roto los puentes con los socialistas ni con los Comunes. Encuentros discretos y llamadas telefónicas se han repetido estos días y a primer nivel. Esperan que ante una posible ruptura, los socialistas sean su salvavidas. “Si fracasan las conversaciones con Junts y la CUP que fracasen porque ellos se levanten de la negociación. Si se levantan tendremos las manos libres para explorar otras posibilidades”, apuntan desde la formación de Junqueras. Algunos acarician la posibilidad de que PSC y Comunes tengan una oposición constructiva. Es decir, que les dejen constituir el Govern y luego ya veremos cómo se plantea la gobernabilidad. Los republicanos no las tienen todas consigo porque en el Gobierno de España se respira frialdad ante sus movimientos para formar gobierno. Se han lanzado cables y mensajes a la Moncloa y el silencio ha sido la respuesta, en paralelo al PSC de Salvador Illa que se ha puesto de perfil en esta negociación. Si fracasa el tripartito independentista están dispuestos a hablar. Hablar del Govern y del Gobierno, pero no darán el primer paso.

La CUP se está dejando querer. Sabe que su representación es básica para la formación de un gobierno independentista. Los de ERC quieren un acuerdo programático, pero no quieren a los cupaires en el Govern. Dolors Sabater no lo descarta, pero manda Carles Riera que está liderando las negociaciones. Está por ver la letra pequeña de las exigencias de los anticapitalistas y como cuadran sus “posiciones sociales” con la derecha que vive en Junts per Catalunya. La derecha neoliberal que se viste de radicalidad, pero que derecha es y ejerce. Una cuadratura del círculo que visto lo visto en esta legislatura es empecinarse en el error.

ERC está en el alambre porque le fallan las piernas. Como siempre. Su gen suicida, ese que le hace tomar la peor decisión en el peor momento, está cociéndose a fuego lento. Siguen acomplejados ante JxCat y la CUP que presionan en el eje nacional para dejar a la dirección de ERC en evidencia y acusarles de botiflers. Para enredar un poco más la madeja, Aragonès no quiere ser el delegado de Junqueras, quiere tomar sus propias decisiones. El pulso interno también está servido. Y un dato, no pierdan de vista a Laura Vilagrà. Si cuaja la candidatura de Aragonès tendrá un papel importante en el Govern, seguro que el departamento de Presidencia. Aragonès tendrá el aliento en la nuca de Oriol Junqueras.